SIN FRONTERAS

Una causa de pocas golondrinas

|

2013. El día fue el más largo de todos, rebalsado de visitas. Como era de frecuente suceder, un amigo llamó a la prima del vecino de la novia. Un auténtico chumul todos nosotros, de negras cabelleras. Pasa que quienes viven en Eastern Tennessee, aprovechan y explotan la presencia de un abogado de su país. Así, ahí llegué, el abogado Pedro, recomendado por los vecinos, armado de mis herramientas de trabajo. Como pala la impresora, un teclado de cincel. Y sí, en medio del tropel, fue Amado quien me hizo sentir inquieto. Sentado, se puso frente a mí; su mirada sigilosa examinó mi entrevista con decenas de paisanos. No hay aquí nombres fantaseados, se les llama por quienes son. Pasó Milton, con su hijo Maikol; Héctor, Amarilis, y también pasó Marizol. Todos con una colección de líos enredados en los consulados y en Renap. Los registros incendiados, nombres confundidos y pasaportes malogrados en la burocracia internacional. Ambulante, un abogado de pueblo congraciado, se honra con la merced de ser cierto confidente. El patrimonio apreciado: lograr en campo que un cliente le desvele sus más secretas preocupaciones. Pasaron Noemí, Irineo, Jony y Olegario, todos hablaban. Pero así, también pasó la tarde, y la noche; y sentado, de brazos cruzados, seguía ahí Amado, papá de uno, dos, tres, cuatro, cinco almas nacidas en Guatemala que, viviendo en las montañas de Eastern Tennessee, carecen de registro en Renap. Hoy comienzo a sentir que pierdo herramientas. De carne y hueso, nada más que con la fuerza de un humano, llega la hora de usar este canal infinito, y llamarlos por el ciberespacio, para rogarles su disculpa; para pedirles su perdón.

No sorprende por qué los hombres de maíz tomaron ese lugar de casa. Su paisaje hace magia, como la magia montañosa que transpira nuestro propio occidente. Y me valgo de ese encanto, para excusarme con ellos. Pues quizás fue el verde pletórico de tanto árbol; o el místico azul de los montes Apalaches. Quién sabe, tal vez eso nos hizo sentir invencibles. O quizá influyó el deber que llama, al oír sus dramáticas historias. Cuando al final Amado abrió su vida frente a mí, no quedó más que verle a los ojos, y ofrecerle en promesa que juntos cambiaríamos el rumbo. La ley de Guatemala, planteada como estaba —y como aún está—, no permite cabida a sus hijos, ni a otros miles de expatriados, para inscribirse en Renap. “Los perros” —Amado me lloró— “tienen aquí más papeles que mis hijos”. Y yo me conmoví. País ingrato, blasfemé. Confieso que maldije adentro. Nos fundimos de manos en un trato de honor. Ofrecí desde entonces promover un cambio para lograr su inscripción; o en el último de los casos, denunciar a los pasivos responsables, los cancilleres, los directores, los cónsules y presidentes, para evidenciar su condenada indiferencia. “Lo haremos público”, le dije determinado, imaginando un escándalo nacional, que jamás llegó.

2018. El país se sume en conflicto. Esta vez, de momento, de ideas y palabras. La cancillería y el servicio exterior, jalados por polos contrapuestos en su apreciación sobre Cicig. Y ambos utilizan el nombre del migrante para lograr control internacional. Fue la excusa perfecta para el turbio contrato de cabilderos en Indiana; el pretexto para hablar con Guterres en Nueva York; para tomarse la foto con Trump en el Desayuno de Oración, y también para citar a Jovel en el Congreso a interpelación. Pero anticipamos que poco se hablará sobre sus problemas, que llaman a puntuales soluciones. El escándalo no se logró, y aún los perros seguirán más documentados. A su causa no se suman sociedad civil, medios, columnistas ni tuiteros. Ministros, presidentes, y comisionados, todos, por todos dispensados. Perdonen mis fallas, paisanos. Pero a su verano no logramos conmover a más golondrinas.

@pepsol

ESCRITO POR:

Pedro Pablo Solares

Especialista en migración de guatemaltecos en Estados Unidos. Creador de redes de contacto con comunidades migrantes, asesor para proyectos de aplicación pública y privada. Abogado de formación.