LIBERAL SIN NEO
Las teorías conspiracionistas
Para el politólogo Michael Barkun, “teoría conspiracionista” significa la creencia que explica un evento o situación, como el resultado de un complot secreto, por parte de conspiradores poderosos y astutos, para alcanzar un fin malévolo. Según Barkun, el conspiracionismo tiene tres atractivos. Primero, aparenta hacer sentido de un mundo que parece confuso. Segundo, lo hace de una forma atractiva y sencilla, dividiendo el mundo de tajo entre las fuerzas de la luz y las fuerzas de la oscuridad. Tercero, se presenta como conocimiento especial y secreto, no visto por otros, menos aún por las masas.
Barkun ofrece tres clasificaciones de teorías conspiracionistas. La conspiración de evento se refiere a eventos limitados y claramente definidos, como el asesinato de Kennedy —perpetrado por la CIA—, el aterrizaje de la Nasa en la luna —un montaje—, 9/11 —planeado por la CIA— y el sida —una conspiración racista del gobierno de EE. UU. y compañías farmacéuticas—. La sistemática se relaciona a supuestos objetivos amplios, como la dominación de un país o del mundo. Las súper-conspirativas agrupan múltiples supuestas conspiraciones enlazadas jerárquicamente con una remota y poderosa fuerza malévola a la cabeza.
Jesse Walker identifica varios tipos de teorías conspiracionistas. El “enemigo de afuera” se basa en figuras que supuestamente intrigan desde afuera, como el presidente Maduro de Venezuela, que culpa de todos los males de su país a una conspiración imperialista fraguada por EE. UU. El “enemigo arriba” involucra a personas poderosas manipulando eventos para su propio beneficio; una vasta conspiración de la oligarquía o grupos económicos poderosos.
No estoy seguro de si los eventos y la situación que acontece en Guatemala encaja dentro de alguna de estas clasificaciones de teorías conspiracionistas. Pero sí se sienten y huelen las fuerzas oscuras. Las torpezas perpetradas con el bono para el alto mando del ejército y el presidente, o el apurado decreto de los diputados, de “reformas al sistema penal”, llevan a pensar que solitos se han “alzado por su propio petardo”. Por otra parte, la entonces presidenta de la Corte de Constitucionalidad (CC), Gloria Porras, otorgó el denominado “Bono Revolucionario” a 288 funcionarios y empleados de la CC, que representó para ella más de Q70 mil, sin tanto escándalo.
Aun suponiendo que no hay conspiraciones, seguramente hay bastante oportunismo. Diversos actores y grupos pretenden empujar la coyuntura en una dirección definida y premeditada, aprovechando la “agudización de las contradicciones”. Es oportuno plantear la pregunta ¿cui bono? (¿quién se beneficia?). Responder a esta pregunta permite hilar fino; muchos actores buscan beneficiarse, o en sus propios ojos, salvar a Guatemala. Hay grupos organizados buscando que la crisis se resuelva con una asamblea nacional constituyente “pluricultural”, con la intención de que este esquema de representatividad les permita alcanzar su visión social. Otros son más vagos. Circula un video de una agrupación estudiantil, proclamando que su objetivo es “la libertad” y el medio sería la inmediata renuncia del presidente y los Diputados al Congreso. Independientemente de si esto sería aconsejable, no está clara la relación entre las renuncias y la libertad. Quizás son engranajes en una súper-conspiración, o tan solo jóvenes idealistas ingenuos.
El adagio de en río revuelto, ganancia de pescadores, no contempla todos los posibles estados del mundo. Podría ser que no hay pescado, o que se voltee el cayuco, los pescadores no saben nadar y nos arrastren a todos.