BIEN PÚBLICO
Lo más importante de todo
Hay un poema de Otto René Castillo que siempre me ha conmovido. Es ese intitulado “Lo más importante de todo”, que trata sobre unos ferrocarrileros a quienes el ejército nacional les ha desbaratado la huelga por más pan. Algunos de los obreros que aparecen a lo largo de la historia han perdido tanto la esperanza en que sus fuerzas puedan superar la opresión, que terminan derrotados, afirmando que nada puede dolerles más de lo que ya les duele; otro dice que será mejor callar y ahorrar para el entierro, mientras alguno habla sobre el destino: “nos ha tocado ser pobres. Y seguiremos siendo pobres hasta la consumación de todos los siglos”.
Ayer platiqué con una mujer de ojos apagados, que murió hace diez años cuando la mara del vecindario en el que vivía mató a su único hijo. El domingo leí en Prensa Libre el reportaje sobre el atleta Ken Israel Franzua, quien compite con los zapatos que le presta su colega Ronald Ramírez, pues ni la Federación de Atletismo ni el Comité Olímpico Guatemalteco hacen algo para apoyarle. Se suman los cuatro millones de niñas, niños y adolescentes que no pueden acceder a las escuelas, o de las niñas asesinadas en el Hogar Virgen de la Asunción. Y los patojos urbanos que han sido la carne de cañón de la inseguridad, la violencia y la discriminación, o los jóvenes rurales que son el insumo más barato y desechable de las fincas. ¡Estamos acostumbrados a sufrir tanto!
Mientras en muchos muppis se anuncian las irresistibles ofertas de vehículos desde USD50,000, las estadísticas sobre el empleo y los salarios son alarmantes. La más reciente encuesta nacional publicada sobre empleo (septiembre de 2016), advertía que el 68.4% de los asalariados no tiene contrato de trabajo; aproximadamente dos de cada tres no recibieron Bono 14 y Aguinaldo. El 80% de los guatemaltecos asalariados tienen un ingreso promedio menor de Q2,710 mensuales, lejísimos de los Q7,551 mensuales que costaba en abril la canasta básica vital de una familia promedio. Con razón la pobreza ronda al 59.3% de los guatemaltecos. ¡Es el destino. Nos ha tocado ser pobres!
Muchos congresistas ahora mismo discuten leyes que aumentan los privilegios a sectores económicos que seguramente les financian sus opacas campañas electorales. También están aprovechando el silencio de la ciudadanía para detener las reformas que independicen el sistema de justicia de los poderes obscuros que hoy lo dominan; mientras una camarilla de alcaldes empuja en el Congreso una iniciativa de ley para abrir nuevos caminos a la corrupción. Por su parte, el gobierno actual ha otorgado una nueva amnistía fiscal para quedar bien con contribuyentes morosos.
Mientras todo esto pasa, la mayoría de guatemaltecos no dice nada. Quizá en su desconsuelo los ciudadanos piensan que no se ha logrado mucho después de sacar a un gobierno corrupto. Quizá nos inflamos en la protesta y nos desinflamos en la propuesta y el seguimiento. Pero, lo que más me gusta del poema de Otto René, es que, finalmente, un trabajador alza su voz y recuerda que el hombre no tiene destino, tan solo tiene manos y lo que haga con ellas será su biografía. Eso es precisamente lo más importante de todo. Hoy la democracia y el desarrollo siguen lejanos y solo podrán lograrse con un nuevo pacto social y fiscal, que sea el sustrato material —nuevas obligaciones repartidas justamente para materializar nuevas garantías— a nuestras ideas de protección social, educación, salud, trabajo, seguridad, justicia e identidad. No un pacto de élites, ni de mafias, sino de personas.