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Cómo ha evolucionado la ciudad de Guatemala

El desarrollo de la Nueva Guatemala de la Asunción ha sido influenciado por los acontecimientos políticos y sociales, así como fenómenos naturales, a lo largo de 248 años.

Cómo ha evolucionado la ciudad de Guatemala

Vista de la Nueva Guatemala de la Asunción, desde el cerrito del Carmen, obra pictórica de Augusto de Succa, que data de 1870. (Foto Prensa Libre, Wikipedia)

Por Celso Cerezo Bregni*

La ciudad de Santiago de Guatemala fue fundada el 25 de julio de 1524 por Pedro de Alvarado, en Iximché, uno de los sitios principales de los kaqchikeles.

Luego de varios levantamientos de la población indígena, surgió la necesidad de trasladar la ciudad de Santiago. En 1527 se traza una nueva ciudad en el valle de Almolonga,  al pie del volcán de Agua. Gisela Gellert describe en su libro “Ciudad de Guatemala: dos estudios sobre su evolución urbana 1524-1950” (1992), cómo en 1541 llega el fin de este asiento urbano, cuando “torrentadas de agua y lodo bajaron de las faldas del volcán de Agua, provocadas por un fuerte temporal y posibles temblores, arrasando la ciudad”.

La capital guatemalteca se desplazó, otra vez, en 1541, al valle de Panchoy, después de varias discusiones y estudios de los posibles valles para su traslación. Esta tercera ciudad ya no se trató de un asentamiento urbano modesto. Santiago de Guatemala era una ciudad bien trazada y en pleno desarrollo; tenía tal crecimiento espacial, que se configuró como la capital y centro económico del Reino de Guatemala. La ciudad albergaba la Real Audiencia, distintas órdenes religiosas, con sus edificaciones,  obras de infraestructura y  universidad pública.

Alrededor de la Plaza Mayor se ubicó la zona residencial de las clases de élite, mientras que la población, en su mayoría indígena, imprescindible para el funcionamiento y mantenimiento de la urbe, se asentó en los barrios periféricos, al mantener así la relación social centro-periferia, propia de cualquier ciudad, antes de la Revolución Industrial. Santiago de Guatemala, además de la Plaza Mayor y edificios administrativos, mostraba ya una multitud de plazas laterales, con iglesias y conventos, así como casas con amplios patios interiores. Urbanismo y arquitectura que denotaban prestigio y riqueza.

Valle elegido

  • El capitán Antonio de Marín se encargó de investigar los valles adecuados para instalar la nueva capital; entre ellos, el de Jumay, en Jalapa, los llanos de Chimaltenango y el de la Ermita o de la Virgen.
  • Se eligió este último, al tomar en cuenta la relativa distancia de los volcanes, a los que se  atribuían fenómenos telúricos, los recursos hídricos de los ríos Las Vacas, Mixco y Pinula; el suelo fértil, los  vientos moderados, el excepcional clima templado la mayor parte del año, el cinturón protector de los barrancos y las salidas fáciles hacia los grandes mares, según  el libro “La Nueva Guatemala de la Asunción. 230 años de historia”, de Ana María Urruela.

El destino de la ciudad como capital virreinal llegó a su fin con los terremotos de Santa Marta en 1773. Nos narra Gellert (1992) cómo, “después de una prolongada lucha entre adversarios (Ayuntamiento, Iglesia y población) y partidarios (poderes seculares) a un traslado de la ciudad, se emitió en 1775 real cédula en favor de la fundación de una nueva capital, que parece para aquella época único ejemplo en Hispanoamérica”.

Se eligió el valle de las Vacas, también conocido como valle de la Ermita o de la Virgen, donde ya existían asentamientos, así como el cerrito del Carmen —construido en 1613, según el libro “La Ermita del Cerro del Carmen”, de Bruno Frison, donde se venera una imagen de la Virgen del Carmen— y la iglesia de La Asunción del valle de la Ermita —inaugurada el 15 de agosto de 1723, actual parroquia vieja de la Santa Cruz del Milagro, zona 6—, por ser espacioso, estar más alejado de los volcanes y por intereses de carácter económico de la élite de Santiago.

El 1 de enero de 1776 se instaló en ese sitio el Ayuntamiento de Guatemala en un rancho, propiedad de Francisco García, que se ubicaba frente a la plaza de la iglesia de la Ermita, que más adelante fue sede de la Capitanía General.

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Ciudad tardovirreinal

La ciudad, que se le denominó Nueva Guatemala de la Asunción, tardó medio siglo en alcanzar la población de su predecesora, Santiago de Guatemala,  documenta Cristina Zilbermann de Luján en el libro “Historia general de Guatemala” (1993). Diseñada según las ordenanzas de Felipe II, la ciudad contaba con una traza regular, dividida en manzanas y solares, con una Plaza Mayor central y viviendas de un nivel con patios internos. La nueva ciudad se trazó muy espaciosa. Para mediados del siglo XX el crecimiento poblacional se manifestó dentro de los límites urbanos trazados al principio.

Según Óscar Peláez Almengor en su libro “La ciudad ilustrada” (2017), los tres profesionales que intervinieron en la construcción de la nueva ciudad fueron el ingeniero Luis Díez de Navarro, el arquitecto Marcos Ibáñez y su dibujante, Antonio Bernasconi.

Para el momento de la Independencia, en 1821, la mayoría de los edificios públicos se encontraban en proceso de construcción, y los más completos carecían de acabados formales y mostraban un aspecto provisional,  debido a que gran parte del material de construcción se extrajo de los escombros de la antigua ciudad.

Luego de la Reforma Liberal de 1871 aparecieron suburbios exclusivos, fábricas y lotificaciones para trabajadores e inmigrantes, relata Gellert (1992). En el centro, nuevas construcciones como hoteles, bancos y tiendas comenzaron a reemplazar los hitos religiosos que habían dominado el paisaje por siglos.

Línea del Decauville, la 8a. calle y 8a. avenida, zona 1, que era conocida como Calle de los Mercaderes. (Foto Prensa Libre, Museo Nacional de Historia)

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El fuerte de San José de Buena Vista y el de San Rafael de Matamoros, así como el edificio de la Sociedad Económica y el primer teatro de la ciudad son ejemplos de la infraestructura de la época. Sin embargo, hasta la Reforma Liberal la estructura urbana esencial de la ciudad permaneció casi sin cambios, centrada alrededor de la Plaza Mayor y con barrios periféricos que llevaban una vida semiautónoma.

Los llamados “pueblos de indios”, trasladados desde Antigua Guatemala después del terremoto, aún son visibles en áreas como Jocotenango —actual zona 2—, que mantenía sus límites dentro de la ciudad. La ciudad tardovirreinal, bajo los primeros gobiernos liberales, experimentó cambios políticos y económicos que llevaron a un crecimiento, imitando modas europeas, incluidos la fundación de bancos y el establecimiento de fábricas.

Para finales del siglo XIX la población había crecido de forma moderada, para llegar a más de 55 mil habitantes en 1880 y superando los 112 mil en el censo de 1921, según  documenta Gellert en su libro “Ciudad de Guatemala: dos estudios sobre su evolución urbana 1524-1950” (1992).

La ciudad del sueño liberal

Durante las dos primeras décadas del período liberal en Guatemala la ciudad experimentó un notable ensanchamiento para hospedar a la creciente población de obreros y empleados menores. Este esfuerzo de expansión urbana alcanzó su punto álgido en la presidencia de José María Reyna Barrios 1892-1898, quien emprendió un ambicioso proyecto en el sur de la ciudad inspirado en la renovación urbana de París, dirigida por Haussmann —diputado y senador francés—.

Este proyecto incluyó la celebración de una Exposición Centroamericana en 1894 y la construcción de importantes edificios a lo largo del nuevo paseo, como el Cuartel de Artillería y el Hospital Militar, y como medio de transporte hacia el Paseo de la Reforma —actual Avenida de la Reforma— se instala el tren llamado Decauville, que partía de la 18 calle y llegaba hasta la Villa de Guadalupe, zona 10,  relata Gellert en en el libro “Historia general de Guatemala” (1993).

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La visión de Reyna Barrios era transformar el país en una versión pequeña de París, con una arquitectura de estilo historicista francés. Sin embargo, su asesinato en 1898 dio paso a la dictadura de Manuel Estrada Cabrera, que duró 22 años. En ese tiempo, la urbanización se orientó hacia la clase alta, en especial en el área norte de la ciudad, donde se levantaron mansiones distinguidas y edificaciones como el Mapa en Relieve y el templo de Minerva.

A finales de 1917 y principios de 1918 la ciudad fue devastada por terremotos que casi la destruyeron por completo, lo que llevó a una reconstrucción lenta y dificultosa. Durante la década de 1920 se construyeron obras significativas como el Palacio Centenario, también conocido  como "palacio de cartón", por los materiales sencillos y  provisionales con los que fue construido, e inaugurado para conmemorar los cien años de la Independencia, en 1921, y el zoológico La Aurora. A pesar de la adversidad, la población de la ciudad continuó creciendo de forma moderada.

Vista aérea de la ciudad de Guatemala, que data de 1960, en la que se observa la expansión de infraestructura y viviendas. (Foto Prensa Libre, Dirección General de Cartografía)

La llegada al poder de Jorge Ubico, en 1931, marcó una nueva etapa de desarrollo urbano. Durante su gobierno, que coincidió con la Gran Depresión, Ubico implementó políticas económicas estrictas y promovió la construcción de infraestructura y edificaciones públicas, como el Palacio Nacional —inaugurado en 1943— y los edificios de la Policía y Correos. Utilizó mano de obra forzada en estas construcciones, lo que no supuso un gran gasto financiero, relata Carlos Sabino en su libro “Tiempos de Jorge Ubico en Guatemala y el mundo” (2013).

El fortalecimiento del erario nacional, así como el gusto por lo ostentoso, quedó plasmado en la fisionomía de la ciudad. Los 13 años del gobierno de Ubico se distinguieron no solo por la creación de la red vial, sino por “el ímpetu que se  dio a la construcción urbana, el mejoramiento físico de la  capital y la erección de importantes edificios públicos, incluido el propio Palacio Nacional, su mayor obra, nos señala Sabino (2013) en su libro antes mencionado.

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Más allá del saneamiento económico, el desarrollo de infraestructura vial e importantes obras públicas durante el gobierno de Ubico, en lo social, se propicia el incremento de una clase media que va a reclamar un espacio propio en la ciudad.

La modernidad llega a la ciudad (1954-1976)

Entre 1954 y 1976, la ciudad de Guatemala experimentó un cambio significativo con la modernización y expansión metropolitana, impulsada, en gran medida, por una migración masiva desde el campo. Este fenómeno elevó la población de la ciudad de 284 mil 276 habitantes, en 1950, a 700 mil 504, en 1973.

La clase alta, buscando nuevos horizontes, se trasladó a zonas periféricas como las zonas 9 y 10, y más tarde, hacia la zona 15. Esto creó una oportunidad para la clase media, que ocupó las zonas centrales que la alta sociedad había dejado, buscando modernizar su nuevo vecindario; pero buscó también cercanía de la clase alta, asentándose a los alrededores —zonas 6, 7, 11, 12 y 18—.

Así lucía el Centro Cívico, zona 1, en 1966. (Foto Prensa Libre, Municipalidad de Guatemala)

 Mientras tanto, para los estratos más pobres y los recién llegados el desafío de encontrar vivienda adecuada se intensificó, y muchos recurrieron a viviendas precarias en forma de inquilinato masivo,  llamadas palomares.

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La modernización arquitectónica también dejó su huella en la década de 1950, con la construcción de grandes proyectos públicos hacia el sur de la ciudad. La Ciudad Olímpica y el Centro Cívico son ejemplos de la adopción del estilo funcionalista en la arquitectura, promovido por arquitectos como Jorge Montes, Roberto Aycinena, Carlos Haeussler y Raúl Minondo, relata Sonia Fuentes en su artículo académico “Patrimonio arquitectónico moderno en Guatemala y su gestión mediante el enfoque multidisciplinario” (2014). Esta nueva estética reflejaba los deseos de la clase media de modernizar el Centro Histórico, alineándose con una visión contemporánea y funcional del espacio urbano.

Del terremoto de 1976 a la actualidad

Desde el terremoto de 1976 la ciudad de Guatemala ha sido testigo de un crecimiento poblacional y una expansión urbana acelerados. Las tasas  fueron altas, con un 3.2% durante las décadas de 1970 y 1980, y un 3.1% en la década de 90. El terremoto dejó a muchos habitantes de bajos recursos viviendo en asentamientos precarios y en casas dañadas, lo que condujo a una serie de invasiones de terrenos privados en la década de 1980 como resultado de la crisis económica, relata  Gellert en la “Historia general de Guatemala” (1993).

El sector manufacturero se trasladó hacia la periferia y zonas de uso de suelo mixto, en especial, en municipios vecinos, lo que refleja una estrategia de las grandes empresas de situarse cerca de las arterias principales de la ciudad. Este movimiento se ha complementado en años recientes con el auge de la construcción de centros comerciales, edificios de oficinas y apartamentos, en buena parte en el sur de la ciudad, lo cual es un  indicador de altas inversiones en proyectos de construcción para la clase urbana pudiente.

Un fenómeno urbano notable es la emergencia de dos “centros” en la ciudad de Guatemala: el casco histórico, que se ha transformado en un centro popular debido a los daños del terremoto, el crecimiento poblacional y el abandono por parte de la clase media, y la “zona viva” —zona 10—, que se ha establecido como el centro de la élite urbana. Este segundo centro muestra un desarrollo impresionante, debido a altas inversiones en proyectos de construcción para el nivel socioeconómico alto urbano.

Vista de la ciudad de Guatemala, en el 2015. (Foto Prensa Libre, Darian Arévalo – UFM)

En las últimas décadas de la ciudad de Guatemala han confluido varios factores para que el casco histórico se caracterice como centro popular a ojos de Gellert y otros urbanistas. Los fuertes daños causados por el terremoto de 1976, el aumento explosivo de la población, así como el abandono del núcleo histórico, ahora, por parte de la clase media, da lugar  a una nueva ocupación por clases populares, incapaces de preocuparse y mantener los valores de carácter histórico, no siempre  por falta de interés, sino más bien por falta de recursos.

Ante esta supuesta falta de valorización y de capacidad por parte de los nuevos pobladores del Centro Histórico se pone en marcha una legislación, la cual más allá de proteger la zona 1, trata de recuperar la ciudad tardovirreinal que fue modificada por la modernidad, introducida durante las décadas de 1950 y 1960, misión que aún está muy lejos de cumplirse.

A modo de cierre, hemos podido apreciar cómo los diferentes acontecimientos naturales, económicos y sociales han ido forjando el tejido urbano de la  ciudad de Guatemala, que, si bien se ha ido desarrollando con sus luces y sombras, toca hacer un alto y pensar, como sociedad, qué esperamos para los próximos 500 años.

*Especializado en Urbanismo y director de Wichiteca