EDITORIAL
Prospectos para el Grupo de Lima
El Grupo de Lima cobró fama por su permanente preocupación por los abominables acontecimientos en la derruida Venezuela de Nicolás Maduro. Ya están desfasados, porque ahora deben incluir de manera urgente la violenta represión del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo contra la población nicaragüense, harta del totalitarismo.
Como tercer protagonista de la preocupación internacional ahora se suma Guatemala, que con las numerosas decisiones irreflexivas tomadas por el presidente Jimmy Morales también ha puesto al país en la lista de naciones irrespetuosas de los tratados internacionales, así como del estado de Derecho.
El detalle que crea mayor preocupación es que el presidente Morales no parece tener noción de las medidas que está tomando, y cuando se convierte en un instrumento de oscuros intereses puede arrastrar al país hacia un indeseable desenlace, porque sus palabras chocan contra toda lógica y cuando es él uno de los señalados por corrupción, junto a parientes, pone en duda cualquier compromiso en favor del país.
Por eso suenan mucho más preocupantes sus constantes referencias a su deseo de querer elecciones libres, porque los actuales acontecimientos en contra de la legalidad y de un pleno estado de Derecho hacen que sea muy fácil desconfiar de las intenciones de sus palabras, y esto lo refuerza con sus constante mentiras, exageraciones y acciones de abuso de poder, como autorizarse un sobresueldo o utilizar los recursos públicos para ayudar a la causa oficialista en pleno proceso electoral, sin el menor rubor.
No se puede creer que este gobierno tenga interés en defender un proceso electoral transparente porque todo apunta a una intentona por tratar de favorecer a candidatos afines al pacto de corruptos, cuyos integrantes están batallando por debilitar las instituciones y frenar cualquier avance en las investigaciones por corrupción.
De hecho, las huestes oficialistas están más temerosas de que haya elecciones libres, porque de ahí puede surgir una posibilidad real de cambio y en enmienda, así como de corregirse el actual desmantelamiento de las instituciones que el mandatario y su círculo cercano han impulsado.
No es casual que la ofensiva de Morales, de la mano de diputados inescrupulosos, vaya en la dirección de cooptar los pocos espacios que les quedan en el sector justicia, independientemente de las críticas que puedan hacerse a sus más altas autoridades. Eso provoca las prisas y las acciones obcecadas actuales, por temor a que a partir del cambio de autoridades el año entrante se pueda revertir el enorme daño que han causado, al someter de manera vergonzosa a otros órganos de poder.
Por suerte el proceso electoral está en manos ajenas al oficialismo, y aunque sea de manera timorata las actuales autoridades responsables de ese proceso han mostrado una saludable independencia, lo cual puede garantizar un proceso en el que, sin duda, todo lo que ahora huele a oficialismo será erradicado. Guatemala merece cambiar, pero sobre todo debe liberarse de la atadura de la corrupción y de irresponsables funcionarios cuyo principal mérito es gobernar en favor de las mafias para apuntalar la impunidad.