FAMILIAS EN PAZ

Ser como niños

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Cuando era niño, hablaba, pensaba y razonaba como niño; pero cuando llegué a ser hombre, dejé las cosas de niño. Me puse serio, rígido y formal, dejé de hacer aquellas cosas que disfrutaba y que me hacían reír. Me atrapó el ideal de “ser alguien en la vida”, sin percatarme de que ya era especial para Dios, quien me creó como un ser único e irrepetible con un propósito eterno, que puso alrededor seres especiales, que sin importar lo que fuera o llegara a ser, me amarían tal como soy: mi familia.

Llegué a considerar el hacer como más importante que el ser, complicándome la vida en un estrés cotidiano que me consumía. Cada día, mes y año la misma rutina, los mismos objetivos materiales que dan la posibilidad de adquirir y consumir lo que se quiere, pero materializan la vida a tal punto de creer que son las cosas lo que definen tu identidad. Olvidé que la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posea, que no es rico aquel que acumula tesoros para sí, sino el que vive agradecido con Dios mostrando su amor por medio de hacer el bien y la misericordia a su prójimo.

Me olvidé de sonreír y disfrutar cada momento del día, me volví aburrido. Llené mi cabeza de conocimiento pero sin sabiduría, aprendí a comportarme para agradar a los demás olvidando ser yo mismo; reprimí al niño inquieto que llevo dentro. Olvidé que la vida es un regalo que debemos valorar y aun siendo adultos podemos disfrutar como niños.

¿Qué tal si volvemos la vista atrás para volver a serlo? Quizá ayude a reenfocarnos y hacer nuestra vida más placentera, a darle mayor sentido. Volvamos a ser creativos, explorando y contemplando, buscando nuevas alternativas, valorando las soluciones simples. Es cierto, el mundo avanza rápidamente, pero en medio de ello hagamos un alto y observemos con detenimiento, tomando el tiempo para aprender, para abrir nuestra mente a nuevas posibilidades, y como niños maravillémonos de las cosas nuevas que descubrimos.

No dejemos de jugar, de disfrutar cada actividad aun cuando estemos trabajando. No hay nada más sincero que la sonrisa de un niño, así que disfruta con ellos, ríete a carcajadas, recordando que las cosas más importantes de la vida las hemos aprendido jugando, amando, haciendo cosas divertidas, disfrutando de las cosas simples.

¿Recuerdas los juegos con tus amiguitos, y aun cuando hubo peleas o desacuerdos, al rato ya estabas jugando de nuevo como si nada hubiera ocurrido? Nos aceptábamos tal y como éramos, no había prejuicios. Ya de adultos levantamos barreras, guardamos rencor, pero de niños elegíamos el camino del perdón. Seamos responsables y maduros en nuestra forma de pensar y actuar, pero niños en la malicia y en la manera en que disfrutamos la vida.

Dedico esta reflexión a los niños en su día, especialmente a mis hijos, José Daniel y José Pablo, quienes están convirtiéndose en hombres, para que nunca olviden disfrutar y sonreír, honrar a Dios y elegir siempre el camino del perdón.

Ama a tus hijos, disfrútalos, bendícelos. Son saetas en manos de valiente.

platiquemos@familiasenpaz.com

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