PLUMA INVITADA

Una economía aletargada

Pablo Rodas Martini  @pablorodas

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¿Es la corrupción la que ha ralentizado el crecimiento de la economía guatemalteca? ¿O es la causa el ataque a la corrupción, propiciado por la Cicig y el MP? Me encantaría decir que es lo primero, pero me temo que es lo segundo. La corrupción en Guatemala siempre ha sido considerable. A ojo de buen cubero diría que lo “tradicional” ha sido que entre un 10-13% del presupuesto  se pierda en los malolientes vericuetos que políticos y empresarios proveedores del Estado construyen y reconstruyen después de cada cambio de gobierno.

Esa ha sido una tajada que se le ha despojado a los guatemaltecos por muchas décadas —quizás en unos pocos casos bajando a un 7-10%— como sangre que sanguijuelas le succionan al Estado. Sin embargo, pese a eso, el PIB del país ha crecido en el pasado hasta un 4 o 5% anual. Que podría crecer un poco más —quizás otro punto porcentual sin la corrupción— es cierto, pero aunque sea incómodo admitirlo: la economía nacional ha crecido a pesar de la corrupción, como ha sucedido por décadas en China, India, Perú, México y tantos otros países.

"La Cicig y el MP son tan excelentes en destruir lo malo que… arrasan con todo".

Desde que tengo memoria —y ya rebaso el medio centenario— nunca había presenciado un ataque tan frontal a la corrupción como el que ha tenido lugar en los últimos años gracias a la Cicig y el MP, por lo que asumiría que estamos en un “período bajo” de corrupción: en ese rango de un 7-10% del presupuesto de gastos, y quizás hasta un poco más bajo, y no gracias al gobierno. Se han desmantelado redes muy estructuradas de corrupción, comenzando con la de Otto Pérez y Roxana Baldetti. La corrupción sigue, pero de que la Cicig y el MP la han reducido no me cabe ninguna duda. De otro modo, ¿qué sentido tendrían todas esas capturas?

¿Cómo se explica que la Cicig y el MP contribuyan a reducir la corrupción, pero que la economía marche más lento? Algunos dirán que son factores internacionales: las políticas proteccionistas o de deportación de Trump serían un culpable obvio. Pero no es así. La lucha de Trump es contra China, la UE, México o Canadá; nuestra economía no es sino una sardina comparada contra la ballena de EE. UU. Además, los datos económicos indican que las exportaciones del país siguen creciendo (cerca de un 5% anual); que la recepción de remesas también (cerca de un 14% anual); la tributación (cerca de un 5% anual); el turismo mantiene su dinamismo; el tipo de cambio se mantiene estable; las reservas internacionales están más altas que nunca (cerca de US$12 millardos); que si bien el crédito bancario al sector privado se ha estancado, el crédito en dólares ha seguido creciendo (cerca de un 10% anual), y podría seguir mencionando más indicadores… si es que el Banguat tuviera más.

¿Cómo se compatibiliza que la Cicig y el MP contribuyan a bajar la corrupción y que indicadores macroeconómicos importantes arrojen resultados si no asombrosos al menos positivos con la tercera parte del acertijo: que el Banguat haya revisado hacia la baja el crecimiento del PIB, cerca de 2.5%? Y es aquí donde tendríamos la respuesta a la interrogante que plantee en el primer párrafo (enfatizando algo que escribí ya cerca de un año atrás): me temo que la persecución de la Cicig y el MP, con sus intervenciones masivas de llamadas telefónicas, ha sido tan efectiva pero a la vez tan devastadora, casi como una medicina tan potente que no solo destruye el virus sino que termina por llevarse al paciente al hospital, si no a la morgue, y por lo que los funcionarios prefieran no tomar decisiones a tomarlas y correr el riesgo de ir a la cárcel, y por lo que los empresarios restrinjan su riesgo empresarial y prefieran no aventurarse en nuevos emprendimientos, o lleven sus inversiones a otros países de la región en los que no haya una Cicig ni un MP que monitoree cada llamada.

He ahí nuestra tragedia: la Cicig y el MP son tan excelentes en destruir lo malo que… arrasan con todo.

@pablorodas

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