PRESTO NON TROPPO

Una semana en cuatro momentos

I Holst: Los planetas. Saint-Saëns: Segundo concierto para piano. Alfonso Hernández, solista. Igor Sarmientos, director. Tuvo que pasar más de un siglo desde la composición de la portentosa suite orquestal que sentó las bases de la música para películas del espacio —que ni siquiera se habían producido en ese tiempo—, antes que se escuchara esta obra en Guatemala. Sin duda, un mérito del maestro Sarmientos, quien no solo se atrevió a estrenarla en nuestro país, sino que supo manejar la gran complejidad que implica el montaje de esta obra escrita para large orchestra. Su serena capacidad de dirección, su inteligente criterio para los contrastes y su cuidadosa atención al detalle –exigencia primordial para su adecuada ejecución– ciertamente compensaron la falta de costumbre que priva en nuestro medio, a la hora de abordar música de gran formato. El pelo en la sopa fue la amplificación de sonido totalmente innecesaria, en especial durante la sección final, cuando el exceso de volumen echó a perder el efecto del coro oculto. Un gran logro, empero, por parte de Igor Sarmientos, e igualmente un aplauso emocionado a Alfonso, cuya brillante ejecución al piano redondeó el concierto más brioso del XIV Festival de Junio.

II. Orquesta de Violonchelos en Homenaje a los 100 Años de Eduardo Ortiz Lara. Emotivo. Valioso. Un recital de excepción, rebosante del cariño que le guardan sus antiguos alumnos. El repertorio, claro está, esencialmente incluía piezas que hablan de la época en que el propio maestro Guayo era estudiante del Conservatorio. Música que él cultivó y que también enseñó a dos nuevas generaciones de chelistas guatemaltecos. Lastimosamente, aquí lo inadmisible fue la manera en que unos funcionarios públicos aprovecharon la ocasión –y el trabajo de dos meses del grupo de chelos– para imponerle (así, imponerle) a última hora una medalla gubernativa, como relegando el concierto a un número más en un programa que ellos no habían preparado. Por fortuna, lo que brilló fue el hermoso tributo de quienes pudimos mostrarle musicalmente nuestro aprecio al maestro Ortiz.

III. Paisajes de la Memoria por las Víctimas de las Desapariciones Forzadas en San Juan Comalapa, Chimaltenango. El retorno de 172 osamentas anónimas a su tierra de origen y un monumento conmemorativo. Pareciera que el recuerdo de casi doscientos seres humanos masacrados a causa del terrorismo de Estado no tuviera lugar en esta crónica. Pero sucedió esta misma semana. Y la música no estuvo ausente. Gracias, Sara Curruchich, Ch’umilkaj Nicho, Ketzalí Awalb’iitz, Sotz’il, Fernando López, Sergio Reyes Mendoza… por su participación y por permitirme compartir como artista ese momento, necesario, conmovedor, reconfortante.

IV. Shostakovich: Sinfonía N° 12. Jan Václav Kalivoda: Concertino para oboe. Fielding Roldán, solista. Robert Debbaut, director. El programa lucía un tanto contrapuesto. Por una parte, el pequeño concierto para oboe (que recuerda a Rossini) de un autor checo, la mayor parte de cuya vida aconteció en Alemania. Por la otra, la intensa sinfonía que uno de los principales compositores del siglo XX creó en honor a Vladimir Ilich Ulianov –Lenin– y que ha sido objeto de mucha controversia. No obstante, la Sinfónica Nacional de Guatemala, en su versión de orquesta de cámara, tanto como en la partitura completa del autor ruso, sonó excelente, el pasado jueves. Muy buena entonación y articulación por parte de Fielding. Óptimo dominio del maestro Debbaut quien, sin extralimitarse, e incluso con notoria gentileza, obtuvo una vigorosa respuesta por parte de la orquesta.

Cuatro momentos llenos de muy diversas –y muy humanas– energías.

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