CATALEJO
Meditaciones sobre futuro democrático
Los 18 años transcurridos desde el inicio del presente siglo, pero en especial los últimos cinco, han significado la consolidación de varios criterios sobre los cuales la democracia puede funcionar. El concepto de gobierno para el pueblo y por el pueblo se debilita a consecuencia de un elemento inesperado: la explosión tecnológica en la comunicación entre los seres humanos, factor cuyo elemento más problemático lo significa el conocimiento mundial instantáneo, sin meditación, sin futuro y sin lógica de una serie de ideas muchas veces absurdas. Uno de los peores resultados ha sido la comunicación por este medio usada por los gobernantes, con efectos desbaratadores y terribles.
Entre los temas para meditar se encuentran la necesidad de poner algunas condiciones a los ciudadanos para ejercer el derecho del voto, el cual evidentemente debe ser voluntario, como es el caso de Guatemala. Aquí la mayoría de la población lo tiene limitado en un caso específico: el de ser candidato a la presidencia y, por tanto, con la posibilidad de ejercer la primera magistratura de la nación. En efecto, quienes tienen menos de 40 años no pueden participar en un proceso eleccionario presidencial, y nadie protesta porque ello es lógico y también limitación iniciada desde el momento de la vigencia de la Constitución del 84. El criterio se refiere al nivel de la madurez de pensamiento y de criterio entre los 18 y los 40 años. Otra limitación prohíbe a militares ser candidatos antes de cinco años de su retiro del Ejército.
En vista de la manera como se han desarrollado los acontecimientos políticos desde el año mencionado antes, a muchos ciudadanos se les ha terminado o no les ha nacido el interés por participar en las elecciones, en una actitud aumentada a consecuencia, sobre todo, de las tres últimas elecciones. Esta cifra es importante de señalar porque equivale casi a los años necesarios para ser mayor de edad. Por aparte, el avance tecnológico provoca entre a los jóvenes una actitud de desinterés, a diferencia de otros tiempos donde buena parte de esa juventud se interesaba en participar en la vida del país. La tecnología les permite estar enterados al instante de las acciones equivocadas o malintencionadas de todos los estratos de la sociedad, sobre todo la política.
La participación como candidato a cualquier puesto de elección no debe ser tan libre como lo es ahora. Estados Unidos, Guatemala y Francia son ejemplos de mando otorgado a personas sin experiencia, llegadas de la calle —literalmente— a la primera magistratura de los países. No es el resultado de una carrera, de estudios o de cualquier cosa adicional a un súbito deseo de participar y, a base de beneficiarse del voto de castigo, del engaño populista —o de ambas cosas— llegan al mando sin equipo, sin capacidad, y por ello las consecuencias son evidentemente malas en poco tiempo. El caso de la salida de Inglaterra de la Unión Europea, llamada brexit, con terribles efectos negativos a causa de ser el voto de personas desesperadas por la situación económica.
El populismo no es fenómeno propio de los países pobres, sino también de aquellos cuyos habitantes están desesperados por las disminuciones de beneficios obtenidos por varias décadas, como ocurre en Europa desde el inicio de la postguerra, en 1945. La reducción del voto a determinados sectores de la sociedad, dejándolo sólo para personas realmente dispuestas a participar, en apariencia es injusto, o antidemocrático. Pero es lo contrario porque la falta de educación, en su sentido de instrucción escolar y conocimiento de factores importantes pero no necesariamente relacionados con lo económico, tiene entre sus efectos la facilidad del engaño populista. Pero ese es sólo uno de los obstáculos cuya implantación es necesaria para beneficiar a la democracia.