Aunque por su nombre no lo aparente, Lemus sí es guatemalteco. Su familia es originaria de las áreas rurales de Amatitlán y Jalapa. Su nombre surge por el fanatismo que tenía su papá por el boxeador Muhammad Ali y Yasser Arafat, líder nacionalista palestino. El deseo de su padre era que tuviera el liderazgo ideológico de Arafat, que se caracterizó por ser un líder nato y sacar adelante a su país.
Crecer con estas ideologías ha llevado a Lemus a buscar la innovación en otros países, regresar a Guatemala para implementar lo aprendido en sus proyectos y así aportar al desarrollo de la sociedad por medio de la tecnología.
Ha viajado a diferentes países como Canadá, Estados unidos, Japón, Portugal, entre otros…
Sí, de pequeño mis papás me llevaron a vivir a Canadá algunos años. Ahí aprendí inglés y tuve esta apertura a otros mundos, que me enseñaron a que existen otras realidades a las que conocemos en Guatemala. Aunque en la escuela yo era el latino, era un ambiente diverso porque había compañeros de la india, China, Francia, etc. Entonces, a mi corta edad aprendí acerca de la diversidad. Regresé a Guatemala a los 8 años, estuve en diferentes colegios porque mis padres cambiaban constantemente de casa, pero eso me enseñó a ser independiente y estar solo.
¿Cómo comenzó su gusto por la ingeniería y tecnología?
Desde pequeño me gustaba desarmar cosas y volverlas a armar, pero mi pasión intelectual la encontré en la universidad. Me gradué de la Universidad Francisco Marroquín en el 2002, como ingeniero en sistemas. Ya tenía experiencia como consultor en informática y tenía varias certificaciones, como la de Microsoft Certified Trainer, que son capacitaciones que uno lleva para dar clases.
Sin embargo, me di cuenta que la ingeniería de Microsoft (MCSE) no me gustaba porque los servidores están en cuartos fríos, además, cuando llegaba, por ejemplo a los bancos a arreglar el servidor siempre tenía un hombre a mis espaldas vigilando que no me fuera a robar algún dato. Pero con las clases me gustó el contacto con los demás, sentí que lo que más me apasionaba tenía un impacto en la vida de las personas.
¿Cómo surgió la oportunidad de estudiar la maestría en Informática Aplicada de la Universidad de Tohoku en Japón?
Mi sueño era ir a estudiar a otro país, ya que de pequeño tuve esa experiencia. Había escuchado mucho de Japón, entonces apliqué a varias becas, entre ellas una para la Universidad de Tohoku y me la dieron. Fue una experiencia nueva, porque era la oportunidad ideal para reinventarme y comenzar de nuevo, porque nadie me conocía. Además, tienen una cultura muy avanzada y me encantó que se apoyan mucho entre ellos.
Primero estuve como investigador del proyecto brainware, con el que querían crear cerebros artificiales. Había dos grupos, uno miraba todo lo relacionado a una computadora cuántica que realiza varias acciones a la vez y no paso a paso, y otro que veía las redes neuronales artificiales que eran como las ideas, la conciencia. En ese estaba yo. Estuve un año, cuando uno de los profesores me dijo que aprovechara mi estadía para sacar un grado académico, entonces obtuve la maestría.
¿Qué pasó cuando regresó a Guatemala? ¿A qué se dedicó?
Regresé después de cuatro años y reuní a un grupo de amigos para contarles lo que había hecho en Japón. Uno de los profesores de allá estaba haciendo un juego de nintendo que permitía a los jugadores hacer ejercicios mentales, con los cuales se evita el Alzheimer o Parkinson. Entonces, les dije que podríamos hacer un juego similar, comenzamos con el proyecto Cerebrex, un videojuego que desarrolla habilidades y destrezas en estudiantes.
El personaje principal era un maya e indígena, con la idea de reforzar la identidad guatemalteca. Entonces, aparte de que el atractivo principal era el desarrollo de las habilidades intelectuales de las personas por medio ejercicios mentales, tenía el refuerzo de la identidad cultural y reducía la brecha del acceso a la tecnología, porque no todas las personas sabían usar internet.
Nos fue bien en el proyecto, en el 2014 participamos en el concurso de videojuegos educativos a nivel internacional que se hizo en Berlín, Alemania. Quedamos en semifinales. Luego, lo llevamos a varios colegios a nivel departamental y nos dimos cuenta que era un proyecto de impacto social, porque estábamos creando conocimiento tecnológico y beneficiando a la sociedad.
Así nació la empresa Elemental Geeks, en la que hacían videojuegos y aplicaciones móviles.
Usted es considerado el creador de Mooc, el primer curso masivo abierto en línea en Latinoamérica
En el 2011, la Universidad Standford sacó los Massive Online Open Courses (Mooc) y los tomé. Al principio pensé que no me gustaría por ser educación a distancia, pero quedé muy sorprendido por su calidad. Cuando llevé los cursos, me surgió el deseo de hacer algo similar, pero para Latinoamérica y dada mi experiencia en el desarrollo de aplicaciones para dispositivos iOS, tome un curso excepcional de Stanford, lo traduje y lo impartí de manera gratuita y tuvimos más de 5 mil estudiantes.
Entonces, mi modo de operar es hacer investigación, viajamos para ver qué se está haciendo en el mundo, regresamos, hacemos algún proyecto con el que le lleguen los resultados al público en general y así ayudar a generar impacto y mejora en la sociedad.
¿Cómo surge la idea para crear el Galileo Bionic Hand?
Teníamos una impresora 3D en el laboratorio de Turing, en la Universidad Galileo. Uno de los compañeros que trabajaba conmigo vio que en Suráfrica un carpintero se cortó unos dedos de la mano cuando hacía su oficio y que, por medio de una impresora de este estilo le crearon su prótesis.
Entonces, decidimos que nosotros podríamos hacer algo similar porque teníamos la herramienta y cómo ingenieros podríamos programarlo. Ha sido un proyecto muy bonito porque hacemos prótesis biónicas y me ha enseñado que no solo se trata de ingeniería, sino que es un proyecto humano que tiene mucho impacto en la sociedad.
El Galileo Bionic Hand nos ha llevado a muchos lados a nivel nacional e internacional. Seguimos haciendo investigación científica para mejorarlo. Una anécdota con este proyecto es que una mamá se nos acercó para pedirnos ayuda porque su hijo a raíz de un accidente había perdono sus dos manitas. Mientras fabricábamos sus prótesis, el niño siempre preguntaba cuándo iba a tener sus manos, entonces la mamá le decía que si estudiaba más, nosotros nos apuraríamos y le daríamos más rápido sus manos. En ese año, el niño fue el abanderado del colegio y en el acto cívico salió agarrando la bandera de Guatemala, con uniforme de gala y sus guantes blancos con cinco deditos.
¿En qué trabaja actualmente?
Cuando hacíamos el Galileo Bionic Hand recibimos una donación de impresoras 3D. Entonces, nos propusimos hacer un proyecto más grande. Había un francés que estaba haciendo un robot llamado InMoov, impreso con impresoras 3D. Nosotros lo recreamos y mejoramos. Le dimos otra vida, porque le pusimos un traje de captura de movimiento y los movimientos que uno hiciera se traducían a los movimientos del robot, entonces era como un títere.
Este robot llamado Leonardo GreenMoov podría funcionar ahorita con la pandemia, porque en lugar de enviar a los médicos a los hospitales, se envía el robot y se controla desde casa. Todavía seguimos investigando esta área, específicamente la inteligencia artificial. Quisimos que cobrara conciencia, le enseñamos a hablar y a hacer algunas tareas. Estábamos desarrollando su sistema de movilización autónoma cuando comenzó la pandemia, y aprovechamos esto para desarrollar Blue Midnight, un robot que desinfecta ambientes de manera autónoma de virus y bacterias, incluyendo el coronavirus.
¿Cómo está Guatemala respecto a los avances tecnológicos?
La verdad, no hay diferencia entre Guatemala y el mundo. Ahora vivimos en el ciberespacio. Por ejemplo, mi hija recibe clases de ballet con una maestra boliviana, un amigo estudia para comediante y su grupo de comedia está en México. Con los cursos en-línea se quitó la restricción de fronteras. Entonces, Guatemala no está atrasada a nivel académico con otros países. Gracias a la tecnología ya no hay excusa de generar más desarrollo.
En lo que estamos atrasados es en la inversión y confianza. El guatemalteco no confía en los productos nacionales.
Logros
Alí Lemus fue el traductor del libro RISC-V Reader de Dave Patterson, profesor de ciencias de la computación de la Universidad de California, Berkeley, quien recibió el premio Turing en el 2017. La presentación del texto fue en Barcelona. La versión en español, traducida por Lemus, fue gratuita.
Por otro lado, el guatemalteco forma parte de la serie Tu casa es mi casa, que se transmite por HBO Mundi y HBO Go. Esta es una producción brasileña, en la que los conductores viajan por 12 ciudades latinoamericanas para dar a conocer personajes científicos, artísticos y músicos. Por parte de Guatemala, Lemus fue en científico elegido y en el capítulo aborda la temática de inteligencia artificial.