ESCENARIO DE VIDA
Llega a Estados Unidos la devastación
Desde hace muchos años he venido escribiendo sobre el cambio climático para hacer conciencia, ya que por más de una década, la comunidad de ciencias climáticas ha venido pronosticando la probabilidad de que las tormentas se fueran tornando más fuertes e intensas en todo el planeta. Casi nadie nos creyó. Hablando telefónicamente hace dos días con Dr. John Kermond, exdirector de Outreach, NOAA (National Oceanic Atmospheric Administration), me ha confirmado que ahora se están produciendo huracanes con mayor fuerza e intensidad que antes y reitera que es porque existe más energía térmica disponible en los mares para alimentar las tormentas.
Recapitulemos lo que ha ocurrido; todo simultáneamente. Primero vino el huracán Harvey, que devastó Houston. El huracán Irma cobró más fuerza y azotó a Puerto Rico con fuertes lluvias y poderosos vientos. Dejó atrás a más de 900 mil personas sin servicio eléctrico y también atacó a otras islas como Antigua y devastó Barbuda, donde el 90% de los edificios fueron destruidos. Mucha gente en la Florida decidió tomar rumbo al norte, apresurando una huida para no estar durante el golpe a Miami; una tormenta anunciada como categoría 5, con vientos potencialmente catastróficos de 297 kilómetros por hora (185 mph). Hoy estamos frente a tres tormentas simultáneas. ¿Pura coincidencia? Estas bestias huracanadas se han ido fuera de proporción, pues no son normales y ahora tristemente les llega a los norteamericanos la devastación.
Según Kermond, el calentamiento global no es necesariamente el que “produce” huracanes, pues estos se forman a partir de perturbaciones atmosféricas, siendo lo más notorio la presencia de aire caliente y húmedo —como la mayoría de los océanos tropicales globales—. Mas estos huracanes vienen mucho más intensos, con gran perturbación que se produce sobre las zonas más cálidas de los océanos tropicales; ahora súper recalentados. Es así como se intensifica su fuerza rápidamente con el calor adicional de los mares y ya casi no vemos huracanes categoría 1 y 2, sino 4 y 5.
Pensemos en un huracán como si fuese un motor natural, con entrada, escape y movimiento rotatorio, con un mecanismo de transferencia de calor natural. El huracán Harvey, por ejemplo, permitió que trillones de galones del vapor de agua rociaran Houston.
En este momento, las condiciones necesarias para la formación de megahuracanes están alineadas. Hemos desmejorado considerablemente nuestro ambiente natural e incrementado el efecto invernadero mediante la quema de combustibles fósiles, la deforestación y una serie de contaminantes que ponemos en nuestra atmósfera. Los océanos globales están más cálidos y prueba de ello son los arrecifes de coral, diezmados por las elevadas temperaturas del mar. Si no me cree, siga diciendo que el cambio climático no existe. Pero vea que el océano ha cambiado y ahora presenta mucha más acidez.
Ahora debemos esperar lo “inesperado” y anticipar eventos de tormentas con mayor energía, mucho más violentos y prácticamente bestiales. ¿Qué debemos hacer? Mejorar la planificación y uso de la tierra, poner mejores requisitos de zonificación y códigos de construcción, un mejor mapeo de la llanura de inundación conjuntamente con medidas apropiadas contra riesgos y técnicas para “mejores prácticas”. No debemos olvidar que el ordenamiento territorial es urgente. Estas deberían estar en la agenda de todas las autoridades gubernamentales.
¿Cuántos huracanes más deberán llegar para que los “no creyentes” en el cambio climático finalmente entiendan que con nuestros nefastos estilos de vida hemos creado estas bestias que hoy nos atacan?
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