Se les encuentra dispersos y perdidos entre la multitud que a diario transita por la famosa avenida del Centro Histórico de la Ciudad de Guatemala, pero están organizados, porque en alguna ocasión la Municipalidad les indicó que solo podían trabajar en horarios determinados; sin embargo, luego de unos pocos trámites, lograron quedarse.
El experimentado
Esteban Vásquez, 45, se considera un artista experimentado, y afirma que la caricatura es el escalón más alto de un dibujante porque esta técnica requiere sagacidad, además de habilidad, para darle a este tipo de arte un verdadero carácter.
Vásquez es el más antiguo de los artistas del Paseo de la Sexta y también uno de los más conocidos. Asegura que puede crear un producto de calidad en tan solo 10 minutos.
“No hay una forma fácil de trabajar, ser un artista callejero es parte de la idiosincrasia de este pueblo”, resalta. Ofrece sus servicios todos los días por las tardes y pinta al óleo, además de hacer caricaturas. El artista comenta que de los miles de transeúntes, solo unos cuantos tienen la sensibilidad de detenerse y apreciar el trabajo del dibujante. “Solo los peces muertos van con la corriente, ir en contra de ella me asegura que sigo vivo”, filosofa.
Negociante
Para Melvin Rodríguez, 40, el trabajo que lleva a cabo es un hobbie que practica tres veces a la semana —martes, miércoles y jueves— y que le representa cierta ganancia. Desde hace un año y medio ofrece pinturas en acuarela, retratos al lápiz, lapicero y tinta. Aprendió este oficio de otro artista de la calle, quien lo instruyó sin costo ni egoísmo en las distintas técnicas. Considera que hacerse un retrato es muy significativo para las personas, pues es un momento en el tiempo que perdurará durante años. Ni lento ni perezoso este dibujante, a quien algunos llaman el señor de los anillos, prepara dibujos según la época para aumentar sus réditos. Rodríguez asegura que una de las características del guatemalteco es el regateo, y que él siempre está dispuesto a negociar un buen precio.
Sin temor
Jorge David Sumalé Marroquín, conocido como Kyaho, tiene 24 años, se graduó como perito contador y trabajó en una agencia bancaria durante dos años, y aunque le iba bien, sentía que trabajar entre cuatro paredes no era lo suyo.
“Cuando tomé la decisión de dejar mi trabajo, mi familia se sorprendió, pues ninguno creía que este negocio podría darme para aportar a los gastos del hogar, ni siquiera para sobrevivir”, expresa Sumalé.
Pero, confiando en su talento, se lanzó a la calle al tiempo que se adentró en el aprendizaje de distintas técnicas de dibujo. “Al principio fue difícil. Mi familia me tenía que ayudar en lugar de que yo pudiera hacerlo, pero el secreto es la perseverancia, porque la oportunidad siempre llega, solo hay que saber esperarla”, asegura. La recomendación que hacen sus clientes es su mejor medio de publicidad.
Aventurero
Uno de los dibujantes más jóvenes es Javier Díaz, 17, quien tiene solo cuatro meses de haberse integrado al gremio. Aprendió este arte gracias a su madre, quien la consideraba la mejor manera de alejar a sus hijos de las malas compañías.
Díaz no pudo continuar sus estudios, y seguir órdenes en una empresa también se le hizo complicado, así que tomó sus lápices y se instaló en el Paseo de la Sexta. “Dibujar siempre fue una satisfacción para mí y ahora es mi medio de subsistencia“, cuenta.
Aunque al principio no percibió ganancias, no se dio por vencido y con el paso del tiempo ha logrado ganarse la confianza de los clientes. El artista afirma que la convivencia con sus compañeros es buena y que nadie tiene nada de que presumir, pues todos son creadores y viven de atender al público.