PRESTO NON TROPPO
Maddalena Laura Lombardini
Hará 200 años, un 18 de mayo de 1818, fallece una personalidad sobresaliente de la historia del arte. Destacada violinista y compositora, a más de cantante lírica, versada también como violonchelista y clavecinista, exitosa concertista y exitosa empresaria. Maddalena Laura Lombardini. Aunque de origen aristocrático, su preparación y el buen destino que dio a sus habilidades personales no se debieron a su alcurnia, sino a la previsión social de lo que entonces era la República de Venecia. Habiendo caído en desgracia su familia, Maddalena tuvo que crecer y formarse, hasta obtener una maestría en música a sus 21 años, en el Ospedale dei Mendicanti (el Albergue de Mendigos), uno de los cuatro grandes hospicios venecianos de entonces.
Dichos hospicios velaban por los necesitados de la ciudad y llegaron a distinguirse muy especialmente gracias a la educación musical que brindaban a las jóvenes internas. Se contrataba a maestros de reputación –Vivaldi, Porpora, Hasse y Cimarosa fueron algunos de los más ilustres– quienes ofrecían entrenamiento auditivo, lectura a primera vista, teoría musical, ejecución de instrumentos y componían obras específicamente para que las interpretaran las alumnas. Tal era el nivel profesional que adquirían, que muchos turistas llegaban a Venecia y pagaban por escuchar a las orquestas, integradas exclusivamente por mujeres. De este modo, contaron con mecenazgos y un continuado rendimiento a lo largo de dos siglos. Aquello solamente se vino abajo a partir de 1797, cuando se vino abajo toda Venecia. No resulta ninguna sorpresa constatar que fue consecuencia de la nefasta acción de políticos y militares; Napoleón, los Habsburgo, la dominación foránea. La comparación duele, cuando pensamos en Guatemala: el feminicidio del “Hogar Seguro”, el desprecio por la formación artística, la magra expectativa que tienen las jóvenes músicas en nuestro país, la miserable inversión pública y privada en expresiones culturales de alto nivel y, claro… la nefasta acción de políticos y militares – lo único en lo que se parece nuestro caso a aquél.
Discípula del virtuoso Giuseppe Tartini, Lombardini descolló por mérito propio, al punto de organizar sus propios conciertos y tocar, como solista, sus propias composiciones sinfónicas y de cámara, que también hacía imprimir, todo ello cuando aún no cumplía tres décadas de vida. Fueron notables sus presentaciones en Francia, Inglaterra e incluso Rusia, en su doble función de violinista y autora. No olvidó su antigua escuela barroca, aunque en sus piezas cultivó los lineamientos de la nueva escuela clásica. Y, por supuesto, es fácil dejarse arrebatar por el entusiasmo y sobredimensionar la calidad estética de su obra, perdiendo de vista que sus seis Concerti per Violino, sus cuartetos, tríos, duetos, sonatas y otras composiciones responden a los modelos de su tiempo, sin extralimitarse ni avanzar propuestas novedosas. Pero también es preciso recordar que era la época de dos gigantes, Haydn y Mozart. Eran ambientes totalmente manejados por hombres. Era habitual suponer, con desconfianza, que una mujer sólo podría despuntar si esos hombres le hubieran dispensado algún privilegio.
Así, el testimonio de Maddalena Lombardini representa el triunfo de la educación, de la valoración del arte, de la responsabilidad social y de la capacidad individual para superar los prejuicios de género. Una lección clara, tanto para quienes gobiernan como para quienes son gobernados en esta nación, de lo que puede hacerse cuando prevalece la mejor voluntad humana y se ponen los medios para alcanzar las metas que todas y todos tenemos derecho de ambicionar.