La ópera es un placer para los oídos, un género que debe apreciarse sin prejuicios. Quienes se dedican a este arte logran con sus voces cautivar los sentidos y provocar las más intensas emociones.
La guatemalteca Adriana González tiene ese talento y ha trabajado durante 10 años para abrirse camino en el mundo operático.
Ella ganó este año el certamen Operalia —creado por Plácido Domingo—, en las categorías de ópera y zarzuela, en la rama femenina. Mario Chang lo hizo en la masculina, en el 2014.
La soprano lírica convenció al jurado de otorgarle la distinción que la convierte en la primera guatemalteca en conquistar ese premio, en el Teatro Nacional de Praga.
En la gala, Adriana cantó Amour, ranime mon courage, de la ópera Romeo y Julieta, de Charles Gounod. De la zarzuela Mirentxu, de Jesús Guridi, interpretó Goizeko eguzki argiak.
Por sus logros, Prensa Libre la seleccionó como personaje destacado del 2019 en el área de cultura.
Un sueño cumplido
Adriana González está en Frankfurt, Alemania, donde reside desde agosto pasado. Se mudó para preparar su interpretación de la Condesa de Almaviva, en las Bodas de Fígaro, papel con el que debutará el próximo año en la compañía Ópera Nacional de Lorena, luego de su actuación en la Ópera de Frankfurt.
“Cada rol que puedo interpretar es un premio”, dice Adriana, cuya voz se ha escuchado en el Teatro del Liceo en Barcelona y en otros recintos de Suiza, Francia y Austria.
Ha sido una década de esfuerzo y preparación, que comenzó de la mano de la soprano Bárbara Bickford y que la ha llevado a interpretar distintos personajes, pero el de mayor responsabilidad es Liú, en Turandot, del italiano Giacomo Puccini.
Este es un rol primario muy expuesto, con arias difíciles de cantar, lo que le permitió conocer su capacidad vocal y psicológica para encarnar a un personaje tan intenso. Además disfrutó participar en una ópera de su compositor favorito.
“Algo tengo que estar haciendo bien”, indica Adriana sobre los logros alcanzados hasta ahora. “Se abren los ojos a todo lo que potencialmente puedo seguir haciendo si sigo trabajando de esa manera”, agrega la artista de 28 años al otro lado del teléfono, desde Fránkfurt.
Cantar en las obras Madame Butterfly y Tosca, de Puccini, y La Fuerza del destino y Aída, de Giuseppe Verdi, son su aspiración. “En el mundo de la ópera estos roles son un reto grande. Ese es un buen sueño para cumplir”, asegura.
Por ahora la intérprete está satisfecha con el aprendizaje que le deja este año, como el ganar Operalia y preparar su primer disco con música de cámara francesa, que lanzará el 4 de marzo del 2020.
El próximo año volverá a escenarios de España, Francia y República Checa, y estará por primera vez en Tokio, Japón.
“Son pequeños pasos que me llevan por todo el mundo. El 2020 se augura muy dinámico”, dice, a dos semanas de haber estado en Guatemala para ofrecer un concierto benéfico. “Con la ópera, cada cierto tiempo los cantantes viajamos de un lugar a otro, porque las producciones duran dos meses. Entonces estamos dos meses en París, en Suiza, en Fránkfurt, en España, y cada vez que uno hace un proyecto hace distintas amistades que se convierten en familia”, expresa. Lleva seis años de vivir en Europa.
Arduo trabajo
De niña, Adriana escuchaba a María Callas y a Luciano Pavarotti, pero no tenía la madurez para comprender el género. En la universidad decidió estudiar música y en el 2009 se inició en la ópera con Bickford.
Durante estos años estudió técnica vocal, aprendió a conocer lo que es capaz de hacer con su voz, a actuar y danzar, pues la ópera combina distintas artes para crear un montaje que despierte un cúmulo de sentimientos, más allá de las palabras.
Esto requiere entrenamiento, y cuando Adriana se entera de que estará en un montaje comienza a prepararse un año y medio antes del debut.
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