CATALEJO

Los mortales males ocultos en la democracia

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Como toda palabra de significado abstracto y por tanto posible de ser interpretada en muchísimas formas, algunas contradictorias, esta situación puede ser considerada como el germen de su propia destrucción. En la actualidad, la crisis del concepto de democracia en prácticamente todo el mundo obliga a pensar con serenidad y detenimiento si no ha llegado el momento de  suspender por un tiempo algunas de las bases de hechos fundamentales como la votación, sometida a algunas condiciones para evitar el engaño populista de cualquier tipo de ideología. Obviamente, esta decisión es fácil de atacar con la acusación de provenir de personas adictas a la dictadura. El mundo de los tiranos está lleno de ascensos democráticos iniciales, luego burlados, en todo el siglo XX y en el actual.

Se deben señalar algunos ejemplos: ¿es beneficioso para la democracia y sus resultados el voto de personas analfabetas, y por tanto muy fáciles de engañar por los demagogos? Debo explicar: concuerdo plenamente en la idea de diferenciar analfabetismo con inteligencia. Pero en un país como Guatemala, en este momento, ¿no será el voto de personas engañadas el factor más importante para la elección de políticos y candidatos nefastos? ¿Puede haber democracia sin educación, entendida esta no solo como alfabetismo sino como la capacidad de comprensión de problemas serios? Este caso es solo uno de los más claros ejemplos. Lo mismo ocurre con la multiplicidad de “partidos” políticos a causa de las extremas facilidades de formarlos.

Hay otras preguntas: al respecto de los partidos, ¿deben ponerse lapsos —de cinco años, por ejemplo— antes de permitirles participar en elecciones? ¿y usar ese tiempo para obligarlos a dar cursos de su ideología a quienes se apunten y a los dirigentes, y a aumentar el número de filiales en todo el país, a fin de hacerlos entes nacionales? Esto no significa ruptura de los derechos políticos, porque los militares deben esperar cinco años fuera del Ejército antes de ser candidatos. Y hay algo más claro: la mayoría de ciudadanos, aquellos de edades entre 18 y 40 años, tienen vedado participar como candidatos presidenciales, por razones elementales relacionadas con la madurez. En Guatemala, muchas personas de 40 años ya tienen hijos de 15 o más y esa paternidad o maternidad influye en la madurez.

Otras preguntas: ¿puede existir el derecho de pedir no ser incluido entre las listas de ciudadanos interesados en participar en las elecciones? De aceptarse, implicar��a ser borrado, porque no le interese participar en la “fiesta cívica” y podría dar paso a una victoria electoral en primera vuelta. Este derecho también debería incluir el de regresar a los listados. Los tránsfugas, ¿deben saltar de partido en partido según la oferta para cumplir con sus intereses personales? Y hablando de edades mínimas, ¿los diputados deben tenerla? Esas condiciones, ¿deben incluir a los alcaldes, los ministros? Es necesario, por ser notoria la urgencia de poner orden. Y esto solo se logra, o al menos se facilita, con normas. Ahora existe un libertinaje cuyos efectos influyen en la triste realidad nacional.

Finalmente, el gran reto es educar a los ciudadanos interesados en identificar las acciones proclives a una dictadura. Cuando el presidente Morales, por ejemplo, ante sí y porque se lo ordenaron quienes lo mandan, simple y sencillamente desobedece a las más altas cortes del país porque no está de acuerdo con sus decisiones, está dando un paso a la dictadura y a mi criterio él está muy claro en eso. Todos los dictadores latinoamericanos actuales, Maduro, Chávez, Ortega, Evo Morales, Correa, en su momento, llegaron vía los votos, en base a mentiras y falsas promesas populistas. El caso cubano es peor: escogido por “dedocracia”. El riesgo de la poca democracia existente en Guatemala es sufrir algo similar. Quien no lo ve, es por incapacidad intelectual o por inconveniencia.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.