Este año, el equipo del desarrollo del CubeSat (primer satélite guatemalteco que será lanzado al espacio) de la Universidad del Valle de Guatemala, fue reconocido como Personaje del año debido a que este logro científico constituye un gran paso científico y tecnológico para el país.
El ser humano, desde civilizaciones ancestrales, siempre ha sentido inmensa fascinación por el Universo. La humanidad entró en la era espacial luego de que tuviera el primer contacto con el cosmos, cuando el primer satélite artificial, Sputnik, construido por la Unión Soviética, orbitara el 4 de octubre 1957 la Tierra. A partir de este hito, científicos e ingenieros de todo el mundo no han dejado de investigar y llegar cada vez más lejos en el espacio.
Sesenta y dos años después de este logro, Guatemala también entra en el campo de la ciencia espacial, luego de que se concluyera la construcción y pruebas de su primer satélite, Quetzal-1, en septiembre último, a cargo de un gran equipo de la UVG. El aparato está desde principios de diciembre en manos de la Agencia de Exploración Aeroespacial de Japón (JAXA), en el Centro Espacial de Tsukuba, entregado por el ingeniero Víctor Ayerdi, codirector del Proyecto CubeSat y director de Ingeniería Mecánica e Ingeniería Mecánica Industrial de UVG. JAXA se encargará de que sea lanzado hacia la Estación Espacial Internacional (EEI) por el cohete Falcon 9, de SpaceX, cuyo despegue está previsto desde Cabo Cañaveral, Florida, EE. UU. en marzo del 2020.
Origen del proyecto
La participación de dos equipos de estudiantes de la UVG en la competencia anual de CanSats, en el 2013 y 2014, organizada por la Sociedad Americana de Astronáutica y patrocinada por organizaciones como la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (Nasa), marcó el inicio de la colaboración del doctor guatemalteco en Ingeniería Aeroespacial Luis Zea —egresado de Ingeniería Mecánica de UVG—, el otro codirector del proyecto CubeSat, quien motivó a los estudiantes a participar, los capacitó y guio durante el proceso, desde Colorado, EE. UU., donde labora en la compañía BioServe Space Technologies.
Participar en esta competencia fue transcendental para que estudiantes de UVG conocieran la metodología de Ingeniería de Sistemas de la Nasa para proyectos espaciales, aspecto clave para que, posteriormente, pudiera iniciarse el desarrollo de Quetzal-1.
Pero el camino para concluir la construcción, pruebas y entrega del aparato a JAXA no fue fácil de recorrer, principalmente, porque no había antecedentes en el país de este tipo de tecnología. Tocó investigar, crear, implementar y capacitar desde cero, con el apoyo y orientación de personas e instituciones en el extranjero. Fue en enero del 2014, cuando Zea comenzó con cuatro estudiantes el proyecto de desarrollo de un satélite CubeSat 1U, de 10 cm por lado. Hasta el momento, han sido unas cien personas las involucradas en el proyecto, entre estudiantes, profesores, egresados de UVG y asesores internacionales.
Fueron innumerables las veces en que se aprendió de los errores, y eso es de halagar, porque quedó demostrada la determinación y coraje del equipo para alcanzar su sueño, destacando el trabajo de José Bagur, Emilio Miranda, Marvin Martínez y Dan Álvarez, quienes se iniciaron en el proyecto como estudiantes y ahora ya son ingenieros, y que trabajaron la fase final de entrega del satélite a Japón.
Esencial para alcanzar este logro fue haber resultado ganador el equipo de UVG, a nivel mundial, en septiembre del 2017, del concurso del Programa de KiboCube, organizado por la Oficina de Asuntos del Espacio Exterior de las Naciones Unidas y JAXA, que brinda a la institución seleccionada la oportunidad de llevar al espacio y poner en órbita su satélite, lanzamiento que tiene un costo de entre US$75 mil a US$100 mil. “Ese reconocimiento a nivel mundial generó, finalmente, la credibilidad en Guatemala de que realmente estábamos trabajando en un satélite”, indica Ayerdi.
Los fondos totales para materializar el proyecto ascendieron a US$260 mil, 70% de los cuales fueron cubiertos con apoyo internacional, el 25%, por la UVG, y el resto, con aportes nacionales. Una de las contribuciones más grandes fue el de la Agencia Espacial del Reino Unido, que invirtió en pruebas —de tolerancia, vibraciones y termovacío para simular las condiciones durante el despegue— y viajes a Escocia unos US$62 mil.
“Cada año avanzábamos, muy despacio, pues no es fácil cuando se trabaja algo por primera vez, pero no imposible”, dice Ayerdi.
Es importante destacar que el 70% del desarrollo del satélite, conformado por unos 1 mil 300 componentes, se debe al trabajo de estudiantes de UVG, que tienen un promedio de 21 años. Esta circunstancia representó un reto, puesto que, generalmente, quienes construyen este tipo de satélites adquieren un 75% de los componentes —de costo elevado—, para reducir riesgos, lujo que el equipo no se podía permitir y que significaba mayor carga de trabajo, pero que les dejó mayor aprendizaje.
Entre las principales piezas están los paneles solares, antena, módulo de comunicación, computadora de abordo y cámara monocromática. “Yo no he apretado ni un tornillo. Mi rol ha sido otro. Y ninguno de los que hemos intervenido en este proyecto somos genios. Solo hemos sido capaces de ser persistentes, de pedir ayuda o de sacrificar actividades personales para dedicar tiempo al proyecto y de ser constantes con un fin común”, añade Ayerdi.
Además de la parte técnica, debían adquirir conocimiento específico para preparar la documentación requerida. El expediente donde se demuestra que Quetzal-1 cumple con todos los requisitos de JAXA para ser enviado al espacio consta de 134 páginas. Recibir la notificación oficial de que esa agencia japonesa aprobaba la entrega del satélite significaba que Guatemala entraba en el grupo selecto de países que han desarrollado tecnología espacial.
Así mismo, se han tenido que completar formularios para que la Nasa autorice la inclusión del satélite guatemalteco en la misión CRS-20 de suministros a la EEI que, como se indicó, será enviada en marzo.
Como parte de la construcción de Quetzal-1, fue necesario gestionar el registro de la estación espacial de la UVG ante organismos internacionales y nacionales pertinentes.
“En Guatemala nos creemos incapaces de hacer cosas diferentes de alto impacto o justificamos por qué no podemos hacerlas. Si tuviéramos equipo para esto, si tuviéramos tiempo, si tuviéramos fondos, si las instituciones fueran diferentes, siempre hay una razón para no hacer las cosas. Invertimos el tiempo buscando esas excusas, en lugar de invertirlo en aprender y buscar formas para hacerlas”, dice Ayerdi.
Posterior a su arribo a la EEI, se programará el despliegue del satélite al espacio, y entrará en órbita entre abril y mayo 2020.
Quetzal-1 transmitirá y recibirá información desde la Estación de Control en Tierra instalada en la UVG, para lo cual se cuenta con el apoyo de la Superintendencia de Telecomunicaciones de Guatemala.
Una vez se confirme que los subsistemas del Quetzal-1 funcionan según lo previsto, se le enviará la orden al satélite de capturar imágenes con el sensor monocromático que lleva en su interior, para su posterior recepción y procesamiento en Tierra.
Es importante mencionar que todos estos procesos son requeridos para trasladar cualquier experimento al espacio, por lo que, un beneficio adicional del Proyecto CubeSat, más allá de su misión científica, es que deja a Guatemala un precedente para aplicar en un futuro estos conocimientos, experiencia y capacidades.
Elección del nombre
En el 2018, Prensa Libre promovió el concurso de votación en línea, organizado por UVG y este matutino, para elegir, en mayo de ese año, el nombre del primer satélite de Guatemala. El ganador, por mayor número de votos, entre 10 finalistas, fue José Miguel Ortega Yung, estudiante en ese entonces del último grado de bachillerato en Computación. ¿Por qué eligió el nombre de Quetzal-1? se le preguntó al joven. “Quetzal, porque es el símbolo de nuestra libertad y porque en el himno nacional dice ‘ojalá que remonte su vuelo más que el cóndor y el águila real’. Va a estar orbitando junto a satélites más grandes. Y uno, porque comienza una nueva era tecnológica hacia donde vamos a avanzar para el desarrollo y prosperidad de Guatemala”, contestó.
Así mismo, Prensa Libre, conjuntamente con UVG, organizaron un concurso entre diseñadores para elegir el emblema que representará la misión del primer satélite guatemalteco.
Guate va al espacio
Indiscutiblemente, el proyecto se dio a conocer de forma mediática en todo el país y fuera de sus fronteras, gracias a la serie Guate va al espacio que ha sido publicada en las páginas de Prensa Libre, desde enero del 2018, los sábados, cada 15 días. En estas entregas se ha explicado con sumo detalle, en algunas ocasiones con material infográfico, las características de los componentes, proceso de construcción, misión, retos y pruebas del primer satélite nacional.
Asimismo, se han publicado temas en torno a la investigación y avances en el campo espacial, entrevistas con integrantes del equipo y con expertos vinculados con el proyecto.
Estos artículos han sido preparados juntamente con redactores, diseñadores e infografistas de Prensa Libre. El objetivo de esta serie, además, es que ayude a motivar a niños y jóvenes a incursionar en el campo tecnológico y científico.
“Con toda la información que disponíamos, podíamos y debíamos comunicarla a toda Guatemala. Buscamos un medio para hacerlo y planteamos a Prensa Libre hacer publicaciones periódicas. Con su apoyo, llevamos 48 entregas quincenales”, indica Ayerdi. La serie llegará a su fin hasta que Quetzal-1 sea lanzado al espacio.
Gracias a esta serie, la compañía aeroespacial escocesa Astrosat y la Agencia Espacial del Reino Unido se enteraron del proyecto, y ofrecieron hacerse cargo de los costos de las pruebas del satélite en laboratorios especializados en Edimburgo, Escocia, en noviembre último, así como viajes de ocho integrantes.
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