ESCENARIO DE VIDA
¿Qué es lo que estamos haciendo mal?
El día jueves pasado me encontraba haciendo unos trámites en la SAT de la Roosevelt cuando me hicieron ver que faltaba el NIT en uno de los espacios en blanco. Como venía el formulario escrito a máquina, requería que se pusiera de igual forma, a lo que procedí a buscar alguien con máquina de escribir para hacerlo. Encontré en el centro comercial un servicio de trámites legales pegado a la SAT y pregunté cuánto me cobrarían por poner siete numeritos a máquina. La señorita consultó y regresó diciendo que veinticinco. Yo pensé que me estaban cobrando 25 centavos, pero la gran sorpresa que me llevé fue que se trataba de 25 quetzales. En vez de parecerme gracioso, me pareció aberrante. Aunque cada quien tiene derecho a cobrar lo que le plazca, cobrar de esa forma ante la necesidad ajena es ser ruin.
Esto lo vemos en el mundo de los negocios, cuando una de las partes “ahorca” a la otra, o lo vemos en las extorsiones, en las invasiones de la propiedad privada, en tirar basura, en la contaminación de los ríos o lagos, sin importar la salud de los demás; en la tala ilegal, en el contrabando de maderas preciosas o fauna en peligro de extinción; en el egoísmo intelectual de no querer que alguien más cobre éxito y finalmente lo vemos desembocando en la corrupción y luego en la violencia.
Casos abundan de personas que se sienten menos si alguien más triunfa y no son ellas. Piensan que todo aquello que hicieron otros podrían haberlo hecho ellos mejor y lo obstaculizan. Recordemos la famosa anécdota de un vendedor en el mercado. La cubeta de cangrejos extranjeros la mantenía cerrada pues se salían. La de cangrejos nacionales la mantenía abierta, pues cualquiera que quisiera salir le jalaban de vuelta.
¿Recuerda Ud. cómo se siente estar con personas honorables que nos ayudan y nos hacen sentir bien por su cordialidad, puntualidad y respeto? Nos sentimos felices y nos va mejor durante el resto del día. Por ello intentemos producir cada día una sonrisa en los demás.
¿Ha estado Ud., querido lector, a punto de llegar a la puerta de un elevador y las personas que están entrando, a pesar de saber que Ud. viene despepitado para llegar a tiempo, no hacen el menor esfuerzo por detenerle la puerta para que entre? ¿Ha estado Ud. en el tráfico pidiendo vía y en vez de dársela le tiran el carro encima para que no pase? ¿Ha estado Ud. en una camioneta de línea cuando una mujer embarazada o mayor desea sentarse y no hay un solo caballero que se pare a darle el asiento?
No podemos permitir que se pierda lo que nos enseñaron nuestros padres y abuelos. Recordemos a los galantes señores de antaño que se quitaban el sombrero en la calle cuando pasaba una dama, la conocieran o no. Aunque ya no está a la usanza, hay muchas otras formas de cortesía y respeto que debemos aplicar.
Hoy, la “descortesía” se refleja de forma exponencial, tanto en las casas como en los comercios, en las calles y en las oficinas. Es la cultura de la descortesía lo que está mal y que pronto se torna en aprovechamiento, en desmedida ambición, en oportunismo y en violencia. Solo se piensa en el “yo”, sin importar si se daña a los demás. Solo se piensa en el “cuánto más puedo obtener” o de salirse con la suya, sin respetar leyes o propiedad ajena. Es como decir, “si me aprovecho saldré ganando y nadie se dará cuenta”. Eso es lo que lleva a la corrupción.
Por ello cimentemos en los hijos la honorabilidad, la generosidad y el respeto. Solo así veremos una Guatemala mejor.
vidamordepaz@yahoo.com