ENCRUCIJADA

Transformación productiva e institucional

Juan Alberto Fuentes Knight

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La crisis política de los últimos meses ha contaminado el ámbito económico. Ha quedado en evidencia lo insuficiente que es repetir a coro que nuestra estabilidad macroeconómica es una maravilla. Ha demostrado que nuestra institucionalidad no funciona y que no se ha dado una transformación productiva capaz de generar inversión y empleo decente.

Por una parte, es cada vez más clara la existencia de una institucionalidad maltrecha, en parte reflejada en un poder político sin capacidad ni voluntad de representar a las grandes mayorías de guatemaltecos. Tanto el Congreso como el poder ejecutivo lo ponen de manifiesto. Pero esa institucionalidad no es solo política. También se refleja en instituciones como las fiscales, monetarias, ambientales, agropecuarias, de educación y salud, de seguridad y de relaciones laborales, incapaces de converger y traducir sus acciones y orientaciones en un amplio bienestar social y en una creciente inversión en la gente y en puestos de trabajo.

Por otra parte, es evidente la dificultad de avanzar por una trayectoria de transformación productiva. Esta necesaria transformación requiere el traslado de personas y de recursos desde sectores de menor productividad, como la agricultura que produce para el mercado interno, a otros sectores de mayor productividad, como un sector industrial dinámico o un sector de servicios innovador. Pero no estamos viendo eso. Predomina una expansión masiva de jornaleros obligados a abandonar sus tierras y que ahora tienen sólo dos opciones: trabajar temporalmente y en condiciones sumamente precarias en cultivos de exportación como la palma y la caña de azúcar, o emigrar a ciudades intermedias para ocuparse en el comercio o en servicios sin cambios en su productividad. Y la dependencia de remesas aumenta. Al mismo tiempo se amplía una población urbana en las ciudades intermedias y en el área metropolitana sin oportunidades de trabajo ni de estudio. Hay una transformación social pero no productiva.

Los desafíos son grandes: renovar nuestras instituciones e impulsar una verdadera transformación productiva. Eso no ocurre espontáneamente, como lo está demostrando nuestra historia. Depende de una voluntad colectiva, quizás impulsada por la indignación, para renovar o crear nuevas normas y organismos como base para reformar ámbitos que van desde la educación, la salud y la seguridad hasta la política laboral, ambiental, fiscal y monetaria. Estas instituciones nuevas o renovadas debieran funcionar eficazmente y no ser excluyentes. Requieren una reingeniería. En parte requieren imaginación para adaptarlas a nuestra cambiante y plural situación social y política. Pero hay ejemplos de países exitosos que pueden servir de inspiración para dar los primeros pasos y luego avanzar de manera exploratoria para profundizar los cambios y corregir los errores.

También debemos avanzar con la transformación productiva que se necesita para aumentar nuestra productividad. Requiere inversión productiva y en la gente, con una atención especial a los servicios, donde se están refugiando tantos guatemaltecos frustrados ante la dificultad de superarse, y a la agricultura, que demanda condiciones de trabajo decentes para miles de trabajadores sin tierra y sin esperanza. Requiere una apuesta estratégica por el turismo, la agroindustria y la agricultura de precisión, con énfasis en la pequeña escala pero de calidad, acompañado de un inmenso esfuerzo para reconstruir la infraestructura e integrar humana y comercialmente a nuestro país. Pero todo esto no ocurre espontáneamente; exige instituciones incluyentes que sustenten esta transformación y que la orienten, basados en una visión estratégica compartida. Requerimos una seria transformación institucional y productiva para avanzar.

fuentesknight@yahoo.com

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