PRESTO NON TROPPO
Una mirada al arte y al coleccionismo
Definido como la práctica y la técnica para ordenar adecuadamente un conjunto de cosas, el coleccionismo ha acompañado al ser humano desde tiempos remotos. De esto pueden dar prueba innumerables vestigios arqueológicos que los exploradores e investigadores no han hallado dispersos al azar, sino siguiendo alguna disposición sistemática, desde cavernas y entierros antiguos, hasta edificaciones y espacios intencionalmente diseñados para ello. Hablamos de razones rituales para crear series y juntas de objetos, pero también de razones simbólicas, tales como exponer riquezas, trofeos, conocimientos exclusivos, poder. Hay motivaciones a cuales más variadas: superstición, acumulación, ostentación y, eventualmente, una genuina valoración de aquello que se colecciona.
Esto último, apreciar y disfrutar —de una manera histórica y estéticamente informada– la producción de pintores, escultores, fotógrafos y creadores de instalaciones hoy día es de particular importancia en el mundo de las artes visuales, pues lleva a los coleccionistas a invertir cuantiosos recursos en piezas existentes e inclusive a comisionar piezas nuevas, bajo pedido. Esto también está muy lejos de simplemente comprar un cuadro porque juega bien con el amueblado de la sala… o imaginar que se le está haciendo un favor al autor porque anda necesitado de dinero… Hemos de recordar que lo que ahora llamamos arte es bastante diferente de lo que otrora eran enseres útiles y no se consideraron como obras de arte sino hasta fallecidos sus productores, pasados los años, o los siglos, bajo una visión relativamente reciente en el transcurso del tiempo. El retrato-legado que alguien encargó pintar para aleccionar a sus herederos en su casa, se transforma así en la pieza-contemplación que tiempo después cuelga en una galería, para eventualmente convertirse en el bien-refugio que se vende, se subasta y pasa a figurar en enciclopedias y en los textos casi ininteligibles de tantos curadores (curador = ¡persona designada para cuidar de otra cuya capacidad se califica como “limitada”…!)
Una muestra muy interesante y valiosa, que pone en palestra estos temas y otros más, se abrió este mes y permanecerá a la vista del público hasta fines de junio, gracias a los continuados esfuerzos de la Fundación Rozas-Botrán, en celebración de los 20 años del Festival Arte en Mayo. Más de cien artistas guatemaltecos, salvadoreños y de algunos países de Latinoamérica se ven representados en cuatro locales (Zona 14, Paseo Cayalá, Museo Unis y el Museo Nacional de Arte Moderno) y comprueban, una vez más, el extraordinario nivel de expresión que siempre han desplegado los cultivadores del arte visual de Guatemala, por encima de las otras manifestaciones del arte en nuestro medio. La exhibición está orientada a promover la adquisición de las piezas expuestas, con el objetivo de seguir financiando las labores de instituciones médicas y asistencia social que dicha fundación respalda, pero la admisión general e incluso las visitas guiadas a coleccionistas son gratuitas. El propio catálogo de la muestra, magníficamente impreso, es una pieza de colección en sí misma.
Así, pues, más allá de los aspectos materiales del coleccionismo, tomo prestado el texto del catálogo a fin de corroborar que lo que se busca es “una plataforma para el debate y la reflexión del conjunto de disciplinas artísticas visuales que posibilitan la comunicación, el desarrollo intelectual y la sensibilización de los seres humanos” precisamente por intermedio del arte. Ojalá esto se entendiera –y se aplicara en igual medida– en el ámbito de las artes escénicas en este país.
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