EDITORIAL
Negociaciones con olor a impunidad
La elección de la Junta Directiva del Congreso se ha convertido en una muestra de lo truculenta que puede llegar a ser una negociación cuando de por medio está la disputa por cargos de poder o privilegio. Ahora no se trata solo de alcanzar beneficios económicos en cargos de relevancia, sino que es más importante acceder a puestos desde los cuales se puede incidir de manera no siempre conveniente en políticas y decisiones de trascendencia nacional.
La disputa entre los grupos que respaldan a Mario Taracena o a Oliverio García Rodas para dominar el parlamento ilustra muy bien el tipo de extremos a los que pueden llegar los bandos en pugna. Por un lado, el oficialista FCN-Nación debió sacrificar la candidatura de su principal alfil, Javier Hernández, con tal de convencer a distintos círculos de que era posible ese sacrificio, con la meta de tener a alguien de confianza para poder maniobrar en otro sentido, contrario a como lo ha hecho hasta ahora el actual presidente del Legislativo.
La misma Unidad Nacional de la Esperanza debió ceder a sus propias diferencias internas y conformar un frente común para apoyar a Taracena en su búsqueda de la reelección. Esto, con el fin de bajarle revoluciones al desbocado ímpetu de los oficialistas y de otras bancadas que se han visto disminuidas y amenazadas por los recortes y denuncias que desde la presidencia del Congreso se lanzaron durante este primer año de la actual legislatura.
Para bien o para mal de ambos bandos en contienda, la elección de ayer quedó ahogada en los intentos y será hasta la próxima semana cuando se podría conocer finalmente a qué acuerdos llegan los diputados que están confrontados por apoderarse de las principales posiciones, no solo en la Junta Directiva, sino también de las principales comisiones, que se convierten en poderosa palanca para mover voluntades.
Las palabras del candidato oficialista García Rodas resumen el movedizo escenario sobre el que transcurren las negociaciones en el Congreso cuando afirma que “ahora tenía los votos suficientes para ser electo presidente del Congreso, pero la siguiente semana quién sabe”.
Ciertamente, el partido FCN-Nación y sus tránsfugas estuvieron muy cerca de salirse con la suya, lo cual es visto por diversos sectores como un seguro retroceso de lo que se ha avanzado en el empinado terreno de la lucha contra la corrupción, sobre todo porque muchos de los cercanos a la bancada oficialista provienen del partido Patriota o de Líder, un factor que todavía puede entorpecer procesos.
La prudencia debería prevalecer entre quienes aspiran a hacerse con otro poder del Estado. El mismo Oliverio García Rodas debería apartarse de esas aspiraciones y así no convertirse en parte de un movimiento sobre el cual existe poca confianza. En cambio, algo que puede ser de beneficio para el país es la conformación de una junta directiva idónea que no deje duda alguna de que la lucha contra la impunidad aún es un enorme reto pero al mismo tiempo una necesidad impostergable, y que los efectos de una mala decisión con seguridad traerán repercusiones impredecibles, aunque seguramente negativas.