ENCRUCIJADA
Reflexiones navideñas
La época navideña puede ser un momento para reflexionar sobre aquello que podría contribuir a que salgamos adelante como país. Puede ser un momento para identificar nuestras fortalezas, actuales o potenciales. Una de ellas es la esperanza que surge de los jóvenes que, por tener una larga vida por delante, debieran estar bien preparados para enfrentar los desafíos futuros. Ante la historia de frustraciones que hemos vivido, quisiéramos que tuvieran más éxito que las generaciones pasadas, y que contaran con las capacidades y la fuerza para contribuir a una mejor Guatemala en el futuro.
Los resultados de los juegos deportivos llevados a cabo en Nicaragua, ganados por Guatemala, ilustran lo que podemos lograr. A pesar de políticas deportivas deficientes, especialmente evidentes en el caso del futbol, hemos visto que jóvenes guatemaltecos fueron capaces de darle un honroso primer lugar a la selección guatemalteca en estos juegos.
Enaltecer la “camisola nacional” no es tan fácil. Los deportistas que ganaron en Nicaragua tuvieron que realizar grandes esfuerzos, probablemente con mucho apoyo familiar, para salir adelante y aprovechar la oportunidad de participar en las competencias centroamericanas. Para aprovechar esa oportunidad tuvieron que desarrollar las capacidades adecuadas para competir y ganar. Algo así quisiéramos que ocurriera para nuestra sociedad en su conjunto: que todos tuvieran las capacidades, especialmente en salud y educación, para aprovechar de manera equitativa las oportunidades que puedan presentarse.
Lamentablemente tenemos una sociedad muy desigual. No todos tienen la posibilidad de desarrollar capacidades adecuadas en materia de salud o educación. La desnutrición coloca en una gran desventaja inicial a casi la mitad de los niños guatemaltecos, y la falta de acceso a una educación adecuada castiga a una proporción parecida de niños y jóvenes. Muchas familias hacen tremendos sacrificios por asegurar esa salud y educación para sus hijos, como el que realizan algunas para enviar a sus hijos a colegios privados ante las deficiencias de las escuelas públicas, o las que acuden a médicos y servicios de salud privados ante la ausencia de un adecuado sistema de salud pública.
Las generaciones de jóvenes que actualmente comienzan a participar en política surgen de ese contexto desigual, y cabría esperar que a pesar de ello puedan superarse y enaltecer a Guatemala, como lo hicieron los jóvenes que participaron en las competencias deportivas centroamericanas. Las manifestaciones del 2015 en contra de la corrupción, y la masiva manifestación del 20 de septiembre de este año, más amplia y representativa que las anteriores, han sido una base para politizar, en el buen sentido, a los jóvenes que ahora ingresan a la política. Dependiendo de sus capacidades, se destacarán en el ámbito de la política durante las próximas tres o cuatro décadas.
Cabría esperar que una base ética sana, originada en el rechazo a la corrupción, pueda ser el común denominador de la mayoría de jóvenes políticos que sobresalgan en el futuro, independientemente de su orientación ideológica. Cabría esperar que también contribuyan a crear una sociedad más equitativa, con oportunidades y capacidades equivalentes para todos. Con esa base común, la política podría rescatarse. Podría constituir una competencia donde ganen aquellos con más capacidades y con mayor reconocimiento de la comunidad, y no aquellos con más recursos y menos principios. Es un panorama alentador sobre el que conviene reflexionar en estos momentos de recogimiento y celebración de las fiestas de fin de año.
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