CATALEJO
Renace caso de Erwin Sperisen
Muy pocos guatemaltecos recordaban el caso de Erwin Sperisen, el funcionario policial del gobierno de Óscar Berger condenado en Suiza a cadena perpetua por lo ocurrido durante la toma de la granja penal Pavón. Los otros dos acusados, Javier Figueroa y Carlos Vielmann, fueron absueltos en Austria y en España, el primero en el 2013 y el segundo hace pocas semanas, respectivamente. Pero el interés nacional retornó de manera súbita el miércoles, cuando se supo de la decisión del Tribunal Federal suizo de anular la sentencia y ordenar la repetición del proceso, en un hecho sorprendente por inesperado, cuyas interpretaciones pueden ser múltiples en un país como Guatemala, donde el sistema de justicia se encuentra en el banquillo de los acusados.
La semana pasada, una amiga me envió la copia de una entrevista realizada a mediados del mes a Sperisen por el semanario suizo L´Illustre, en la cual expresa su convencimiento de lograr justicia. Me llamaron la atención varios asuntos. Uno, su descripción de las condiciones de su confinamiento, y dos, su afirmación de haber sido condenado por el tribunal ginebrino “en función de su íntima convicción, y no basándose en evidencias”. No soy abogado, pero me sorprendió ese concepto legal. Los detalles señalados por el condenado me hicieron pensar en la debilidad del criterio de los guatemaltecos para quienes los sistemas extranjeros son necesariamente mejores, cuando en la realidad pueden presentar algunas de las fallas de los países como el nuestro.
Nunca he hablado, ni conozco personalmente a Sperisen. No sé cuál será el resultado del nuevo juicio, ni quiero opinar sobre lo ocurrido en Pavón hace once años. Pero siempre me ha interesado leer los textos de quienes narran vivencias personales. En un breve resumen, en cinco años solo puede tener tres horas de contacto por semana con su esposa e hijos, hoy de 17, 15 y 11 años. “Es muy duro cuando se van”. Un carcelero abre la puerta todos los días para comprobar si no se ha suicidado. Trata de estar sereno cada día, no angustiarse, “con mezcla de frustración y aceptación”. “Estoy cansado”. Ha leído 272 libros de historia, psicología, filosofía, y cuatro veces la Biblia, porque “en prisión solo se puede aguantar gracias a la fe. O la pierde, o la va a reforzar”.
En la entrevista, señala con una convicción muy firme su confianza de recibir justicia, por lo cual la decisión del tribunal superior respecto al caso parece ser un paso en ese sentido. Falta ver cuándo y cómo se integrará el nuevo juicio en Ginebra, así como saber sí participa el fiscal Bertossa, a quien acusa de parcialidad por negarse a escuchar a los testigos favorables. Pero sobre todo, a conocer si en efecto existe esa figura jurídica de la “íntima convicción” de un juez para condenar a alguien. Todo esto despertará interés en Guatemala, porque la decisión del más alto organismo legal suizo puede dejar una enseñanza a quienes, justificadamente, criticamos al sistema legal guatemalteco.
Me extrañó la falta de referencias de Sperisen a muestras o mensajes de apoyo de los presidentes a quienes sirvió, es decir Berger y Arzú, porque es en la cárcel y en el hospital donde se conoce la ingratitud de la gente. Es conmovedor cuando habla de su pensamiento en la próxima visita de los hijos y esposa, desde el mismo momento de verlos irse cada miércoles, para poder tocarlos y acariciarlos de nuevo. Lamento de antemano el mal uso y malintencionadas interpretaciones de esta nueva resolución judicial por sectores interesados en provocar nuevos problemas en el país y creo positivos los cambios de muchos guatemaltecos en la percepción de cómo funcionan y cómo se deben interpretar las decisiones judiciales de los países europeos.