PUNTO DE ENCUENTRO
Los medios y la violencia contra las mujeres
En una emisora local, una voz masculina se refería a lo ocurrido en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción. El locutor se lamentaba de la “mala suerte” que corrieron las jovencitas y acto seguido emitía su opinión sobre las razones por las que habían sido recluidas en el lugar. Afirmaba que muchas de ellas habían sido violadas y que eso estaba mal. Sin embargo, había que entender que “la ropa ajustada, demasiado transparente o provocativa” las convertía en “objeto de deseo” y eso había que evitarlo a toda costa para que no ocurriera una violación. “Niñas, no se vistan así, cuídense a ustedes mismas”, “madres den el ejemplo, sus hijas solamente las imitan…”, decía en tono casi solemne.
Después vino una serie de llamadas del público que refrendaban lo dicho por el comentarista y agregaban que las fotografías que las jovencitas colocaban en sus redes sociales eran una de las causas del acoso y la violencia sexual que sufrían. Una señora fue la voz disonante, pero al parecer, como su comentario no iba en la línea de sus antecesores, le cortaron la comunicación rápidamente.
Lo anterior es solamente un ejemplo de lo arraigada que está en la sociedad la idea de que las mujeres, jóvenes y niñas víctimas de violencia solamente cosechan lo que siembran. Es decir, son ellas las responsables de la violencia que sufren. Y eso no es más que una construcción cultural producto de un sistema patriarcal que mantiene al hombre como parámetro de la humanidad, otorgándole una serie de privilegios e institucionalizando el dominio masculino sobre las mujeres. Así nosotras somos objeto, mercancía, nuestros cuerpos son propiedad de algún hombre (familiar o no) y por eso pueden ser usados, desechados, maltratados, abusados y violentados.
Este sistema culpa a las mujeres y no sanciona a los hombres, porque la violencia y el machismo están naturalizados. Las cifras de femicidios, violaciones sexuales, embarazos en niñas y adolescentes, trata y pornografía así lo demuestran. El Observatorio de Salud Sexual y Reproductiva (OSAR) informaba la semana pasada que durante 2016 se registraron 2,700 nacimientos de madres entre 10 y 14 años y que entre enero y marzo de este año van 578. Y eso no incluye a las niñas y adolescentes violadas que no resultan embarazadas.
En todo esto hay un arma muy poderosa que se utiliza permanentemente: el lenguaje como un instrumento esencial para la transmisión y permanencia de estas ideas. Un lenguaje que sirve para justificar la violencia y mantenerla; para fortalecer y reafirmar los estereotipos; para alentar la sumisión femenina y los roles de la mujer en el ámbito privado; para reproducir el sexismo y exaltar la figura masculina violenta, controladora y abusiva.
Hay un discurso bien estructurado que sigue siendo socializado a través de los medios, en las páginas informativas, la publicidad e incluso en las columnas y programas de opinión. Los medios de comunicación tienen gran influencia en la construcción del imaginario social y los contenidos que transmiten crean y afianzan ideas. Por eso los periodistas, editores y propietarios tienen una enorme responsabilidad en la deconstrucción de este sistema que discrimina, desvaloriza y violenta a las mujeres.
No se vale en nombre de la libertad de expresión fomentar la misoginia, justificar y aplaudir la violencia, hacer creer que el acoso y las violaciones sexuales son naturales y producto de la “ligereza” de comportamiento de las niñas y las jóvenes. En esta tarea de construir un paradigma distinto, los medios tienen mucho que aportar.