CATALEJO

Las muy actuales críticas de Platón a la democracia

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Platón, el enorme filósofo occidental, vivió más de tres siglos antes del nacimiento de Cristo, cuando en Grecia comenzó a aplicarse la teoría política de la democracia, cuyo significado entonces era quitar el poder del Estado a los reyes y darlo a los ciudadanos. El rechazo platónico a esta idea debe pensarse en su negativa a aplicar una utopía, basada en la idea de dar a cualquiera, sin importar sus capacidades personales, la responsabilidad de dirigir el Estado. Para aplicar estos criterios a la realidad de 3,500 años posteriores, es necesario pensar primero en la idea platónica de la imposibilidad de la democracia. Parecería inaceptable si se considera de manera superficial. Pero al analizar la realidad actual, es obligado pensar un poco más profundo y buscar soluciones.

Primero, se debe recordar cómo era la sociedad de ese tiempo. La democracia era solo para los hombres y estaba vedada a las mujeres y a los esclavos, quienes juntos obviamente hacían una mayoría. ¿Misoginia (rechazo a las mujeres) y discriminación a la mayoría? No. Simplemente productos de esa época. Aun así, ese grupo minoritario de hombres provocaba el rechazo de Platón, porque la capacidad de gobernar un Estado no es cualidad de todos. Se necesita preparación y virtud, así como no darle la conducción del Estado a una masa manipulada e ignorante. En realidad, ejerce el poder una minoría de políticos y demagogos, quienes se aprovechan de la incapacidad y de la insensatez de ese grupo social de la generalidad de la minoría integrada por los hombres.

Continúa Platón calificando a los dirigentes democráticos como demagogos, es decir una especie de sofistas, gente especializada en el halago y el engaño porque refutan los argumentos de un adversario sin tomar en cuenta sus cualidades personales, y basarse en oratoria atractiva y envolvente, así como del relativismo ético y social. Las decisiones no deben ser el resultado de la opinión de la mayoría, pues muchas veces estará equivocada, o será producto de engaños o desconocimientos. La solución platónica es el gobierno de los filósofos, porque estos son personas sabias y virtuosas como resultado de practicar la filosofía. Su propuesta es de una aristocracia (el gobierno de los mejores) pero relacionada con la virtud y el saber y por ello son los méritos las cualidades necesarias para gobernar.

Una vez terminado este brevísimo resumen de las ideas de Platón —obviamente necesitadas de mucho estudio— se puede pensar en cómo buscar una concordancia en los términos actuales. Los filósofos equivalen a los estadistas, no a los politiqueros, evidentemente los demagogos actuales. Se debe pensar hoy en día cómo hacer para evitar los votos provenientes de personas desconocedoras, por falta de educación e incluso de efectos como la malnutrición, o de resultados de implantar soluciones inmediatas para resolver problemas, sin pensar en aquellos nuevos derivados de estas soluciones. Sin embargo, no es necesario adentrarse en los criterios platónicos para ver a la democracia electorera de Guatemala como un ejemplo de las causas del rechazo de hace 2.500 años por un pensador básico para la cultura del mundo occidental.

Creo importante señalar tres casos, por orden de aparición: Morales, Trump y Bolsonaro. Sin entrar a analizar sus actividades, decisiones y comentarios, me fijo en el tema platónico del resultado de la votación mayoritaria de personas con demasiadas pocas capacidades para manejar un Estado de cualquier tamaño e importancia en el mundo actual. El populismo no es solo de izquierda, y el de derecha tiene efectos tan terribles como su contraparte, por ser lo mismo, pero al revés. El momento ha llegado para comprender la necesidad de realizar cambios y algunas limitaciones de ideas ahora consideradas verdades inamovibles, no para dejar todo igual, sino para permitir el avance general, sobre todo el social (educación, salud), política (no politiquería) y economía real, no solo de moneda.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.