PUNTO DE ENCUENTRO
La Guatemala “próspera” de Arzú
Con su acostumbrado estilo, el alcalde Álvaro Arzú expuso durante una actividad pública su visión de la realidad nacional. Según él, Guatemala es un país “próspero”. Después de su intervención, en declaraciones a la prensa, arremetió contra medios y periodistas, culpándolos de distorsionar la realidad, crear un clima negativo y transmitir la sensación de que éste es un país en crisis.
Me imagino que el alcalde se refiere a la prosperidad de la que goza él, su familia y un grupo reducido de chapines, porque si nos remitimos a los datos de los informes de desarrollo humano de Naciones Unidas, el panorama es desolador para la gran mayoría de la población de nuestro “próspero” país, donde 7 de cada 10 guatemaltecos son pobres y de estos siete, 3 extremadamente pobres. O donde según la última Encovi, el 75% de la población económicamente activa está en la informalidad y 8 de cada 10 trabajadores del sector agrícola y comercial no reciben el salario mínimo.
Como casi siempre ocurre, la realidad se encargó de desmentirlo. Antes que terminara el día, un grupo de agentes de la policía municipal la emprendieron contra los vendedores informales que querían ubicarse sobre la sexta avenida de la zona 1 para vender sus productos. Algunos de estos fueron decomisados y otros destruidos; bastón en mano los agentes se dispusieron a cumplir las órdenes del alcalde, quien meses antes había llamado a sacar a los vendedores “no autorizados” a garrotazos.
“Ojo, se nos están metiendo allí otros —vendedores—. Si la Policía Municipal los saca a garrotazos es violación a los Derechos Humanos, pero si lo hacen ustedes mismos, allí parte sin novedad. Entonces les voy a dar unos sus leños y unos chalecos de la muni para que los vayan a sacar a morongazos. Me van a ayudar a mí en eso (PL 9/6/16)”, expresó el jefe edil en un encendido discurso durante el acto de aniversario de la plaza El Amate, declaraciones que repitió hace pocas semanas al anunciar los planes para la época navideña. Y la violencia llama violencia.
El desprecio y la prepotencia con los que son tratados las y los vendedores, que ven cómo los agentes municipales queman, rompen y destruyen los productos que venden para agenciarse un magro ingreso que les permite mal-mantener a sus familias, es violencia. La angustia de no tener que darles de comer a sus hijos y la pérdida del dinero que invirtieron para poder trabajar, es violencia. El abandono absoluto en el que se encuentran por parte del Estado (sin educación, salud, seguridad social, sin medicina ni comida) es violencia. Violencia estructural.
Y aunque nada la justifica, es imposible no entender lo que la provoca, la alimenta y la acrecienta. Y esa manía —no sólo del alcalde— de provocar e insultar, de tildar a la gente de sucia, haragana e inservible; de llamarlos delincuentes, terroristas, manipulados, opuestos al desarrollo; de menospreciar sus exigencias y necesidades, va abonando a la desesperación y a la impotencia, que sumada al hambre y a la pobreza, genera reacciones violentas y enfrentamientos.
Es la misma Guatemala “próspera” que arremete contra indígenas y campesinos cuando se organizan y movilizan, cuando llegan a la ciudad —hartos del abandono y el hambre— para exigir sus derechos, y lo único que reportan los medios es el caos vehicular que provocan.
A ellos —a los excluidos y abandonados— se les llama delincuentes y terroristas. ¿Cómo se llaman entonces aquellos que se enriquecieron y se enriquecen con los negocios de las privatizaciones, la corrupción y los fideicomisos?
@MarielosMonzon