FAMILIAS EN PAZ
Virtudes de la paternidad
La paternidad es una de las mayores bendiciones de la vida, es, de hecho, el mejor oficio del mundo. Saber que producto del amor entre un hombre y una mujer se concibe un nuevo ser que depende por completo de sus padres produce un sentimiento de gratitud y responsabilidad.
Los hijos son un diamante a pulir. Somos los padres quienes tenemos la tarea de instruirlos, formándolos de tal manera que lleguen a ser promotores de paz y armonía en la humanidad. Sin embargo, cuando vemos en la sociedad rebeldía, falta de amor y respeto hacia los padres, incremento de la delincuencia juvenil y aumento de hogares monoparentales, es válido preguntarnos acerca de las causas. Por supuesto que existen causas estructurales, pero la conducta rebelde de los hijos tiene, en la mayoría de los casos, como causa primaria la ausencia o indiferencia de una paternidad responsable.
¿Cómo ejercer con sabiduría la paternidad responsable? Hay un principio bíblico que trasciende generaciones y que es determinante para la bendición y vida plena de los individuos, familias y sociedad: la honra a los padres.
A él generalmente acudimos cuando queremos zanjar una discusión, diferencia o conflicto con nuestros hijos. Sin embargo se trata de un principio que debemos cumplir aun cuando seamos adultos con una familia establecida. Nunca dejamos de ser hijos y el modelo de respeto y honra que tengamos hacia nuestros padres determinará en gran manera la actitud que nuestros hijos tengan hacia nosotros. Ellos finalmente imitan lo que ven en casa, el ejemplo los arrastra a tener la misma actitud.
También está implícito que sean los padres quienes brinden instrucción y apliquen disciplina oportuna y justa, en amor. Quien se niega a hacerlo no ama a sus hijos, los arrastra a una mal crianza que le traerá deshonra hacia sí mismo. Es un llamado a gobernarlos con sabiduría, evitando ser severos que lastimemos sus corazones o tan indulgentes que los guíen al libertinaje.
En este punto debemos estar conscientes de que, a pesar de cumplir la tarea de instruir y disciplinar, no significa que nuestros hijos no vayan a cometer errores, porque con seguridad lo harán, pero ante ello no debemos reaccionar con ira que los desaliente o anule, sino conducirlos a que aprendan a reconocer sus errores y busquen enmendarlos. En ningún momento debemos convertir la paternidad en una tiranía, sino la oportunidad única de guiarlos, motivarlos y modelar en ellos las virtudes del amor y la misericordia que Dios quiere ver reflejado en cada ser humano.
Los padres, sea que estemos conscientes o no, tenemos la enorme responsabilidad de modelar las virtudes de Dios en el hogar: amor, disciplina, juicio y misericordia. En la medida que le conozcamos, estaremos ejercitándonos para ser modelos de nuestros hijos. Sin embargo, en la actualidad hay una tendencia a transferir la responsabilidad a la escuela, a la iglesia o al Estado. Por supuesto que cada una de estas instituciones cumple con una función complementaria en el desarrollo del individuo, pero la tarea principal en la formación de los hijos recae en sus padres. Y no se trata de contar con los recursos materiales y financieros suficientes, sino de tener la disposición de ejercer la paternidad en amor.
Es un hecho que para conocer el carácter de los padres, basta ver la conducta de sus hijos. Por sus frutos se conoce si el árbol es bueno. Si queremos ver una mejor sociedad, vayamos a casa y amemos a nuestra familia. Formar hijos que sepan honrar a sus padres es lo mejor que podemos hacer para transformar el mundo.
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