PLUMA INVITADA
¿Se rescata a Guatemala con ideología o sin ideología?
Mucho ruido y pocas nueces. Ese es el dicho que aplica al debate nacional en Guatemala, y no me refiero solo a los partidos políticos, sino también al sector empresarial y a la sociedad civil. El tema ideológico hay que desmenuzarlo en tres componentes.
Primero, todos los que participen en política o en el debate nacional desde cualquier cámara empresarial u organización social deberían ubicarse en alguno de los siete puntos del abanico ideológico: extrema izquierda, izquierda, izquierda moderada (centro-izquierda), centro, derecha moderada (centro-derecha), derecha, o extrema derecha. Ese discurso que comenzó con Jorge Serrano y después con Álvaro Arzú de que uno era pragmático y de que sus ideas se encontraban por encima de los “encasillamientos ideológicos” no son, en manos de políticos principalmente, sino pretextos para engatusar a ingenuos. Quien evite definirse es un oportunista o no sabe dónde está parado, y en ambos casos se le debe ignorar.
Segundo, aquí viene el matiz: el hecho de que nos ubiquemos en alguno de los siete puntos del abanico ideológico no quiere decir que las ideologías son la forma de rescatar al país: Guatemala y Centroamérica en general tienen excesiva ideología y por eso precisamente es que hay demasiado ruido y pocas nueces. Las ideologías no son sino recetarios que nos indican cómo proceder ante cada problema, sea político, económico o social. Uno tiene una solución para todo porque anda todo el tiempo con el recetario bajo el brazo. Uno deja de pensar por sí mismo porque al final no hace sino repetir eslóganes. El debate entre la derecha y la izquierda guatemalteca hastía hasta el agotamiento porque ya se sabe antes de que comience el pacto social o el diálogo nacional qué dirá cada uno de los bandos: ya uno sabe qué platos se tirarán de un lado hacia el otro. Es imprescindible que tengamos nuestro bagaje ideológico, pero cada problema nacional amerita un análisis detenido sin prejuicios preconcebidos. En otras palabras, las ideologías nos vuelven brutos si lo único que hacemos es repetir lo que los recetarios dicen.
' Tengamos cada uno una ideología, pero sepamos que jamás vamos a sacar adelante al país con ideología.
Pablo Rodas Martini
Tercero, desde el final de la Segunda Guerra Mundial prácticamente ningún país que logró desarrollarse se casó a pies juntillas con un modelo ideológico. Que el comunismo fracasó, eso quedó muy claro, pero de ahí si uno toma Corea del Sur, Taiwán, Singapur, por citar solo tres que han pasado del tercer al primer mundo, no fue un capitalismo ortodoxo, pues se dieron políticas de industrialización, reformas agrarias, relaciones complejas entre lo público y lo privado. Al modelo europeo, con un poderoso sector privado pero asimismo con un Estado fuerte, que ha dado riqueza enorme al continente y ha logrado halar al éxito a países más vulnerables como Irlanda, Polonia, o Portugal, no se le puede encasillar con facilidad en alguno de los recetarios ideológicos. China misma, con todo el gran éxito económico que ha tenido, es un sistema donde gigantescas compañías públicas, controladas por el partido comunista, compiten en una economía privada. El único país que siguió un modelo ortodoxo fue Chile, durante Pinochet, pero uno no quiere tampoco un régimen dictatorial que mate y torture, y aún ahí no se privatizó a la principal empresa y exportadora del país, Codelco.
Tengamos cada uno una ideología, pero sepamos que jamás vamos a sacar adelante al país con ideología. La UFM y la Usac encapsulan ese ideologismo agobiante que no conduce sino a una tiradera de platos de un lado al otro. Pero la infinidad de partidos políticos que surgen en cada elección, y muchos no se definen sino solo como “pragmáticos”, conduce al desmadre y raterismo en que el país vive. En síntesis, el tremendo secreto radica en cómo políticos y líderes empresariales y sociales, con un sustento ideológico muy definido… se desideologizan al analizar y proponer soluciones para cada problema nacional.