Sin embargo, en el presente pueden reconocerse los de profesionales guatemaltecos que han aportado al conocimiento de estos espacios donde el entorno natural y las diversas estructuras de las diferentes áreas van ofreciendo algunas respuestas sobre las primeras sociedades precolombinas.
El arqueólogo Carlos Morales-Aguilar es uno de estos últimos, y de cuyas investigaciones ha surgido información relevante sobre el sitio arqueológico El Mirador, ubicado en Petén.
Su trabajo, que se ha valido de la implementación de tecnología LiDAR, una especie de escáner de gran potencia, permitió que a principios de este año se dieran a conocer cerca de 964 asentamientos prehispánicos bajo la cuenca kárstica de El Mirador.
Meses después, Morales—Aguilar volvió al Parque Nacional Mirador-Río Azul para dar continuidad a un proyecto junto a la Universidad de Texas, en Austin, Estados Unidos, donde utiliza tecnología LiDAR e imágenes satelitales de alta resolución para detectar construcciones agrícolas en los humedales de la zona, y donde explora el terreno para determinar qué productos se cultivaban en el pasado.
¿Cuál es el origen de su constante cercanía con el sitio arqueológico El Mirador?
Comencé en el 2003 como practicante y allí me formé como arqueólogo. Mi trabajo consistió, desde un principio, en fechar diferentes complejos del centro El Mirador, pero lo que me pareció muy interesante fue conocer el proceso de mapeo.
Desde la primera temporada me involucré en hacer exploraciones y terminé trazando nuevos mapas. Tanta fue mi curiosidad y deseo de aprender, que dos años después de haber llegado empecé a liderar un proyecto cuando todavía cursaba la licenciatura.
Mi tesis, parte del posgrado y también el doctorado, tomaron como referencia El Mirador. Desde un inicio me pareció fascinante hacer exploraciones e identificar el terreno, pero en ese entonces utilizábamos láser convencional de topografía que apenas fueron abriendo brechas tecnológicas.
¿Cuál es el giro que generó la tecnología LiDAR en la arqueología del país?
Esta tecnología líder militar, que fue desarrollada a finales de los noventa y a principios de la década siguiente, empieza a liberarse. Ha sido utilizada en muchos campos, y no solo para la arqueología, sino también para construcción, comunicaciones, mercadeo, seguridad, salud y planificación, entre otros. Se trata de una opción que nos ofrece imágenes con la mejor resolución.
Desde que comenzó a aplicarse en la arqueología, más o menos en el 2005, ha habido un avance significativo por el desarrollo continuo de mejores equipos e instrumentos. En el caso de Guatemala ha sido fascinante utilizarlo, porque ha revelado por primera vez un gran panorama de cómo las sociedades mayas se asentaron en El Mirador y su terreno de humedales. Resulta emocionante poder desvelar al público en general, en especial a los guatemaltecos, que las primeras sociedades fueron capaces de habitar zonas tan complejas.
¿Qué piensa acerca de la preservación de estos sitios, cuando en su mayoría el apoyo ha sido externo?
Si lo fuera a resumir en una sola palabra, sería frustración. Como guatemalteco, uno tiene que recurrir a otros para desarrollar su trabajo en el campo arqueológico. En este caso, tenemos que recurrir a emigrar al extranjero, y cuando lo ves desde afuera y lo comparas con muchos países que también manejan un patrimonio de este tipo, te das cuenta de las carencias que existen en Guatemala, pese a poseer tanta riqueza cultural y natural.
Muchas de estas enormes carencias surgen por falta de voluntad política. Nuestra responsabilidad como arqueólogos es brindar las herramientas necesarias para que el Estado se comprometa, con un mandato constitucional, a proteger el patrimonio cultural, que es nuestro legado ancestral.
¿Cuáles son las principales necesidades sobre este tema?
Que el Ministerio de Cultura y Deportes otorgue más presupuesto para la investigación y preservación del patrimonio. Hay otras dependencias, como el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), que deberían disponer de muchos más fondos para financiar proyectos. La misma academia, como la Universidad de San Carlos de Guatemala, debería contar con más presupuesto para financiar estas iniciativas.
De este modo creo que podría impulsarse la voluntad de impulsar el desarrollo, no solo de las investigaciones prehispánicas, sino también de la historia y la arqueología en general.
Podríamos tener numerosos avances en los próximos años y entonces hablar de una arqueología nacional financiada por el propio país. Eso sería e ideal, pero hasta el momento dependemos de los fondos extranjeros para reconstruir nuestra propia historia.
¿Cuáles son los desafíos para expandir los hallazgos más allá del trabajo de campo, del laboratorio y la academia?
Uno de los mayores obstáculos que afrontan los investigadores es la divulgación, socializar y dar a conocer de una manera amigable los datos científicos que uno genera. Es una piedra en el zapato, porque no todos tienen la capacidad de trasladarlo a toda la población. En lo personal, mi compromiso siempre ha sido socializar la información con las comunidades locales cercanas donde investigamos.
Creo que es el mayor aporte. Y en la medida que vamos generando más datos, creamos material para la población de menores de edad que es el mayor objetivo para que en ellos surja el interés por las sociedades del pasado. Desde luego que depende del presupuesto y la voluntad de los investigadores, pero debe ser integral en cualquier campo de investigación.
Luego de varios años investigando en un sitio arqueológico, ¿cuáles son sus reflexiones sobre lo que implica investigar el pasado?
A lo largo de mi experiencia me he dado cuenta que la Arqueología no es solo ir, excavar y desenterrar ruinas. Al incorporar otras disciplinas podemos responder más preguntas. En el caso del proyecto que he trabajado en El Mirador en los últimos tiempos, se busca integrar distintos enfoques de la geografía, no solo para contextualizar cómo vivieron los mayas en estas zonas de humedales, sino también dónde estaban sus recursos, qué tipos de estos explotaron, cómo practicaban su agricultura, cómo obtenían agua.
Todo este tipo de detalles, al integrar disciplinas, es importante, porque aporta datos de cómo se adaptaron. La tecnología nos brinda esta oportunidad. Como investigadores, determinamos los fechamientos, pero con paleopaisajes podemos ver cambios y cómo ha afectado. Esta combinación de disciplinas nos brinda la oportunidad de reconstruir la historia en lo cultural y ambiental. No podemos desprendernos de comprender las sociedades sin su entorno y viceversa.