EDITORIAL
Se abre el espacio a proyectos electoreros
Con la renuncia de José Luis Chea Urruela como ministro de Cultura y Deportes se inicia uno de los penúltimos acomodamientos de cara a buscar cargos de elección popular en la próxima contienda electoral, programada para dentro de casi ocho meses, aunque no será el único que abandone el barco.
De hecho, son variados los movimientos que se dan, a las puertas de las elecciones generales. En casi todos los rincones de poder se hacen movimientos, ajustes y preparativos para buscar embaucar a los potenciales votantes, muchos de los cuales son presa fácil de los cantos de sirena, y aunque nuestra reciente historia registra que el asfalto no satisface las principales penurias, siempre tiene una alta rentabilidad electoral.
Sin embargo, es en el Ejecutivo donde más se agitan las aguas, y la falta de inversión de los últimos meses ahora será más fluida, y se harán todos los esfuerzos necesarios para intentar de manera infructuosa levantar la imagen de un gobierno que difícilmente lo logrará, no solo porque ha sido el peor de nuestra historia de democracia electoral, sino porque es casi imposible que pueda endosarle su respaldo a alguno de los muchos aspirantes presidenciales.
El primer botín político con que cuentan las autoridades es lograr la reapertura de 45 comedores sociales, los mismos que hace algunos años pretendió usar a su favor la frustrada candidata de la Unidad Nacional de la Esperanza para buscar la presidencia del país.
El Gobierno ha iniciado de manera apresurada la implementación de 20 de esos comedores, y se espera que en los próximos meses se puedan abrir por lo menos 25 más, la mayoría de ellos ubicados en los lugares donde el actual partido oficial obtuvo más votos en las elecciones del 2015.
Dos efectos tienen estos proyectos: uno, intentar beneficiar a potenciales sucesores políticos a la presidencia, lo que nadie ha logrado en Guatemala, y otro es beneficiar a amigos y parientes con esos contratos millonarios.
El toque perverso es que muchos de los comedores sociales no se ubican en los municipios o lugares donde serían de beneficio para la población, sino es claro el tinte político de su implementación y del momento en que se ponen en marcha.
Su ubicación también debe servir para comprender la manipulación que se pretende hacer con estos comedores, pues la mayoría estarán en Guatemala, el departamento con menos pobreza del país.
Por ello, tampoco será extraño que en las primeras semanas del próximo año se inicie una masiva restauración de la red vial, para que todo coincida con el cronograma electoral, con la ilusa intención, como también ha ocurrido en los últimos 20 años, de que eso será suficiente para detener las ruedas de la historia.
Los alcaldes tampoco se quedarán atrás, y la mayoría implementará programas de bacheo, porque es lo más barato y podría ser suficiente para embaucar a los vecinos con el claro propósito de garantizarse la reelección, porque esa ha sido la modalidad más económica, junto al maquillaje populista, de perpetuarse en los cargos, aunque los problemas de fondo, como el transporte, sigan por la ruta del colapso.