FAMILIAS EN PAZ
Una fortaleza social
Formar una familia y fortalecerla requiere de diversos factores. Uno de ellos, el más fundamental, es el compromiso y fidelidad de cada cónyuge.
La base de la familia es el matrimonio; institución creada por Dios para el desarrollo integral del individuo y proveerle las herramientas necesarias para integrarse a la sociedad. En la relación conyugal, tanto el hombre como la mujer deberán tener la madurez necesaria para adaptarse a la nueva relación filial y a las circunstancias de la vida familiar, lo cual implica dejar de anteponer su individualidad para dar paso a la convivencia mutua buscando el beneficio y desarrollo mutuo. El egoísmo y la individualidad destruyen las relaciones. El compromiso y la fidelidad conducen al ejercicio de una paternidad responsable, que inicia cuando ambos están conscientes de tener la madurez física, emocional y espiritual para formar un nuevo núcleo familiar.
La familia es la una unidad de convivencia que prepara a los hijos para enfrentar los desafíos sociales. Cada generación se configura conforme lo aprendido en casa, el ideal del hogar que permanece en los hijos es el hogar paterno. El éxito o fracaso matrimonial de nuestros hijos depende en un alto porcentaje de la experiencia vivida en casa, del ejemplo que les demos.
Formar un hogar implica mucho más que la simple convivencia en un espacio físico determinado, demanda la creación de un entorno agradable, seguro, que dé satisfacción a todos sus integrantes para que se desarrollen de forma integral, brindándoles identidad y pertenencia. Debe ser el refugio al cual podemos acudir cuando nos enfrentemos a los desafíos de la sociedad. No se trata de tener una casa llena de comodidades materiales pero carentes de amor, unidad y fortaleza espiritual. En un verdadero hogar se experimenta el amor, la comprensión y la edificación mutua, ambiente que es determinado por la intimidad de las relaciones entre sus miembros, principalmente de los cónyuges. Cada pareja es responsable de construir su propio entorno de seguridad y desarrollo.
Habremos fracasado si alguno de los miembros de la familia (cónyuges o hijos) no disfruta del placer de estar en casa, o no encuentra atractivo el entorno del hogar, buscando llenar este vacío en otros ambientes: el trabajo, los amigos, el deporte o, lo que es peor, en una infidelidad. Es frecuente en la sociedad moderna encontrar hogares desintegrados, individuos frustrados por no ser capaces de establecer una relación madura, cuyo ambiente hace propensos a los hijos a caer en cuadros depresivos o a depender de sustancias dañinas, para evadir el ambiente de casa.
La coherencia del actuar diario con los principios éticos y morales es determinante. La contradicción destruye, crea inestabilidad debilitando el carácter. Es en los verdaderos hogares donde se forman los hombres y mujeres de carácter fuerte, íntegro, incorruptible, siendo esta la fortaleza de una nación.
La convivencia conyugal y familiar exige fidelidad, esfuerzo, sacrificio, compromiso y coherencia. Si la familia se deteriora, la sociedad también. Edifiquemos verdaderos hogares para transformar la sociedad desde su cimiento.