SI ME PERMITE

Los fracasos nos enseñan no nos anulan

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“Cada fracaso le enseña al hombre algo que necesitaba aprender.” Charles Dickens

Desde que iniciamos en la vida, hay un contante aprender y corregir lo que se ha hecho con anterioridad. Si bien no nos dedicamos a registrar fracasos, eso no implica que no los hayamos tenido, pero lo más relevante es que aprendimos de ellos para poder avanzar.

Claro está que los fracasos en otros son más obvios que los nuestros y los notamos con facilidad, pero antes de señalarlos debería ser momento de reflexión para aprehender de ellos y registrarlos en nuestra vida. El observar los fracasos de otros nos evita tener que aprender en nuestro pellejo.

Cuando entendemos que la vida es una continuidad diaria sobre la cual acumulamos conocimiento y que nuestras vivencias siendo muy propias, seremos los primeros en observar y evaluar antes que otros lo hagan. Por ello nuestra vida es una afirmación de uno, va de lo conocido a lo desconocido, pero no debe ser un proceso de riesgos, sino una acumulación de conocimientos.

Los fracasos que más nos afectan son aquellos que por una ignorancia tenemos que vivir.

Si hubiéramos hecho la tarea previa en la vida, se podría haber evitado el fracaso o al menos minimizarlo.

Por esto, la madurez y la edad no son sinónimos.

Comúnmente nos preguntan de nuestra edad y cuando les contestamos seguramente los que nos interrogan reflexionan si en verdad la suma de los años corresponde a lo que la vida nos ha enseñado.

Si alguien presumiera de ser perfecto solo haría que los demás se aparten de él, pero si uno determina alcanzar alguna especie de perfección está constantemente viendo qué puede aprender para evitar fracasos en el mañana, sea preguntado o bien observando a los demás.

Mientras vivimos estamos en la capacidad de reiniciar y redefinir a dónde queremos llegar y hacer todo el esfuerzo necesario.

Por su puesto, este proceso de vida no es necesario tener que socializarse, pero sí reflexionar concienzudamente redefiniendo metas que sean propias de nuestra personalidad y también de la capacidad que hemos alcanzado en el diario vivir.

Posiblemente muchos de nosotros tenemos un pasado que poco nos favorece para poder ocultar los fracasos que hemos sufrido, pero lo importante es no darse por vencido.

Lo anterior nos debe hacer realistas en que somos seres cambiantes a diario, por el simple hecho de que avanzamos en edad y nuestro entorno sufre cambios sin que tengamos que estar de acuerdo con ello. Si no vivimos en la realidad del tiempo que nos toca estar, la falta de la disposición de la actualización nos expondrá a ser candidatos para fracasar y, por consiguiente, terminamos anulados.

Los cambios que se dan en nuestro derredor deben oxigenarnos en nuestra creatividad y ser de aquellos que están dispuestos a estar un paso adelante antes que tener que arrastrarnos para poder funcionar en nuestro medio.

Posiblemente una dosis de una curiosidad sana nos ayudaría para no quedarnos atrás como fracasados, y además nos llevaría a ser modelos de los seres progresistas que siempre buscan respuesta a las necesidades.

Cuán gratificante es cuando podemos llegar a guiar a otros en sus inquietudes y necesidades, aunque a veces simplemente todo lo que hacemos es ofrecer mejores alternativas. Pero esto solo se logra cuando tuvimos vivencias previas que fueron superadas; entonces podremos ayudar.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.