EDITORIAL
Obra trascendental
Si se le juzga por el lenguaje de sus narraciones, puede encajar en el habla de la mayoría de los guatemaltecos. Si la aproximación a su obra se hace desde la temática, sus personajes o los escenarios, puede ser ubicado como un escritor de otro país, seguramente procedente de uno con fuertes nexos con Israel o con el judaísmo, de donde provienen sus orígenes.
Así es la obra literaria de Eduardo Halfon Tenenbaum, Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias del 2018, según el comunicado emitido el pasado lunes por el Ministerio de Cultura y Deportes, en el cual se expone que ese reconocimiento se le otorga al destacado escritor por “la suma de sus obras, la calidad de las mismas y su trascendencia en los ámbitos local e internacional”.
Halfon proviene de emigrantes judíos árabes y entre sus antepasados figura un abuelo polaco sobreviviente de los campos de concentración nazis, lo que explica buena parte del contenido de algunas de sus obras más destacadas y traducidas a varios idiomas.
Más de 15 obras, entre novelas, cuentos y ensayos, forman el corpus literario de Halfon, aunque a él le gusta decir que sus obras son cuentos largos, que no escribe novelas, una tarea en la que quizá ni los mismos estudiosos podrán alcanzar un acuerdo.
Y es que en una realidad como la guatemalteca, los grandes autores siempre han quedado más cerca del mundo que de su propio país, debido a las torpes políticas editoriales, a la poca inversión en publicaciones o antologías y a los favoritismos que privilegian la promoción de ciertos autores, en lugar de dar el lugar que se merece al talento, otro insuperable registro de lo que fue la Revolución de Octubre en el ámbito cultural se impone también a la hora de las comparaciones.
Paradójicamente, para Halfon o para cualquiera de los ganadores anteriores de dicho reconocimiento estatal, en las escuelas de Guatemala se leen todavía con muy poco énfasis las obras de guatemaltecos, incluyendo al que le da el nombre al premio, Miguel Angel Asturias. Los maestros suelen imponer la literatura como una suerte de castigo medieval en lugar de enseñar a disfrutar del gozo de la palabra.
El premio otorgado a Halfon es un distintivo merecido. No obstante, al autor no le hace justicia el desempeño del gobierno que se lo otorga, el cual pareciera inscribirse dentro de una especie de relato oscuro en el cual aviesos personajes juegan con el poder y soslayan los grandes emprendimientos de Estado. Ojalá el escritor, al recibir el premio, tenga la oportunidad no solo de agradecer el galardón, sino también de esbozar desde su ojo agudo y ágil inspiración una visión crítica del actual estado de cosas en el país.
El Premio Nacional de Literatura se une a otros galardones logrados por Halfon en su dilatada trayectoria y es probable que con este reconocimiento también se conozca mucho más su obra y algo más de Guatemala, un tema más bien pasajero en su temática, aunque, como él mismo ha explicado en más de una entrevista: “Un escritor siempre está medio perdido. No sabemos cómo hacemos lo que hacemos. Ni por qué. Si funciona o tiene algún sentido”.