Pluma invitada
Redistribuir tareas de cuidado, clave para la igualdad
El cuidado es esencial para la vida, pero su reparto desigual frena el avance de las mujeres.
El 29 de octubre, Día Internacional de los Cuidados, nos invita a reflexionar sobre el papel crucial de los cuidados en la preservación de la vida, y cómo su distribución desigual afecta el desarrollo de las mujeres y de los países.
Invertir en cuidados fortalece la economía y mejora la vida de las mujeres.
Las labores de cuidado son connaturales a la propia existencia humana. Todas las personas, sin distinción, necesitamos de los cuidados en algún momento de nuestro ciclo vital, especialmente en la niñez y la vejez.
La sobrecarga de trabajo de cuidados no remunerado en las mujeres limita sus oportunidades y constituye una de las barreras más grandes para su empoderamiento y el ejercicio de sus derechos.
Por ello, es importante romper el círculo vicioso entre cuidados, desigualdad, precariedad, exclusión y pobreza.
La gran mayoría de mujeres en el mundo, y también en Guatemala, cuidan de niños y niñas, de personas mayores, de personas enfermas, etc. al tiempo que realizan quehaceres del hogar. Para algunas, esto incluye recolección de agua, leña y otras fuentes de energía.
Muchas de ellas realizan estos trabajos sin remuneración alguna, lo que a su vez limita su autonomía económica, sus oportunidades laborales y educativas, contribuyendo en definitiva a aumentar la brecha de género y la desigualdad.
En Guatemala, según la ENEI 2022, las mujeres dedican 4.9 horas diarias a tareas de cuidados en comparación con 0.9 horas que destinan los hombres. Es necesario impulsar una responsabilidad compartida de los cuidados para generar condiciones de igualdad entre las mujeres y los hombres.
Es fundamental que las políticas públicas reconozcan el valor de los cuidados como un pilar de la protección social, que promuevan una reducción de la carga en las mujeres, una redistribución y una compensación justas, y que sienten las bases para el cierre de las brechas de género.
Invertir en cuidados tiene un triple dividendo en la sociedad: un retorno en el capital humano a través de la formación y la profesionalización; un retorno en los impuestos y las cotizaciones sociales a través de la creación de empleos de calidad; y un retorno en la renta familiar y la calidad de vida al permitir una mayor participación de las mujeres en la actividad económica. En definitiva, invertir en cuidados no solo mejora la vida de las mujeres, sino que contribuye al bienestar de las personas que reciben cuidados, a una economía fortalecida y una sociedad más igualitaria.