PERSISTENCIA
Máximas virtudes del héroe homérico
Las máximas virtudes (= “aretai”) a las que aspira el héroe homérico son: honra (= “timé”), gloria o fama (= “kleos”), elogio (= “epainos”), libertad (= “eleuthería”), justicia (= “dike”), ligada íntimamente a venganza (= “tisis”).
Pero entre todas estas “aretai”, la más sobresaliente en el mundo heroico es la valentía (= “andreia”).
Por medio de estas virtudes el hombre homérico alcanzará la única inmortalidad que se le es permitida: que sus proezas sean cantadas por los poetas y, así, se transmitan, a través del tiempo, de generación en generación.
Para la ejecución de estos ideales se cuenta exclusivamente con esta vida en la “physis”, única verdadera para el héroe homérico, el cual es educado —de acuerdo a Fénix, maestro de Aquiles— para “pronunciar palabras y para realizar acciones”.
Palabras y acciones que tendrán escasa repercusión en el más allá después de la muerte y que únicamente son valederas para esta vida. La “meta” “physis” (=más allá de la naturaleza), le preocupa al homérico pero como algo tenebroso, del cual no puede escapar: el hades o el infierno.
Siendo mortal, el humano ha de alcanzar la máxima perfección en el campo de la poesía (palabra) y en el de la acción (valentía en la guerra). Jamás exalta Homero el “mundo del más allá” o “metafísico”.
Es cierto que Aquileo se muestra soberbio frente a Héctor, pero no le podemos culpar de falta de compasión. Al ir el padre de Héctor a rescatar el cadáver de su hijo, Aquileo llora junto a Príamo, compadeciéndose de su hondo sufrimiento (al hacer la transferencia psíquica y verlo como a su propio padre). Y Príamo recibe, junto a las lágrimas de Aquileo, el cadáver de su amado hijo Héctor.
Muertes lentas y torturas en contra del enemigo son desconocidas por el héroe homérico. Esto no ha sido recalcado por ninguno de los eruditos de la cultura griega.
Porque el culto al humano por el humano es para el heleno el centro fundamental alrededor del cual gira toda ética. Aún el enemigo es exaltado por sus preclaros antecesores y su actual valentía. Jamás se hace mofa de él. Se le mata o se le esclaviza en la guerra, pero nunca se le tortura con ánimo de goce sádico.
El sadismo se dará en el mundo de los dioses, quienes por ser inmortales están más allá del bien y del mal y no tienen necesidad de “paideia” (=educación) ni de ideal alguno al cual aspirar, ya que son perfectos en cuanto a poder, belleza e inmortalidad; no así en cuanto a ética, la cual desconocen.
Pero hay que insistir en que el héroe homérico se enfrenta solo a la muerte. Los dioses que le otorgan protección, según sus caprichos no le prometen una mejor vida después de la muerte. El destino (= “moira”) que culmina con la muerte le rige de manera implacable.
Este es el auténtico contexto “trágico” en el que se desenvuelve la vida del héroe homérico de acuerdo a su religión.
Jaeger, en el capítulo Nobleza y areté de su Paideia, observa cómo “areté”: reviste en parte la forma de mandamientos y en parte consiste en una serie de preceptos sobre la mortalidad externa y en reglas de prudencia para la vida, transmitidas oralmente a través de los siglos (…)” .
Es interesante hacer notar que en la interpretación (profunda y exacta) que Jaeger de la palabra “areté”, no incluya la moral de Sócrates. En cambio, hace constante referencia a “la antigua cultura aristocrática helénica”, cuyo máximo representante es Homero.
“El más antiguo testimonio de la antigua cultura aristocrática helénica, es Homero, si designamos por este nombre las dos grandes epopeyas: La Ilíada y La Odisea.
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