EDITORIAL
Se rasga credibilidad de Jimmy Morales
La credibilidad del presidente Jimmy Morales está sufriendo un proceso de desgaste muy notorio y rápido, como lo comprueba la declaración del diputado Javier Hernández, jefe de la bancada FCN-Nación, quien ayer indicó que el mandatario no se enteró de la decisión de incorporar a diputados tránsfugas, pero que los diputados del partido que lo llevó al poder han actuado en forma diferente y por ello aceptaron a gente no solo cuestionada, sino proveniente de otros partidos, también sujetos al rechazo ciudadano por sus actuaciones anteriores en el Congreso.
Suena a burla la declaración de Hernández al decir que él no prometió que no aceptaría tránsfugas en su bloque, sino que fue el presidente Morales, quien al ser cuestionado por este mismo tema dijo que no incurriría en injerencia de poderes. No obstante, la explicación del mandatario al decir que no se entrometerá en asuntos internos de los partidos porque ahora es el presidente de todos los guatemaltecos también encaja en la posibilidad de un intento de engañar a la población, lo que constituye otro riesgo a su credibilidad.
Las declaraciones del jefe del bloque oficialista no pudieron ser menos infortunadas al señalar que ese cambio había sido hecho debido a que las realidades políticas indicaban que se necesitan más diputados para poder tener fuerza dentro del hemiciclo. Esa adquisición de todos modos no le permite ser una fuerza importante en el hemiciclo. Y es la misma justificación utilizada anteriormente. Líder, en la legislación pasada, aumentó curules gracias a desvergonzadas compras, una evidente forma de corrupción.
Resulta fácil inferir entonces que el eslogan de campaña, en referencia a la corrupción, ya no tiene validez, porque de nada sirve que el presidente no sea corrupto, si los diputados oficialistas cometen acciones de corrupción como consentir el transfuguismo, que está por quedar prohibido por ley. El Gobierno no puede esperar que la población crea que la bancada de diputados se permite actuar en contra del criterio del presidente. Eso puede ocurrir en democracias reales, pero aquí demuestra una posible ruptura entre el mandatario y los diputados oficialistas.
La pregunta inmediata es simple de entender: ¿Cuándo las palabras del presidente no sufrirán de hecho cambios fundamentales? ¿Cuándo se puede estar seguro de que el actual gobierno deberá ceder ante la realidad de que su fuerza política es nula o mínima dentro del Congreso? Al caer en una de las peores lacras políticas del pasado, en cierta forma admite que no podrá gobernar en forma distinta a quienes lo antecedieron. Podría decirse entonces que perdió una batalla presidencial, pero está perdiendo la guerra; es decir, la posibilidad de gobernar.
A menos de un mes de zarpar el barco gubernativo, comienza a hacer agua. Aún no ha llegado a ponerlo en peligro de naufragio, pero evidentemente los 47 meses que le faltan es un tiempo demasiado largo para que pueda llegar a puerto. La bienvenida al transfuguismo es una acción cuyos efectos serán devastadores, porque demuestran que el partido del presidente sí está dispuesto a practicar la vieja política.