FAMILIAS EN PAZ
Superando el burnout
De repente me sentí totalmente agotado, física, emocional y mentalmente. Mi mente ya no podía tener claridad para escribir, incapaz de ordenar mis ideas.
Hace algunos meses mi rutina laboral había cambiado drásticamente. Soy una persona de mediana edad, acostumbrado a seguir una rutina que de pronto se vio interrumpida: levantarme, trasladarme a la oficina, interactuar personalmente, enfocarme en los logros para luego volver a casa, a ese espacio que al final de cada jornada se convierte en mi refugio de paz y tranquilidad. Cambiaba a un enfoque familiar, cercano, sincero, lleno de amor, alegría y paz, alejado de las metas y presiones económicas que implica el mundo empresarial.
La pandemia trajo cambios drásticos en la manera de hacer las cosas y para muchos ha sido difícil asimilarlo. El trabajo remoto tiene sus aspectos positivos, pero en lo personal implica hacer ajustes para adaptarse, y no siempre es fácil.
' “Establece la paz mental como tu meta más alta y organiza tu vida en torno a ella”. Brin Tracy
Rolando De Paz Barrientos
Ahora mi hogar se convirtió en mi oficina. Al levantarme estaba a un paso del ordenador y se tradujo en horarios extendidos. Estaba al alcance de una llamada, de un correo, de una videoconferencia. Poco a poco fui notando una carga excesiva de trabajo que me provocó un nivel de estrés muy alto. Fue necesario replantear el horario y establecer límites entre la vida laboral y personal.
Se requiere de mayor autonomía cuando se trabaja en casa. Y cuando se tiene un equipo a cargo, se ha de cuidar de ellos, invertir tiempo en entender, guiar y entrenar al equipo, acompañándolo para que asimile los mismos cambios, hasta que llegue a ser independiente y autónomo en las tareas a realizar sin dejar de ser efectivo y productivo.
Estos altos niveles de estrés, carga excesiva del trabajo y el aislamiento social pueden llegar a provocar lo que se conoce como el síndrome de burnout o síndrome de estar quemado, reconocido oficialmente por la OMS en 2019.
Burnout es un término acuñado en 1974 por Herbert Freudenberger y se define como un trastorno a consecuencia de un estrés laboral crónico, caracterizado por un estado de agotamiento emocional, y una sensación de ineficacia, sumado a la perdida de habilidades para la comunicación. Aunque los síntomas eran evidentes no llegué a estar totalmente quemado, pero fue necesario hacer ajustes y retomar de nuevo el control. De no hacerlo podría haber llegado a la frustración, al distanciamiento emocional e incluso a afectar la salud.
En primer lugar, es necesario establecer horarios para el trabajo, separados del tiempo para la vida personal y familiar. Lo más importante es respetarlos. Bloquear en nuestra agenda los horarios para las comidas y no aceptar ninguna llamada o reunión en dichos espacios. Segundo, organizar la agenda. El mantenerse ocupado todo el tiempo no es sinónimo de productividad. Dejar de enfocarse en lo urgente para atender lo importante. Ejecutar es importante, pero también la planeación y la estrategia. Esta perspectiva nos permite identificar las tareas y compromisos que se pueden delegar y cuáles se deben priorizar. Tercero, cuidar la salud mental y emocional. Realizar actividades que desarrollen el intelecto y el alma: lectura, música, ejercicio, caminatas, visitar lugares abiertos. Y muy importante, pasar tiempo en familia, disfrutar del cónyuge e hijos, sin olvidar que todo esfuerzo que se hace es para realización personal y familiar.
Finalmente, no descuidar el aspecto espiritual. Esos tiempos de lectura y comunión con Dios nos renuevan. Nos recuerdan que no debemos afanarnos, sino confiar en que Él tiene cuidado de nosotros, en que nos sostiene.