EDITORIAL
Un camino tortuoso
El colapso de la red vial, los enormes agujeros o grietas en varios trayectos y la destrucción de puentes, vitales para la actividad económica, son como una grotesca metáfora de la situación que afronta el país, donde la institucionalidad se ha desgastado pero no por los procesos judiciales anticorrupción sino por las actuaciones contradictorias del presidente, diputados y magistrados, la endeble credibilidad estatal y la copiosa lluvia de indignación ciudadana.
Así como la comunicación se hace cada vez más difícil por las principales arterias de la república, así se percibe la relación entre gobernantes y ciudadanos, en la cual ha sido determinante la percepción de que existen pocos o nulos esfuerzos orientados hacia la reconstrucción de esa confianza, sobre todo porque el mandatario Jimmy Morales se empeña en buscar solo a los sectores que le adulan y expresan apoyo, lo cual entraña gratificaciones ulteriores.
En ese deteriorado panorama sobresalen las cabezas de los poderes del Estado como figuras carentes de iniciativa o de credibilidad para restablecer con celeridad los puentes derrumbados por un alud de desconfianza, y esa percepción se fortalece por la falta de una asesoría certera, que es sustituida por una rosca de personajes inicuos.
Las vías hacia cualquier solución a la problemática nacional están llenas de baches y para la normalización de cualquier proceso las rutas son tortuosas, puesto que hasta ahora el representante de la unidad nacional se ha dedicado a dividir y a señalar culpables, a ahondar las dudas de su idoneidad, en lugar de reconocer sus errores y enmendarlos.
Nadie parece querer ver el derruido escenario, y quienes tienen esa posibilidad actúan con mayor perversidad al insistir en llevar adelante un proyecto opuesto al sentido común, que reclama cambios. No obstante el discurso oficial insiste en negar la realidad.
El invierno comunicativo recrudeció sobre el territorio nacional desde que el presidente Morales incurrió en la doble imprudencia de arremeter contra el jefe de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig), Iván Velásquez y, ahora, contra la misma entidad, al emprender una revisión unilateral del mandato a espaldas de la población, aunque recién quiso negarlo.
En su gira a Chiquimula, el viernes, Morales alcanzó nuevos niveles de mitomanía al afirmar que Guatemala ha tenido grandes avances en la lucha contra la corrupción, como si tratara de apoderarse de tal cruzada cuando en la realidad han sido reiterados los señalamientos de una supuesta politización de tal lucha, en afán de desacreditarla.
Al inicio de su mandato, esa actitud pudo tener algún nivel de comprensión, pero no ahora, cuando enfrenta serias acusaciones de corrupción y de buscar obstruir las investigaciones, tarea en la cual le acuerpa uno de los congresos más impresentables de la historia nacional.
No es casual entonces el parangón con el destrozo de la red vial y las serias limitaciones prevalecientes para cualquier diálogo fructífero en las actuales condiciones