PLUMA INVITADA
La inteligencia no es memoria, es relacionar
Escuchamos muy seguido que hay personas que son inteligentes y otras que lo son menos. A estas últimas incluso se les tilda de torpes. En las escuelas, en los colegios y en las universidades usualmente se clasifica a los estudiantes en tres grupos: los más listos, que casi aprenden solos; los normales, que aprenden siguiendo la guía del profesor; y los que no aprenden a pesar de todo el esfuerzo del docente. Adicionalmente, se recomienda que el profesor se concentre en el grupo del medio para asegurar la promoción de la mayoría de los estudiantes sin que se aburran los más listos.
Sin embargo, desde hace más de 40 años, varios estudios indican que la inteligencia no es un rasgo genético ni depende de la ubicación geográfica o de la raza de la persona. La inteligencia es una capacidad adquirida y cada persona puede seguir desarrollándola sin importar su edad. En resumen, la inteligencia es la capacidad de relacionar experiencias y conocimientos para aplicarlos a la situación actual. No es que existan personas más inteligentes o torpes, son solo personas que relacionan a diferente velocidad… y ese es el verdadero desafío de un sistema educativo. Si conversamos con un barrendero, no es que sea menos inteligente, sino que ha tenido menos oportunidades de relacionar sus habilidades con experiencias de vida. Aun así, es muy probable que sepa más de los tipos de basura y de cómo tratarlos que un graduado universitario. No es que sea más o menos inteligente, sencillamente su experiencia de vida ha sido diferente.
' La inteligencia es una capacidad adquirida y cada persona puede seguir desarrollándola sin importar su edad.
Carlos R. Paredes
A finales del siglo pasado, la Nasa contrató a los doctores George Land y Beth Jarman para desarrollar una prueba que permitiera identificar qué aspirantes a trabajar para la agencia espacial poseen un alto potencial creativo, es decir que son genios potenciales.
Luego, los doctores Land y Jarman sintieron curiosidad en conocer los resultados de la prueba si se aplicaba a niños de edad preescolar. Para su asombro, el 98% de los niños tenían un alto potencial creativo. Al aplicar la prueba a grados sucesivos, descubrieron que solo el 30% de los niños egresados de primaria poseían el potencial de ser genios creativos y únicamente el 12% al final de la secundaria. Al correr la prueba a personas adultas, menos del 2% de ellos poseía la capacidad de ser un genio creativo.
Lamentablemente, los resultados pueden interpretarse como que los sistemas educativos, por muy bien intencionados y sin importar el país, eliminan la individualidad del estudiante y los homogenizan bajo un solo perfil (https://twentyonetoys.com/blogs/teaching-21st-century-skills/creative-genius-divergent-thinking).
Si lo anterior sucede en los países desarrollados, podemos imaginar cómo es en Guatemala, con un sistema educativo anticuado que se centra en la memoria en vez del razonamiento. Adicionalmente, nuestro país cuenta con la dificultad de falta de aulas y, principalmente, de maestros especializados. Es imposible que un solo maestro, teniendo a su cargo una numerosa aula multigrado, además detecte la manera de aprender de cada alumno y le enseñe acorde. Es una tarea titánica e imposible para una sola persona.
La lección importante es que la inteligencia puede desarrollarse y seguir desarrollándose toda la vida. Lo debemos tener muy presente en las aulas, pero también en todos los ambientes de trabajo. Nuestros colaboradores pueden aprender relacionando y así mejorar su rendimiento. No solo realizan mejor su trabajo, sino también mejoran su productividad. Con ello no solo progresa el trabajador, sino también la empresa. No debemos obligarles a memorizar sus tareas, debemos enseñarles a relacionar y a ser curiosos.