SIN FRONTERAS
Sin capitán en la tormenta perfecta
“Y cuando se vino la tormenta perfecta, navegábamos sin capitán”, narrará algún cronista en el futuro para describir la antesala del desastre migratorio que se perfila en el país. “Perfecta” se le llama a la tormenta que reúne una rara combinación de elementos que, en el momento y lugar precisos, se convierten en la peor pesadilla para cualquier marino en altamar. Y es prudente ya hablar de que esa fatídica combinación se ha fijado sobre nuestro país en el contexto de la movilidad humana internacional.
Guatemala es un país que depende de la exportación de su talento humano de manera malsana. Eso, más o menos, ya todos lo comprendemos. Desde hace más de treinta años, sin mayor reflexión, permitimos que el talento abandonara un ente al que bien podría llamarse como la Pesadilla Guatemalteca. Y es que claro quedó que en su momento, como lo es ahora, la construcción de un modelo incluyente era demasiado pedir. Así, en tan solo un par de décadas, las remesas familiares se colocaron como el máximo generador de divisas, contrario a lo que sucedió en países como Costa Rica, por ejemplo, donde fueron los ingresos provenientes del turismo los que superaron la exportación del agro.
La dependencia de la migración en lo económico y lo social es hoy un peligro nacional, por la visión instalada en el poder del gobierno estadounidense. Pero todavía hay quien se cuestiona si los mensajes incendiarios del presidente Trump contra la población migrante hispana son presagio de la realidad, o si son parte de un juego demagógico. Esto, como si el nombramiento de Jeff Sessions en la Fiscalía General, o las órdenes ejecutivas migratorias firmadas en enero no fueran suficiente evidencia de su visión. Amigos, lamentablemente, aquí parece cumplirse el aforismo de que si camina, nada y grazna como un pato, lo más probable es que estamos frente a un pato. Y en este caso, el pato es Donald Trump y su graznido nos anuncia una persecución despiadada en contra de nuestros compatriotas.
Como he escrito en ocasiones anteriores, las acciones antimigratorias estadounidenses se perciben desde dos campos de acción: las que buscan expulsar a quienes ya residen en ese territorio, y las que buscan contener nuevos ingresos por las fronteras. Desde 2014, este último esfuerzo se expandió hacia el sur, cuando Washington asignó fondos al gobierno federal mexicano para que se instalara un filtro eficiente que detuviera el caudal. El resultado fue efectivo, y se refleja en las masivas deportaciones desde entonces, desde México.
Ahora, con la nueva administración, se habla de fondos que podrían venir aún más hacia el sur, para controlar la frontera de México con Guatemala. A inicios de mes, los jefes de los comandos norte y sur de la milicia estadounidense sostuvieron una primera reunión con la diplomacia mexicana, y esta se dio, ni más ni menos, que en la sureña ciudad de Tapachula, a escasos kilómetros de nuestro territorio. El sigilo con el que se dio esa reunión da lugar a conjeturas sobre su propósito. A esto continúa que pasado mañana nos visitará el ahora secretario de Seguridad estadounidense John Kelly, precisamente para abordar la agenda migratoria.
Creo que es válido afirmar que Guatemala ha aceptado ser parte del filtro de seguridad de Estados Unidos en la región. Sin embargo, acciones como estas, que repercutirán en la estabilidad social y económica de nuestro país, deben ser manejadas con total transparencia por nuestro gobierno, que en cualquier latitud estaría obligado a negociar beneficios a cambio. Una tarea difícil de exigir en un momento que, como aquella tormenta, nos agarra sin capitán ni liderazgos, y sin muestra de reflexión de nuestros gobernantes sobre el peso de la historia que caerá sobre sus nombres.
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