¿Qué cantamos?
El Himno Nacional forma parte del protocolo de actos oficiales, jornadas cívicas en establecimientos educativos, encuentros deportivos y fue también un elemento emblemático en las convocatorias de protesta del año pasado en la Plaza Mayor.
“Regularmente lo cantamos cual si fuera una marcha fúnebre, sin analizar el contenido de una letra que encierra grandes conceptos y que cada uno de ellos es una cátedra de civismo o de estudios sociales”, escribió el músico Manuel Alvarado Coronado (1919-2011) en un análisis publicado en 1989 en el que destaca los aspectos positivos de estos versos, en atención a cuatro temas: la Independencia, sus promotores, los símbolos patrios y la geografía del país.
Por 119 años nos han acompañado los versos de José Joaquín Palma y la partitura de Rafael Álvarez Ovalle. Pero, ¿tenemos noción del contexto en que se escribió y compuso el himno?, ¿siguen vigentes los valores que se exalta en su letra?, ¿sabemos qué estamos cantando cuando nos llevamos la mano derecha al pecho?
“Siempre se relaciona con un fervor nacionalista pero pocas veces el ciudadano se detiene a analizar qué concepto de patria y qué mensajes transmite este canto”, sostiene el semiólogo Carlos Velásquez.
“Un altísimo porcentaje de connacionales no tiene idea del significado de muchos de los vocablos. El lenguaje, la lírica de nuestro himno, como muchos, corresponde a finales de siglo XIX, y aunque fue modificado en algunas estrofas, a las nuevas generaciones les parecen extrañas ciertas palabras y metáforas. Como la de lamen el yugo o recostada en su Ande soberbio”, indica el semiólogo Ramiro Mac Donald.
La letra “remite al nacionalismo, al amor a la patria; exhorta a defender el territorio de una invasión extranjera, a tener honor”, refiere Mac Donald. “Son ideales que para muchos jóvenes son solo palabras vacías, más cuando ven a funcionarios y empresarios que cooptan al Estado y se vuelven millonarios. Ese nacionalismo que nunca ha tenido el guatemalteco es en parte porque el himno fue escrito hace tantos años, ya no representa lo que en un momento dado posiblemente sí lo hizo. Las expresiones nos resultan desconocidas”, agrega.
El catedrático universitario de Semiología de la Imagen, Otto Yela, indica que “debemos remitirnos a la coyuntura histórica de la Independencia. Llamamos historia al relato de un punto de vista muy subjetivo de quien se benefició con ese hecho, pero la gente que no formó parte no tomó provecho del acontecimiento. Tenemos que discernir la historia contada de la historia real, esta da cuenta de una mayoría que no ha sido verdaderamente independiente, pues sigue siendo explotada por la élite que logró esa independencia. La mayoría de guatemaltecos no podemos tomar el himno como cierto porque aún no nos hemos independizado de esas élites”.
Un eufemismo
Hay temas en el himno que ya no corresponden con los aires democráticos y de pluralidad que requiere la sociedad del siglo XXI.
“Se habla del idílico ruido de las olas de dos mares, en tierras cobijadas por el quetzal. Y aquí un elemento muy propio del pensamiento liberal: la única alusión al mundo indígena está en la frase ave indiana. Es decir, lo indígena se concibe como un elemento más de la naturaleza idílica? como algo paisajístico, sin identidad humana propia. No se le ve como parte del pueblo, sino como un elemento más de la naturaleza”, puntualiza Velásquez.
Esto, “no guarda relación con el hoy del guatemalteco”, refiere Mac Donald. “Es como un reflejo de la realidad social, económica y política de mantener al margen al sector más grande de la población y lo hace con un lenguaje eufemístico. El himno refuerza la idea de que la Independencia de España se hizo sin choque sangriento, minimizando los brotes de insurrección indígenas. Eso le ha hecho mucho daño al país, porque refiere inconscientemente a un pacto entre las élites gobernantes y las élites económicas”, agrega Mac Donald.
Desactualizado
La letra denota una fuerte carga militar, lo que contrasta con los anhelos de paz y los acuerdos que se pretenden desde la firma del cese de la guerra interna. Algunos versos que ejemplifican este punto de vista son: A vencer o a morir llamará, y la espada que salva el honor, y nunca esquivan la ruda pelea.
“La visión militarista está presente en la esencia de todos los símbolos patrios. El himno no escapa a eso. Y eso lo coloca muy distante en la intención de los acuerdos de paz para cambiar esa visión”, señala Velásquez.
“La parte que señala la espada que salva el honor, más que un contenido bélico, es de corte militarista. Asocia dos vocablos: espada y honor. El honor es un elemento ideológico en el que se traslapa toda una carga emotiva que venimos repitiendo desde niños, que da prioridad a los militares en cuanto a conducta, un comportamiento valioso que no es exclusividad de este estamento de la sociedad. Pero esa frase ingresa al inconsciente de la población y queda revoloteando hasta que choca con la realidad, como lo estamos viendo en la actualidad con los militares acusado por enriquecimiento ilícito, entre otros delitos”, puntualiza Mac Donald.
“Encontramos muchos valores pero están muertos, disecados”, dice Velásquez. “Sin embargo, lo cantamos y nos emocionamos tanto porque no diferenciamos lo que es real. Es similar a estar expuestos a una campaña de publicidad o a una estrategia de propaganda que cumplen con ciertos postulados”, indica Yela. Y, bajo esa premisa, la contraparte musical es vital, por ello, “lo cantamos emotivamente”, agrega.
“No se construye patriotismo a partir de estos aspectos. El himno y los otros símbolos patrios crean una visión esquematizada y ahistórica de la patria, para construirla hay que apostar por políticas de desarrollo”, acota Velásquez.
Insignia
“El himno puede llegar a ser un canto genuino, no porque su origen y letra sean verdaderos, sino porque todo pueblo necesita identificarse con algo para construir una nación”, explica Yela. Los guatemaltecos, dice, hicieron una resemantización del himno el año pasado durante la jornada de protestas que hubo en la Plaza Mayor.
“Ya no estamos hablando de depredadores coloniales sino de depredadores corruptos actuales contra los cuales tenemos que organizarnos. El himno puede llegar a ser una insignia, una bandera para todo movimiento cívico genuino y albergar intereses más plurales e incluyentes de los originales que le dieron vida”, agrega Yela.
“Posiblemente muchos no hemos descubierto en el himno nacional una gran motivación para luchar por nuestra dignidad actualmente y cuando lo cantamos nos elevamos por sus notas musicales a otras dimensiones y no reparamos en lo que estamos cantando”, considera Gustavo Yela, profesor de Filosofía.
Bandera nuestra
Los versos que Alberto Velázquez Günther (1891-1968) dedicó a la bandera, son también recurrentes en el mes de la Independencia. Su célebre poema Jura a la bandera de Guatemala recoge parte de la esencia que se plasma en el Himno Nacional. Están en sintonía.
“Son de corte liberal”, sostiene el semiólogo Velásquez. “La bandera es un símbolo militar. Izarla, aún en actividades cívicas, conlleva a reminiscencias de corte militar. Si comparamos sus versos con los del himno, encontramos coincidencias y expresiones en ese sentido”, anota.
“Devoción, lealtad, honor, sacrificio y esperanza. El poema emplea una fraseología propia de combates. Recordemos que la Revolución Liberal llegó por medio de las armas, el autor nació en las décadas siguientes a este evento y fue parte de su coyuntura. Aún en nuestros días la carga militar en la sociedad persiste”, agrega.
Velásquez considera que estos textos de corte militarista “niegan los deseos que se persiguen de una sociedad incluyente”, por ello, además de anacrónicos, carecen de atractivo para las presentes generaciones que exigen símbolos y valores que denoten mayor inclusión y respeto a la diversidad.
“Cuando uno profundiza en los versos, lo que hay es un recetario de valores e ideales que toda nación quisiera tener. Pero carecen de relación con hechos históricos y eso los convierte en un texto artificial. No hay ejemplo que permita decir: eso lo hizo un guatemalteco, podemos hacerlo también. Sí, las palabras tienen una carga de convencimiento pero los hechos son los que realmente mueven a la gente a cambiar hábitos. En el poema hay muchas palabras, vocablos que remiten a valores ideales, pero sin ningún sustento”, acota Otto Yela.
La Jura a la bandera de Guatemala tiene menos repercusión en la población por carecer, en comparación con el himno, de más valores narrativos y musicales.
Visión violenta
“La letra del himno, la jura a la bandera y las notas musicales de La Granadera tienen el cometido de mover anímica y emotivamente a quien los escuche”, comenta Otto Yela.
La Granadera , de autor anónimo, data de la década de 1840 y se circunscribe también al contexto militar. Se le emplea desde entonces en eventos oficiales.
Durante el gobierno de Álvaro Colom fue sustituida de los actos protocolarios y en su lugar se interpretó El rey quiché, del autor Jesús Castillo. Al tomar la presidencia Otto Pérez Molina, la restituyó. El actual presidente, Jimmy Morales, la continúa utilizando en sus ceremonias.
Para el semiólogo Velásquez, la intención de sustituir La Granadera “atendió la necesidad de abrir el protocolo a lo plural e identitario, porque el corte de esa marcha es marcial y no nacional. Intentó romper con el pensamiento y espíritu guerrero que imponen los símbolos con carga militar. Estos, en última instancia, conducen a una visión violenta de la sociedad”.