Opinión: La derecha cristiana está en decadencia y se está llevando a Estados Unidos con ella
La presidencia de George W. Bush tal vez haya sido el mejor momento de la influencia de la derecha cristiana en Estados Unidos en la era moderna. Los evangélicos blancos eran el grupo religioso más grande del país. “Tenían un presidente que afirmaba ser uno de ellos, tenía un testimonio y hablaba en términos evangélicos”, comentó Robert P. Jones, director ejecutivo del Instituto Público de Investigación sobre Religión (PRRI, por su sigla en inglés) y autor del libro de 2016 “The End of White Christian America”.
En ese entonces, gran parte de la población apoyaba a la derecha religiosa en el importante tema de la guerra cultural sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo. “Si en 2004 hubieras dicho: ‘Somos la mayoría y rechazamos los derechos de los homosexuales y el matrimonio igualitario, y la mayoría de los estadounidenses nos apoyan’, habría sido cierto”, me dijo Jones. Las megaiglesias juveniles estaban creciendo. Era común que los conservadores alardearan que iban a superar en número a la izquierda.
Los activistas religiosos se imaginaban un futuro glorioso. “En la siguiente generación, la gente que recibe su educación escolar en el hogar tendrá una amplia representación en los niveles más altos del liderazgo y el poder”, señaló Ned Ryun, quien solía escribir los discursos de Bush, en una convención cristiana de padres que imparten educación escolar en casa en 2005. Ryun fue el director de un grupo llamado Generación Josué, que trabajaba para integrar a la política a personas que habían recibido la educación escolar en casa. El nombre del grupo provino del Antiguo Testamento. Moisés había conducido el éxodo de los elegidos, pero fue su sucesor, Josué, quien conquistó la Tierra Santa.
Sin embargo, los evangélicos que pensaron que estaban a punto de tomar las riendas de Estados Unidos sufrirían una decepción. El jueves, el PRRI publicó datos nuevos y asombrosos de una encuesta que dan cuenta de todo el terreno que ha perdido la derecha religiosa. El Censo de la Religión Estadounidense de 2020 del PRRI, basado en un sondeo a casi medio millón de personas, muestra un descenso vertiginoso en el porcentaje de la población que se identifica como evangélica blanca: de 23 por ciento en 2006 a 14,5 por ciento el año pasado. (Como categoría, los “evangélicos blancos” no representan en su totalidad a la derecha religiosa, pero hay una coincidencia considerable). En 2020, al igual que en todos los años desde 2013, el grupo religioso más grande de Estados Unidos fue el que no tiene ninguna afiliación religiosa.
Uno de los hallazgos más sorprendentes del PRRI fue que en 2020 hubo más protestantes blancos tradicionales que evangélicos blancos. Esto no significa necesariamente que los cristianos se estén uniendo a las congregaciones tradicionales; la encuesta mide la autoidentificación, no la afiliación a una iglesia. Sin embargo, es un giro impactante después de años en que se creía que el protestantismo tradicional estaba a punto de morir y el cristianismo evangélico estaba lleno de dinamismo.
Además de estar disminuyendo en términos de población, los evangélicos blancos forman el grupo religioso más mayor de Estados Unidos, puesto que la edad promedio es de 56 años. “No es solo que estén desapareciendo, sino que están perdiendo a los miembros más jóvenes”, me comentó Jones. Según él, a medida que el grupo ha envejecido y se ha vuelto más pequeño, se ha instalado “una intensa sensación de pérdida de la hegemonía cultural”.
Los evangélicos blancos solían considerarse “los dueños de la cultura, la moral y los valores estadounidenses predominantes”, mencionó Jones. Ahora solo son una subcultura más.
Gran parte del conflicto cultural de nuestro país se deriva de este hecho. Nos ayuda a explicar no solo el ascenso de Donald Trump, sino también el surgimiento de QAnon e incluso el conflicto cada vez mayor sobre la teoría crítica de la raza. “No es fácil exagerar, sobre todo entre los evangélicos blancos, el fuerte sentimiento de que Estados Unidos es un país de cristianos blancos”, afirmó Jones. “Esta sensación de propiedad de Estados Unidos está muy arraigada en los círculos de los evangélicos blancos”. La sensación de que se les está yendo de las manos ha generado una atmósfera de rabia, rencor y paranoia.
En esencia, QAnon es un movimiento milenarista en el que Trump adopta el lugar de Jesucristo. Sus seguidores sueñan con la llegada de lo que llaman la tormenta, cuando los enemigos del movimiento MAGA (Hagamos a Estados Unidos grandioso de nuevo) serán capturados y ejecutados y Trump será devuelto a su legítimo lugar de liderazgo.
“Esto no difiere de la creencia en una segunda llegada de Jesucristo”, mencionó Jones. “En que en algún momento Dios reorganizará la sociedad y arreglará las cosas. Creo que cuando una comunidad se siente en crisis, se vuelve más susceptible a las teorías conspirativas y a otras cosas que le dicen que lo que está viviendo no es lo que ocurrirá en última instancia”.
En la superficie, la lucha acerca de la teoría crítica de la raza parece lejana a intereses teológicos. Desde luego, hay muchísimas personas no evangélicas que no están a favor de la teoría crítica de la raza, así como evangélicos que rechazan las restricciones a la teoría crítica de la raza. Pero la idea de que las escuelas públicas están corrompiendo a los niños al alejarlos de la concepción providencial de la historia de Estados Unidos tiene raíces muy profundas en la cultura evangélica blanca. Además, fue la derecha cristiana la que inició la táctica de tratar de tomar el control de los consejos escolares en respuesta a que consideraban que la enseñanza era reprobable en términos morales, ya fuera sobre educación sexual, “humanismo secular” o evolución.
Jones subraya que el año pasado, luego de que Trump emitió un decreto contra la teoría crítica de la raza, los presidentes de los seis seminarios de la Convención Bautista del Sur se reunieron para declarar que la teoría crítica de la raza era “incompatible” con la fe bautista. Jones, cuyo libro más reciente es “White Too Long: The Legacy of White Supremacy in American Christianity”, no recuerda precedente alguno de una declaración conjunta de ese tipo.
Como lo señala Jones, la Convención Bautista del Sur se formó en 1845 después de la ruptura con los Bautistas del Norte abolicionistas. Lo describió como un “desenlace notable”: una denominación fundada en defensa de la esclavitud “que condenaba una lectura crítica de la historia que podría poner los reflectores en ese asunto”.
Entonces, quizá los evangélicos blancos tengan razón al temer que sus hijos se estén alejando de ellos. Jones afirmó que, como han disminuido sus miembros y cada vez están más en conflicto con los estadounidenses más jóvenes, “se ha originado una mayor sensación de estar bajo ataque, una especie de postura instintiva a la defensiva, de lo cual pudimos ver al presidente Trump en verdad sacar ventaja”.
A mí me daba miedo la derecha religiosa en su fase triunfante. Pero resulta que el movimiento es igual de peligroso en su decadencia… tal vez más. No tardó mucho el optimismo prepotente de la Generación Josué en darle el paso al nihilismo de los insurrectos del 6 de enero. Si no pueden ser los dueños del país, están listos para profanarlo.