PLUMA INVITADA

Las vastas tierras altas iluminadas por el sol

El 18 de junio de 1940, Churchill pronunció su célebre discurso “Su hora más gloriosa”. El Ejército británico había sido evacuado de Dunkerque. Francia, gobernada por Pétain, había decidido rendirse. “Hitler sabe que tendrá que quebrantarnos en esta isla o perder la guerra”, dijo Churchill ante la Cámara de los Comunes.

“Si podemos hacerle frente, podremos liberar a toda Europa y la vida del mundo podrá avanzar hacia vastas tierras altas iluminadas por el sol. Pero si fallamos, todo el mundo, incluido Estados Unidos y todo lo que hemos conocido y cuidado, se hundirá en el abismo de una nueva era oscura que se hizo más siniestra y quizás más prolongada a las luces de la ciencia pervertida”.

Dos de estas frases — “las vastas tierras altas iluminadas por el sol” y “el abismo de una nueva era oscura”— deberían resonar en nosotros a medida que nos acercamos a este año que marca un parteaguas en la historia.

Las vastas tierras altas iluminadas por el sol son las mujeres de Irán que echan por tierra el hiyab así como el pueblo de Berlín alguna echó por tierra el muro. Y los soldados ucranianos que alzan su bandera sobre Irpín, Limán, Jersón y otras ciudades liberadas de la barbarie rusa. Y los manifestantes chinos que exigen —y están logrando— el fin de los crueles y absurdos confinamientos por la COVID-19 alzando hojas de papel en blanco, en las que no hace falta escribir nada porque ya todos saben lo que significan.

Las vastas tierras altas iluminadas por el sol fueron las victorias de Emmanuel Macron sobre la fascista Marine Le Pen en Francia. Fueron la derrota de casi todos los negacionistas electorales en Estados Unidos que se presentaron para supervisar las elecciones estatales. Fueron la derrota de la mayoría de los candidatos designados por Donald Trump en las reñidas elecciones de mitad de mandato, incluso en estados como Georgia, donde los republicanos no-QAnon ganaron por un amplio margen.

Son una tasa de letalidad por COVID-19 que, en Estados Unidos, ya no se dispara pocas semanas después de que el número de casos repunta. Son la demostración de que una reacción de fusión producida en laboratorio puede crear más energía de la que consume. Son el lanzamiento de un telescopio que nos permite asomarnos a los confines del espacio y remontarnos al principio de los tiempos.

' Seguimos contemplando el abismo de una nueva era oscura.

Bret Stephens

Esta no es solo una lista de las buenas noticias del año. Es la demostración de la capacidad de las personas de todas las culturas y circunstancias para exigir, defender y definir la libertad; para desafiar a quienes quieren negarla y para utilizar la libertad para ampliar los límites de lo que podemos conocer, hacer e imaginar.

Pero eso no es lo único que nos demostró el 2022. Seguimos contemplando el abismo de una nueva era oscura, que ha llegado no solo por la malicia de los enemigos de la libertad, sino además por la complacencia y los deseos de sus defensores.

Entre los complacientes están aquellos que imaginaron que podríamos dejar a Afganistán en manos de los talibanes, sin sufrir mayores consecuencias. Pero la percepción de la debilidad estadounidense viaja rápido y lejos. La segunda invasión de Ucrania de Vladimir Putin, el 24 de febrero, ocurrió cerca de seis meses después de ese fiasco estadounidense. Recordemos que su primera invasión de Ucrania, en febrero de 2014, ocurrió unos meses después de la debacle de Barack Obama en Siria por su “línea roja” de las armas químicas.

Los complacientes incluyen a aquellos que pensaron que podíamos negociar nuestro camino hacia una forma de paz perpetua, ya fuera incorporando a China a la Organización Mundial del Comercio o cediendo las necesidades energéticas de Europa a Putin o imaginando que podríamos fortalecer a los “moderados” iraníes relajando las sanciones. Las dictaduras rara vez se debilitan enriqueciéndose. Puede que Lenin no dijera que “los capitalistas nos venderán la soga para ahorcarlos”, pero es asombroso cómo parece que las sucesivas generaciones de capitalistas nunca aprenden este punto.

Los complacientes incluyen a aquellos republicanos supuestamente sofisticados que nunca adoptaron una postura real contra Trump (primero, creyendo que no iba a ganar; luego, pensando que podría ser un vehículo para las victorias políticas conservadoras; después, con la convicción de que cedería el poder con elegancia; más tarde, con la creencia de que un juicio político después del 6 de enero de 2021 era un remedio demasiado extremo) solo para verle infestar el partido de teóricos de la conspiración y llevarlo a su merecida derrota.

Los complacientes son aquellos que piensan que ningún interés importante de Estados Unidos está en juego en una victoria de Ucrania o en el resultado de las manifestaciones de Irán. O que las recientes tribulaciones de China junto con los reveses de Rusia en Ucrania podrían disuadir a Xi Jinping de intentar apoderarse de Taiwán. O que ya superamos el bache de la inflación. O que la creciente ola de migrantes en la frontera sur, provocada por el colapso de la gobernabilidad en gran parte de América Latina, es una peculiar obsesión de la derecha en lugar de una verdadera crisis que incitará a una furiosa reacción populista si no se gestiona de manera competente.

Mientras el Reino Unido luchaba por su vida en 1940, gran parte de Estados Unidos seguía sin saber qué le exigía el momento, si es que le exigía algo. Churchill expuso la disyuntiva: las tierras altas iluminadas por el sol o el abismo. Esa sigue siendo nuestra elección hoy.

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