CON NOMBRE PROPIO

Una justicia afligida

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Afligir significa: causar tristeza o angustia moral. No viene entonces mejor adjetivo a nuestra justicia, la aflicción la aqueja. Vladimir Aguilar Guerra renunció al cargo de magistrado a la Corte Suprema de Justicia y su decisión fue explicada con una crítica muy fuerte a sus excompañeros de Corte, los acusó de abusivos y de resolver en contra del Derecho.

Que una parte critique a un tribunal al obtener una resolución desfavorable no es noticia, pero que un magistrado al presentar su dimisión razone la misma con un argumento tan fuerte a sus colegas, sí nos debe obligar a analizar lo que sucede en nuestro sistema judicial, toda vez que días antes otro magistrado había sido recién despojado de su derecho de antejuicio por decisión del Congreso.

Lo dicho por el magistrado Aguilar Guerra no puede caer en saco roto, sin importar lo que se crea de la causa que se le imputa, porque él mismo señala que no podría sentirse cómodo al integrar corte con quienes han demostrado desprecio a la ley, es claro que su caso fue la gota que derramó el vaso.

Este momento, para la administración de justicia guatemalteca, es más que una crisis y así debemos entenderla porque todos somos o usuarios o potenciales usuarios de la misma, de eso no nos salvamos.

Hemos sostenido que el “negocio” de Puerto Quetzal apestaba desde el inicio y que los órganos de control debieron haber actuado, manifestamos a la vez nuestro apoyo a las acciones que el partido Encuentro por Guatemala ha promovido en torno a revertirlo, pero no puede pasar desapercibido que ese partido denunció en lo penal al magistrado Aguilar Guerra y que uno de sus diputados, Luis Fernando Montenegro, no se excusó de integrar la comisión pesquisidora conformada para conocer del antejuicio. Su excusa hubiera obligado al pleno a conocer de la causa que lo hacía parecer “juez y parte”, pero calló y el procedimiento por el magistrado saliente fue tachado. Con esto perdimos todos.

La elección de la Corte Suprema de Justicia y de magistrados a Corte de Apelaciones la objetamos y en su momento denunciamos a los operadores del sistema de impunidad, compadrazgo y tráfico de influencias. Esto tiene un mal de raíz. Recordemos también que algunos magistrados se hicieron auxiliar en los amparos que objetaban el procedimiento llevado a cabo por el Congreso por quien después fue candidato presidencial del Partido Patriota, Mario David García, así que el vínculo quedó más que demostrado y que hoy se quieran vender como “no partidistas” no debe engañarnos.

La justicia, si de veras queremos construirla, requiere en primer término objetividad, y esto es lo que se ha perdido. Se aplauden las causas, sin importar las imputaciones, conforme “la opinión pública” alabe o castigue al presunto infractor y esto es grave. No hay peor juez que la Plaza y que quien señale lo contrario y se la lleve de cristiano que recuerde cuál fue la suerte de Barrabás y cuál fue la de Jesús o a quien no le guste ninguna cita teológica que busque en cualquier libro de historia lo que ocurrió con la inspiradora Revolución Francesa.

Los jueces deben estar alejados de la lisonja y la tentación, por eso construyamos una nueva justicia y también rechacemos aquellos que no quieren cambiar nada para que la estructura de impunidad les siga permitiendo hartarse con la cuchara grande en desmedro de los intereses nacionales. Este es el momento del cambio, pero el cambio exige responsabilidad, firmeza y prudencia; ojalá podamos como sociedad hacerle frente al reto.

@Alex_balsells

ESCRITO POR:

Alejandro Balsells Conde

Abogado y notario, egresado de la Universidad Rafael Landívar y catedrático de Derecho Constitucional en dicha casa de estudios. Ha sido consultor de entidades nacionales e internacionales, y ejerce el derecho.