PUNTO DE VISTA

Estados, intereses y valores

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Lord Palmerston, considerado como el más exitoso primer ministro y ministro de Relaciones Exteriores de la era victoriana, dijo una vez: “La Gran Bretaña no tiene aliados eternos, y no tiene enemigos perpetuos. Nuestros intereses son eternos y perpetuos, y nuestra obligación es vigilarlos”. En efecto, los Estados tienen, sobre todo, intereses. Sin embargo, en el siglo XX y particularmente después de la Segunda Guerra Mundial, con el nacimiento de la ONU y su Declaración Universal de los Derechos Humanos, y, en general, con el crecimiento de los ideales democráticos y de la importancia de la opinión pública, también los valores deben ser tomados en cuenta, obviamente, en mayor medida, en los países democráticos. Ese “balanceo” constante entre intereses y valores explica la razón por la cual una democracia, como los Estados Unidos, ha apoyado, por sus intereses, a regímenes autocráticos como el de Trujillo en República Dominicana, el Shá de Irán y Arabia Saudita, mientras en otras ocasiones, por sus valores, ha presionado a regímenes dictatoriales como el argentino, con el presidente Carter en los años ’70, o hasta apoyado su caída como en los casos de Somoza en Nicaragua y Marcos en Filipinas.
En la actualidad, con el fin del breve momento “unipolar” de los EE. UU. post Guerra Fría, retornan con furia la Historia, la geopolítica y las esferas de influencia en un sistema internacional multipolar. La invasión de Putin a Ucrania ha provocado el fortalecimiento de la Otán y, en general, de las alianzas en el llamado “Occidente”, alrededor de los EE. UU.

Las pacifistas Alemania y Japón, de la segunda posguerra, han iniciado un importante proceso de rearme, los EE. UU. también han incrementado su gasto militar. Finlandia y Suecia, dos naciones tradicionalmente neutrales, están ingresando a la Otán. Por otro lado, se ha conformado una alianza informal de las autocracias, unidas por su aversión a Occidente y a EE. UU., en particular.

' Nos damos cuenta de que estamos en un mundo más complejo y transaccional.

Sadio Garavini di Turno

Para muchos, estamos en presencia de una nueva Guerra Fría, entre las democracias, liderizadas por EE. UU. y las autocracias, con China a la cabeza. Pero si tomamos en cuenta los intereses, particularmente de los países del llamado Sur Global, nos damos cuenta de que estamos en un mundo más complejo y transaccional. La democrática india mantiene excelentes relaciones con Rusia, aprovechando comprar su petróleo y sus armas a descuento. Al mismo tiempo fortalece su cooperación con los EE. UU., Japón y Australia en el QUAD, frente a la agresividad china en la frontera del Himalaya. No olvidemos que Nehru, uno de los padres fundadores de la India moderna, dijo: “Cada vez que la China vuelve a ser la China, vuelve a ser imperialista”.

En América Latina, muchos países se están orientando, de acuerdo a sus intereses, por un no alineamiento activo y pragmático frente al conflicto China-EE. UU. China ya es el principal socio comercial de América del Sur. Y aun cuando condenaron en la ONU la agresión rusa a Ucrania, no se han sumado a las sanciones contra Rusia. Por eso, a diferencia del norteamericano, el gobierno japonés está sugiriendo que Occidente, sin dejar de proclamar y defender sus valores democráticos, no debe plantear que el enfrentamiento fundamental en el mundo actual es entre democracias y autocracias (por cierto, las democracias son minoría), sino entre Estados respetuosos o no de la Carta de las Naciones Unidas, del Derecho Internacional y, por tanto, de la integridad territorial, la soberanía de todos los Estados y de la exclusión de la guerra como método de solución de conflictos.

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