Llegar a este municipio de Guatemala requiere un viaje corto, un poco más de 10 kilómetros durante los cuales se encuentran aún calles de terracería, la contaminación del río Las Vacas, que baña el lugar, y un puente inconcluso por el que pasan los residentes.
José Carlos Sequén, de 60 años, es uno de los artesanos. Lleva cerca de 40 años transformando el barro y comparte que son pocos los hombres en el municipio que se dedican a esa labor, debido a que, por tradición, son las mujeres quienes se especializan en ella, mientras que los hombres se inclinan más por la agricultura y otras ocupaciones
El trabajo actual
Lucrecia de González e Ian González, de Casa Cotzal, son propietarios de una empresa de exportación de artesanías y han trabajado con personas de Chinautla durante casi tres décadas.
Recuerdan que desde que empezaron a exportar tuvieron contacto cercano con los artesanos y en ese entonces iban de casa en casa para hablar con las mujeres que trabajan sus diseños. Ellas llevaban en redes sus productos y los hombres no les ayudaban a transportarlos, por la creencia de que ellos no tocaban el barro. Esta idea ha cambiado.
“En ese tiempo también aprendimos cómo los grupos familiares se especializaban en sus diseños; cada pieza tiene su mano”, cuenta De González. Es decir que cada grupo se dedica a un tema especial y así se sabe quién esculpe santos de madera, comales u otros productos.
En la actualidad tienen figuras tradicionales y también se ha innovado en diseños. González recuerda que una de las líneas más exitosas ha sido la que se dedica a piezas precolombinas.
“Actualmente, jóvenes diseñadores se están dedicando incluso a una línea más minimalista”, agregan.
“La gente en Guatemala se debe educar del trabajo que conlleva este tipo de artículos. A veces se menosprecia el hecho a mano y la cantidad de tiempo que requiere, así como el conocimiento que se da entre generaciones”, expresa De González, y añade que el regateo es frecuente en todo tipo de artesanías, pues no se toman en cuenta las horas de trabajo que conllevan y el conocimiento de los artesanos.
María Fernanda Velásquez, licenciada en Administración, creció en Chinautla y conoce esta labor porque su familia ha vivido de la transformación del barro. Comenta que sus padres y abuelos recuerdan cómo hace unos años gran número de extranjeros visitaba el lugar para comprar artesanía, lo cual ha cambiado y muy pocos llegan, así que hace falta que se dé a conocer más la variedad de productos que se elaboran en esa comunidad.
María Paulina Castellanos, especialista en jarrones y platos, comparte que aprendió esa labor desde los 8 años y reconoce que en el lugar afecta mucho la contaminación del río por la basura que llega de la ciudad y además la pandemia ha dificultado la venta de productos.
Una historia desde los orígenes
El Popol Vuh ya menciona que los dioses formaron hombres de barro, aunque vieron su fragilidad y tuvieron que destruirlos.
En una investigación, José Héctor Paredes y Luis A. Romero presentan algunas características de la cerámica de Chinautla descubierta en el Convento de Santo Domingo, procedente de las excavaciones efectuadas durante las temporadas de campo de 1989-90, dirigidas por Miguel Valencia, y las de 1994-96, con la dirección de Zoila Rodríguez. Se trabajó una muestra total de 7,440 tiestos que representan el 46.47% de la cerámica alisada y un 20% de la muestra total, y una muestra total de 126 platos completos.
Las diferentes representaciones de la cerámica tipo Chinautla Policromo del Convento de Santo Domingo muestran
su estilo de representar su forma de pensar en las artes decorativas, a pesar de la imposición de la Conquista. Los diseños decorativos mantienen un trazo especial y representan minuciosamente los diferentes motivos que se plasmaron en cada una de las vasijas, lo cual se vuelve más burdo a medida que los españoles ejercen influencia sobre los indígenas.
La vajilla Chinautla es la muestra más numerosa del total de cerámica recuperada en excavación. Las muestras se han extraído tanto en los interiores como en los exteriores del complejo arquitectónico. Es una de las cerámicas más antiguas del período colonial y una de las más utilizadas.
Esta cerámica se expandió por toda la ciudad colonial y frecuentemente se ha encontrado en excavaciones efectuadas en los conventos de San Francisco, La Concepción, La Ermita de la Cruz de los Milagros, Santa Clara y Dolores del Llano, así como en otros sitios que estuvieron bajo la Orden Dominica. Varias muestras se han encontrado en Amatitlán, Villa Nueva, Zacapa y Cobán.
La cerámica actual que se produce en el municipio es bicroma, naranja o rojo sobre blanco o crema. Lo que más se puede apreciar hoy en día de esta tradición son figurillas, monocromas y bicromas, como ángeles, palomas, ceniceros y otras.
Otra investigación, publicada por Claudia Azurdia en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de San Carlos, propone la creación de un centro de exhibición y comercio de artesanía de cerámica de Chinautla. Explica que la alfarería de este lugar se relaciona con una estirpe ancestral, de procedencia prehispánica. “Estos centros alfareros se caracterizan por estar ubicados en los mismos lugares que antes de la llegada de los españoles. Desde entonces ya eran centros ceramistas de renombrada calidad. Entre ellos encontramos el municipio de Chinautla”, describe.
Otros centros de cerámica de origen prehispánico se encuentran en Santa Apolonia, Chimaltenango; Rabinal, Baja Verapaz; y San Luis Jilotepeque, Jalapa, entre los más importantes
La cerámica de origen prehispánico es de carácter utilitario y decorativo, además de tener relación con la cosmogonía indígena. En esta se observa un sincretismo religioso entre el cristianismo y las antiguas creencias. La cerámica de Chinautla, por ejemplo, tiene figuras con máscaras de baile o candeleros en forma de mujer que recuerdan a las mengalas y chichiguas —niñeras y amamantadoras— del siglo XIX, aunque estas representaciones han sido objeto de una acelerada extinción.