MIRADOR
María Andrea discriminada
Terrible el caso de la empresaria María Andrea Flores que comercializa ropa típica —indígena, indumentaria maya o la denominación que corresponda— y tuvo la “desfachatez” de llamar a la marca “María Chula” ¡Qué atrevimiento! ¡Qué horror! ¡Cuánta discriminación!
Denunciada por el Movimiento Nacional de Tejedoras Ruchajixik ri qana’ojbäl —que promueve ley de privilegios para la protección de telas y textiles— aclaró y pidió disculpas ante la Comisión Presidencial contra la Discriminación y el Racismo contra los Pueblos Indígenas (CODISRA) —excluye a ladinos, mestizos y afrojamaiquinos— porque, según explicaron, vendía blusas con bordados típicos bajo la marca “María Chula” y los comisionados concluyeron que eso formaba parte de una manifestación discriminatoria asociada al uso del lenguaje preponderante en una sociedad xenófoba y racista, como es la guatemalteca ¿No lo entiende?, mejor cállese porque será acusado de formar parte de ese grupo que tiene tan enraizado en el subconsciente el racismo que no se da cuenta. Sutil argumento que condena sin defensa posible ¡Vaya nivel de razonamiento al que hemos llegado! ¡Vaya salvajada teórica!
Cuide mucho las palabras que emplee, el tono o a quien las dirija. Si no es indígena, corre riesgo de que lo despellejen cachazudamente al atribuirle uso de lenguaje discriminatorio y racista, que para eso está la Comisión. No para combatir el racismo, sino el racismo contra pueblos indígenas. Un análisis desde el metalenguaje o la nueva lengua orwelliana puede acorralarlo contra las cuerdas de la justicia y llevarlo al escarnio público por medio de la inexorable súplica del perdón. Hete ahí la Santa Inquisición cultural del siglo XXI, la interpretación a la carta de intereses económicos y de dominio.
No se niega la existencia de racismo y discriminación —aquí y en Kathmandú— porque siempre habrá energúmenos, abusivos o delincuentes que desprecien o agredan por razón de raza o etnia ¡Claro que hay que lucha contra la discriminación y el racismo!, pero no valerse de ello como excusa y desde instituciones estatales, para presionar o descalificar a la competencia del Movimiento Nacional de las Tejedoras —¿será el fondo del asunto?— menos retorcer argumentos para fabricar linchamientos mediáticos que humillan y ponen en peligro a personas o vulneran derechos fundamentales.
Contrasta poderosamente el atropello en el tema “María Chula” con la nula preocupación de la CODISRA por condenar eventos gubernamentales o sociales en los que se fuerza y materializa la presencia indígena vistiendo a personas con indumentaria típica o como deba decirse, que ya no se. Tampoco veo que condenen el paripé en algunas embajadas o cierta publicidad —aeropuerto y turismo— en que “lo típico”, lejos de presentarse naturalmente, lo es de manera folclórica, artificial y distante del uso correcto que da “María Chula” a su ropa. No digamos los videos de “Nito y Neto” disfrazados de lugareños con torpe uso del vocabulario para provocar sonrisa burlona. En esos y otros casos, CODISRA cierra los ojos, mientras fabrica incidentes para engrosar la memoria de labores.
Se puede retorcer la interpretación hasta donde convenga y el maleable uso de la retórica permite. Incluso exculpar y justificar el racismo de la tesis de graduación de Miguel Ángel Asturias por pertenecer “a su tiempo” y no ser conveniente pasearse por un connacional premio Nobel, pero este caso es un despropósito, una farsa y una preocupante manipulación. Espero que no tachen de racista o discriminadora esta columna de opinión y me exijan disculpas bajo el irrefutable argumento de que mi subconsciente es racista sin que yo lo sepa. ¡Uy!