DE MIS NOTAS
La política sin Arzú
Destacaré que al final de la vida para un político hay un balance que cuenta: el favor y el amor del pueblo. Álvaro Arzú murió admirado y con honores. El balance de su vida dentro de la actual coyuntura deja un vacío en el tablero político. Sostuvo a la patria en los momentos difíciles de su historia, incluyendo la encrucijada en la que nos encontramos hoy.
Y la última fue alrededor de Cicig. Una operación que lleva ya once años, a la cual se le aplaude el haber enviado a la cárcel a muchos pillos de cuello blanco, pero también se le señala de cometer serios errores en el desempeño de ese mandato que ya presenta telarañas, un balance negativo y un peligro para la institucionalidad de nuestro país.
Las leyes no se manejan a antojo —aun cuando en este país haya sido esa la tónica—, interfiriendo abiertamente con magistrados y jueces. Una realidad tan evidente como para recibir reprimendas de altos funcionarios del gobierno de Trump.
Se insiste en combatir la corrupción y la impunidad sin enfoques y metodologías, apegadas a derecho, más justas y, ante todo, más acordes al espíritu original pactado de transferir competencias para formar a nuestros fiscales y transferirles la estafeta iniciada hace más de una década.
Los guatemaltecos pensantes quieren seguir peleando la buena batalla, pero cambiando este sistema agotado, trayendo contingentes de especialistas técnicos (FBI, israelitas, etc) permanentes en todas las ramas de la justicia desde la Fiscalía general, el Organismo Judicial, la Policía Nacional Civil y hasta el Ejército.
Y en cada una de estas instituciones, mediante un poder finamente redactado y vinculado a otros tipos de acuerdos, con dientes —mas no con garras devoradoras sin rendición de cuentas— podremos continuar el combate de la corrupción y la impunidad sin claudicar en la ofensiva original de destruir las costumbres atávicas, enquistadas en la idiosincrasia política, burocrática, de circunvalar las leyes corrompiéndolas con el poder del dinero, el poder discrecional y ese sistema político arcaico que aún sigue intacto, pervirtiendo con sus venenos sistémicos la vida, la justicia, la propiedad y nuestra libertad.
Álvaro Arzú inició la eliminación de ese muro que ha sido construido con la paranoia de jueces y magistrados e influencias espurias, convirtiéndola en una justicia ni ciega ni balanceada, ni justa como lo comprueban la avalancha de casos en los tribunales que tiene cuasi colapsado al sistema de justicia, en donde se violan los más elementales principios del debido proceso, con el colapso del Sistema Penitenciario Nacional, convertido, por negligencia, omisión o comisión, en un sistema de campos de concentración donde imperan las más atroces violaciones de los derechos humanos; la destrucción de familias, el abuso, la tortura, y la extorsión, de 22,500 reos, más de la mitad de ellos en prisión preventiva.
Esa es la más grande critica que se le hace, porque al tenor de su mandato podría haber sugerido leyes, influyendo sobre las mejores prácticas en el sistema judicial, la Corte Suprema, la Fiscalía General y la Policía Nacional Civil, instituciones que han estado bajo su férrea presión y con colaboradores infiltrados, especialmente desde el inicio del ultimo comisionado, a quien no se le niegan sus luces, pero tampoco estas sombras que tiene polarizada a la sociedad a un nivel preocupante, arrinconando con argumentos simplistas que “el que no está con nosotros es corrupto y parte de la impunidad.
Francamente es hora de pensar afuera del guacal…
alfredkalt@gmail.com