FLORESCENCIA
Poder
Escribir este texto se hace difícil porque mi corazón está con las familias que perdieron a uno, dos, cuatro y hasta decenas de integrantes, personas que perdieron todo su haber el domingo 3 a causa de la erupción del Volcán de Fuego. Mi condolencia y respeto hacia cada uno de ellos. Al mismo tiempo reflexiono sobre el poder de nuestra solidaridad y sobre lo que somos capaces de lograr cuando estamos unidos y detrás de una misma misión.
Sin duda, vivir en un país que tiene mucha diversidad y que tiene los mejores paisajes del mundo y los climas más variados es excepcional. Pero también es un país expuesto a catástrofes naturales, vulnerable a deslaves, inundaciones y fenómenos volcánicos. La historia así lo marca.
Sin embargo, esta adversidad es la mejor muestra de que el verdadero poder de cambiar nuestro país está en cada uno de nosotros, que la valentía, nobleza y perseverancia del guatemalteco es una verdadera bendición. La fortaleza que se manifiesta entre los guatemaltecos, dentro y fuera del país, es prueba de unión “en los días adversos”, reflejan nuestra alma, nuestro corazón y nuestro verdadero poder. Y ese poder nadie nos lo puede quitar, nadie nos lo puede opacar y nadie —especialmente autoridades y políticos— lo debe ignorar.
Ante la tragedia volcánica que ya se ha llevado tantas vidas inocentes, es ejemplar la lección de solidaridad que han dado tantas personas, incluyendo policías, soldados y bomberos, pero también socorristas de varios países. También vimos la negativa conducta de quienes cuando más se necesitaba de su responsabilidad y liderazgo, permanecieron inactivos o actuaron tardíamente.
Hay declaraciones oficiales que llaman a “la unidad”, pero tal unidad no es posible si ellos carecen de la empatía y la caridad con las víctimas; no hay unidad posible si no se deducen las responsabilidades por las fallas en la alerta preventiva; no existe unidad si en los albergues hay delegados oficiales que los convierten en una especie de prisiones con restricciones de horario y a donde nadie puede llevar ayuda o consuelo a las víctimas. La unidad, únicamente se logra por medio de la ciudadanía.
Unidos podemos crear el poder de sacar a nuestra Guatemala de la pobreza, de la inequidad, de la segregación socioeconómica y del subdesarrollo que hemos heredado de la corrupción de tantos gobiernos. Llega el momento de cobrar conciencia de que nuestro desarrollo comunitario no depende de las personas que estén gobernando. La razón es simple: los verdaderos gobernantes de nuestro país somos nosotros los ciudadanos. Así lo demostramos en 2015.
Que nuestro espíritu solidario sirva de base para plantear como ciudadanos las exigencias a las autoridades sobre las cuales se delegó una potestad. Si las personas que ‘manejan’ nuestras instituciones se hunden con cada acto que hacen en pro de sus intereses propios y no las del pueblo, nosotros como ciudadanos responsables no tenemos porque seguirlos —pero si tenemos todo el poder y derecho de sacarlos y poner a personas con el verdadero don de servicio.
Aún hay mucho por hacer. No dejemos que se cometan los mismos errores de antes, no permitamos que nuestra gente afectada se quede sin hogar por años. La construcción de hogares debe ser prioridad y se debe hacer con planes urbanísticos serios, con una integración de esfuerzos de la iniciativa privada, para que no sea una simple lotificación, sino una comunidad integral donde sea posible un plan de desarrollo que no solo deje a los pobladores bajo un techo, sino que también con posibilidades de educación, trabajo y salud.