PLUMA INVITADA
Los arranques impetuosos de Miguel Ángel Asturias
Miguel Ángel, que siempre fue impetuoso, saltó como un resorte y cogió por el cuello al irreverente argentino.
En París, de 1924 a 1927, Miguel Ángel coincidió con el escritor Enrique Gómez Carrillo, de envidiable prosa modernista, quien siempre aparecía rodeado de mujeres bellas, lo que, en algún sentido, era símbolo de la bohemia elegante parisina. También fue un viajero empedernido.
Miguel Ángel, que siempre fue impetuoso, saltó como un resorte y cogió por el cuello al irreverente argentino.
Gómez Carrillo fue embajador y defensor del dictador Manuel Estrada Cabrera. Al final de su vida se nacionalizó argentino y fue cónsul de ese país en París.
Murió el 27 de noviembre de 1927, a la edad de 54 años, víctima de un infarto cerebral. Cuando Miguel Ángel llegó al velatorio vio que había muy pocas personas presentes. Con su liderazgo y poder de convocatoria, avisó a sus amigos para que llegaran a despedir al escritor. Cantaron el himno nacional. Miguel Ángel llevó una bandera de Guatemala que colocó sobre el féretro. Luego ocurrió un suceso narrado por Epaminondas Quintana, que muestra que, más allá de su espíritu abierto, amigable y jovial, cuando las circunstancias lo exigían, era impetuoso.
“…hacia la medianoche, se presentó una delegación argentina con una bandera nacional y alguien de ellos dijo: Este ‘trapo’ no tiene que estar aquí, sino la bandera de la República Argentina y, estrujando (la insignia guatemalteca), la tiró al suelo. Miguel Ángel, que siempre fue impetuoso, saltó como un resorte y cogió por el cuello al irreverente argentino: ‘Usted, ¡desgraciado!, no trate así a nuestra bandera, porque en este mismo momento le rompo el alma…’; hasta que alguien, respetable y prudente, dijo: ‘Ante el cadáver no debe haber escenas de violencia; discúlpense el uno ante el otro, y pensemos mejor en Enrique, ciudadano de la República de las Letras y no de Guatemala o de Argentina’. Se aplacaron un tanto Miguel Ángel y compañeros, pero, como la sala se llenara (luego) de argentinos ruidosos y provocadores, y los nuestros eran escasos, al cabo de unas horas, dispusieron retirarse. Por supuesto, de parte de la Embajada y Consulado de Guatemala, nadie asomó por allí”.
La viuda, Consuelo Suncín, quien estuvo casada con Gómez Carrillo solo por 11 meses, contrajo un tercer matrimonio con el piloto y escritor francés Antoine de Saint-Exupéry (autor de El principito), y terminó su vida como condesa de Saint-Exupéry.
Años después, al reconocer el valor de la obra literaria de Gómez Carrillo, Miguel Ángel formó parte del comité que conmemoró al extinto escritor, en cuyo recuerdo se puso su nombre a un parque del centro histórico de la ciudad de Guatemala, hasta entonces llamado parque Concordia.
Gómez Carrillo y su esposa, Raquel Meller, se vieron envueltos en el extendido rumor de que ellos habían delatado al gobierno francés a Mata Hari, la famosa bailarina, de belleza exótica y prostituta de altos vuelos, quien, en los escenarios de las capitales europeas, ejecutaba bailes aprendidos en la isla de Java, donde había vivido con uno de sus esposos y donde habría conocido artes sexuales orientales. Se desnudaba completamente, siendo la primera bailarina que hiciera el estriptís. Los que la vieron bailar decían que su erotismo era abrumador. Los boletos de entrada a sus actuaciones públicas se agotaban. En privado, era visitada por autoridades civiles, diplomáticos, personas adineradas. En su vida amorosa decía: “Amo a los militares. Los he amado siempre, y prefiero ser la amante de un oficial pobre que de un banquero rico”.
A la edad de 41 años, el 13 de febrero de 1917, Mata Hari fue fusilada en París por sus vínculos con el servicio de espionaje alemán. Aprovechando su vida de prostituta de altos vuelos, habría sido doble agente secreta.
Gómez Carrillo se dio a la tarea de aclarar que él no la había delatado, lo que le sirvió para promocionar su obra.
Más allá de las discrepancias políticas que existieron entre Asturias y Gómez Carrillo, entre los dos hubo amistad.