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Coleccionistas de antigüedades: dónde están los guardianes del pasado en Guatemala

Los años no pasan en algunos objetos; algunos, incluso, suelen tener más valor con el paso del tiempo. A veces lo que uno menos imagina resulta ser un objeto de colección.

Anticuarios, o antiguedades

La percepción de un objeto antiguo varía entre generaciones y se relaciona con el valor histórico de los mismos. (Foto Prensa Libre: Belinda S. Martínez)

Hay algunos objetos que narran historias y otros que regresan el tiempo.  ¿Alguna vez ha pensado que quizás el celular o la computadora que hoy utiliza, en unos años se convertirá en una antigüedad o en una pieza de colección? ¿Imagina que en algún momento los objetos que guarda por algún valor sentimental o histórico pueden llegar a ser coleccionables?

En un recorrido por el Centro Histórico de la ciudad de Guatemala hay muchos objetos que hacen una regresión del tiempo.  Incluso, algunos con más de 300 años de antigüedad, que, a pesar de tener apariencias rústicas, son piezas de alto valor histórico.

Tal es el caso de los denominados “macacos”, esas monedas que fueron las primeras fabricadas en Guatemala y datan de 1700. Quién se iba a imaginar que un objeto tan pequeño, llegaría a adquirir un alto valor través de los años.   Hoy, estas, son muy valiosas y codiciadas por los coleccionistas numismáticos. 

Hablar de antigüedades, quizás, pueda ser un concepto subjetivo, y cada generación le da su propio significado; sin embargo, toda antigüedad, además de evocar una historia, también despierta un recuerdo y evoca un sentimiento.

Ya sea el vestido de bodas que utilizó nuestra mamá, la cadena que nos heredó nuestra abuela o la cristalería en la que comíamos cuando visitábamos a la familia, las antigüedades son el reflejo de una estación específica de la historia, de una forma de vida distinta a la que hoy conocemos y que despierte la curiosidad e interés de muchos por tener esas piezas que apelan a recuerdos y emociones.

Adquirir una antigüedad para una persona es como como incorporarse a algo del pasado, que fue relevante para alguien y que vuelve a tener relevancia para la persona que quiere ese objeto”, dice Aníbal Chajón Flores, historiador, sociólogo e investigador del Centro de Estudios de las Culturas en Guatemala de la Universidad de San Carlos (CECEG).

Y es, precisamente esa necesidad de mantenernos en comunicación con las generaciones del pasado, las que mantienen vivos el negocio de los anticuarios. 

El concepto de antigüedad

La Ley para la protección del patrimonio cultural de la Nación, considera como algo antiguo un objeto que tenga más de cincuenta años a partir del momento de su construcción o creación y que represente un valor histórico o artístico para el país; sin embargo, coloquialmente el concepto de antigüedades va cambiando a través de los años.

“El concepto de antigüedad va cambiando de generación en generación y va adaptándose a las épocas, nosotros podemos considerar antiguo un objeto que tenga 100 años, pero si lo comparamos con algo que tiene 500, no lo es. Para mí esta definición es bastante subjetiva”, comenta Chajón.

Tiquetes de pasaje utilizados para el servicio de autobús urbano con números capicúa. (Foto Prensa Libre: Belinda S. Martínez)

Bajo esa visión, Chajón explica que una antigüedad no necesariamente debe tener un valor monetario. Cada pieza tiene su historia, un recuerdo, e incluso toda una forma de vida distinta a la que hoy conocemos.

¿Cuántas veces no recordamos las historias que nos contaban nuestros padres o abuelos cuando ven algo que le recuerda a su época? Todos estos relatos vienen acompañados de memorias y generalmente buenos recuerdos. “Hay personas que guardan una flor en un libro que recibió de alguna pareja y si esa flor la encuentra décadas más tarde habrá toda una historia alrededor de ello y evocará un sentimiento especial para esa persona”, indica Chajón.

Pero que un objeto sea valioso para una persona no necesariamente implica que tenga un valor histórico, y por eso los negocios de anticuarios no pueden darles un valor monetario a los sentimientos. “El ‘valor’ sentimental de una pieza es invaluable, pero nosotros no podemos pagar los sentimientos porque la gente no compra sentimientos”, comenta Boris Herrera, vendedor de antigüedades en un negocio ubicado en la 13 calle y 3a. avenida de la zona 1.

Locomotora de metal a escala utilizada como juguete a principios del siglo XX. (Foto Prensa Libre: Belinda S. Martínez)

¿Viejo o antiguo?

El coleccionista y amante de la fotografía Sergio Cruz define como algo antiguo todo aquello que este en buenas condiciones y sea funcional, “eso quiere decir que tengan todas sus piezas y que la persona que los compre los pueda utilizar, porque si un artículo no llena estos requisitos no es una antigüedad, aunque tengas 100 años, se convierte en una cosa vieja”, comenta.

Cruz administra un negocio de compraventa de antigüedades ubicado en la 6a. avenida y 3a. calle de la zona 1. Él, al evaluar una antigüedad toma en cuenta tanto lo exterior como lo interior de la pieza. “Para mí lo que diferencia una antigüedad de una cosa vieja es su funcionalidad y que el objeto esté en muy buen estado”, explica.

La condición, el color e incluso la edición de los objetos son muy importantes para determinar su valor, “dependiendo de qué cantidad fue la que se emitió, el tiempo de fabricación o su edición, aumenta su valor”, recalca Cruz. 

Para el coleccionista hoy están “de moda” dos conceptos: lo vintage y lo retro. Él explica que no se deben confundir ya que un objeto retro está inspirado en modelos de otra época o evoca un tiempo pasado, mientras que se le conoce como vintage a una pieza antigua.

Antigüedades y anticuarios de guatemala
Cámara de fuelle Agfa Billy Record de la marca alemana Afga, popular en la década de 1930. (Foto Prensa Libre: Belinda S. Martínez)

La diferencia de un anticuarios y un coleccionistas

Según Herrera, ser coleccionista es “algo que ya se trae”. Sin embargo, no es lo mismo ser un coleccionista a ser un anticuario. El primer término hace referencia a una persona que colecciona distintas piezas, pueden ir desde cosas muy sofisticadas hasta piezas simples, lo que los caracteriza es que ellos le dan un valor. Por otro lado, un anticuario es un especialista en piezas antiguas.

“Para ser anticuario hay que tener conocimiento previo de las piezas y para adquirir este conocimiento es necesario leer, oler y tocar. Leer para informarse de las distintas antigüedades que existen, no solo de Guatemala sino a nivel mundial. Oler y tocar para identificar los detalles de la pieza. Ser anticuario es una profesión”, puntualiza Cruz.

Profesión en riesgo

Raúl Morales, socio de Herrera en su negocio, comenta que según su percepción el negocio de las antigüedades va en decadencia, punto que comparte Chajón. “Hubo una época muy próspera para este negocio, aproximadamente finales del siglo XX, pero esto se degeneró, porque en la época de 1990 los delincuentes comenzaron a robar piezas valiosas y luego estas eran encontradas en las casas de antigüedades. Esto marcó un cambio en el mercado, las personas empezaron a tener más cuidado con no adquirir piezas robadas y esto generó una baja en este comercio”, comentó.

Para Chajón la delincuencia alteró mucho el mercado y los coleccionistas dejaron de comprar piezas antiguas, pero esto no significa que haya poco o no haya interés en adquirir antigüedades. Sin embargo, a medida que las generaciones van envejeciendo, estás irán descubriendo nuevos objetos para coleccionar.

Antigüedades y anticuarios de Guatemala
Billetes de 100, 50 y 25 pesos de los bancos Americano, Agrícola Hipotecario y de Guatemala. (Foto Prensa Libre: Belinda S. Martínez)

Cruz también comenta que el coleccionismo se convierte hasta cierto punto en un vicio. Por eso él recomienda tomarlo como un pasatiempo y no obsesionarse por conseguir una pieza, ya que una “colección” puede estar compuesta por una o dos piezas e irlas adquiriendo conforme los recursos lo permitan.     

Para ser un anticuario, Cruz recomienda informarse, leer y aprender del arte, conocer de la cultura, de las marcas, de los precios en el mercado y empaparse del tema para poder darle valor a un objeto. Sin embargo, Chajón considera que el precio justo de una antigüedad es el que el vendedor está dispuesto a recibir y el comprador a pagar.

Las antigüedades del futuro

“En la actualidad las personas ya no guardan nada, nadie se pone a pensar que un objeto tendrá valor en el futuro”, reflexiona Morales. Recordemos que el concepto de antigüedades se va modificando año tras año, estos objetos reflejan toda una forma de vida distinta a la que conocemos y que ha cambiado a través del tiempo. Cualquier cosa va convirtiéndose en susceptible para guardarse y conservarse incluyendo lo que hoy consideramos como algo moderno.

Si se vuelve al concepto de que toda antigüedad cuenta una historia, ¿Qué pasará si actualmente ya no guardamos nada? ¿Cómo se contará nuestra historia a las generaciones posteriores?

Antigüedades y anticuarios
Pieza de porcelana de la marca francesa Limoges, azul con detalles en dorado. (Foto Prensa Libre: Belinda S. Martínez)

“Yo he tirado todos los celulares anteriores al que tengo y hoy en día no conozco a nadie que conserve sus computadoras porque toda la gente las desecha al adquirir nuevos modelos. No nos detenemos a pensar que la tecnología en algún momento va a convertirse en una pieza de colección”, comenta Chajón. En 50 años las nuevas generaciones querrán adquirir una televisión plana "como la que había en la casa de mi abuelo", pero si las desechamos ellos no tendrán esta oportunidad.

Para Cruz también es importante valorar el papel. “Debemos valorar todo lo que sea escrito y todos los registros fotográficos —impresos— ya que estos cada vez son menos, cada vez vemos menos papel y esto será valioso en el futuro”, explica el coleccionista.

Cualquier objeto que no sea perecedero es susceptible a guardarse, como recomienda Cruz “El coleccionismo hay que tomarlo suave, no es necesario tener una colección con muchos objetos, lo importante es escoger las piezas”, explica.

Ya sea que esté empezando una colección con objetos que actualmente no considera como antigüedades o esté iniciando en este pasatiempo con piezas que le recuerdan al pasado, lo importante es tener paciencia y disfrutarlo.

Recordemos que todo es coleccionable. El fin siempre será satisfacer esa necesidad nostálgica de recordar nuestro pasado. 

Plancha de carbón o de brasas utilizada desde el siglo XIX hasta mediados del siglo XX. (Foto Prensa Libre: Belinda S. Martínez)

Economía de la nostalgia

La nostalgia también puede ser una forma de ganarse la vida. Los objetos antiguos no solo representan valor histórico, sino que también despiertan recuerdos y emociones en quienes los adquieren. Este fenómeno ha sido acogido por numerosos programas de televisión como El precio de la historia o Cazadores de tesoros que han popularizado la compra y venta de todo tipo de elementos.

Un bazar Local

En Guatemala, durante muchos años existió una actividad en la cual un grupo de recolectores de antigüedades denominado El bazar del coleccionista en el que llevaba piezas únicas a distintas ubicaciones para que la población conozca sobre historias, culturas y conceptos de cada una, y varias también estaban a la venta. Aunque el coleccionismo sigue siendo un pasatiempo para algunos, el negocio de las antigüedades lucha por mantenerse. La pasión por estos objetos y su capacidad para evocar recuerdos sigue viva, pero el desafío está en adaptarse a los nuevos tiempos y encontrar maneras de conectar el pasado con el presente de manera significativa y sostenible.

ESCRITO POR:

Belinda S. Martínez

Periodista de Prensa Libre del área de bienestar y cultura.